miércoles, 16 de mayo de 2012

¿Cómo evaluar la calidad de la educación preescolar?

¿Cómo pensamos una evaluación? ¿Es una acción lineal? ¿O es circular? ¿Qué elementos la constituyen? ¿Cuándo finaliza la actividad del evaluador? Todos estos temas son tratados en los siguientes párrafos.



A partir de las concepciones particulares resultado de nuestras reflexiones, nos preguntamos ahora ¿Cómo comprendemos una metodología factible para llevar a cabo la evaluación de la calidad de la educación preescolar? Dentro de la metodología que aquí describimos, creemos que la evaluación no es una acción lineal, sino un proceso circular mismo que se renueva cíclica y periódicamente a manera de un proceso continuo y permanente.

Así, a partir del modelo de evaluación de la calidad de la educación preescolar que proponen Myers y Martínez, nosotros hacemos una serie de consideraciones sobre los siguientes elementos:

Determinación de indicadores.
Para realizar la evaluación de los centros preescolares, sus aulas y el desarrollo de las competencias del educando, es requisito indispensable primeramente determinar los indicadores susceptibles de ser operacionalizados y cualitativamente medidos.

Creación de instrumentos.
Si se quiere ser congruente y consecuente con la iniciativa de la creación de un sistema  de indicadores, no procede aplicar instrumentos creados, estandarizados y normalizados en realidades distintas a la nuestra por las limitaciones que conlleva no considerar las características particulares de la diversidad de nuestra población infantil. Creemos por tanto, que los evaluadores deben asumir la responsabilidad de la creación de instrumentos propios idóneamente basados en la operacionalización de esos indicadores identificados dentro del contexto y momento histórico de nuestra realidad.

Aplicación de instrumentos.
La acción de aplicar los instrumentos no se caracteriza por tomar distancia neutral y supuestamente objetiva con respecto al fenómeno a ser observado, sino por el contrario, adoptar una actitud de observador participante. Para poder comprender desde dentro cómo es que se realiza el quehacer educativo, es decir de identificar la calidad con la que se realiza la educación, así cómo seguir la huella de cómo evoluciona el proceso del desarrollo de las competencias en los preescolares.

Observación y registro de la realidad.
Los instrumentos no son fines en sí mimos, por el contrario, son un mero recurso y guía mediante los cuales se realiza una observación dirigida mirando ciertos aspectos de la realidad y el proceso educativo enmarcados dentro de su contexto y momento histórico. La observación es útil siempre que se acompañe de un registro sistemático como un producto construido que posteriormente permite analizar cuidadosamente lo observado.

Descripción.
Dado que el énfasis no es obtener una información eminentemente cuantitativa, se espera que el registro detallado de la observación constituya una descripción cualitativa; es decir, un relato anecdótico acerca de lo que sucede y cómo es que suceden los hechos en el centro, en el aula y el desarrollo de las competencias de los educandos.

Integración.
La descripción y el registro de lo observado no son suficientes para su análisis cualitativo, si no pasan por el filtro del trabajo de integración. Entendiendo por integración el ejercicio de amarrar los hilos imaginarios de cada información proveniente de distintas fuentes proporcionadas por las diversas voces y miradas de los actores involucrados en la evaluación externa y la auto-evaluación, mismos que dan sentido o resignificación al quehacer educativo.

Devolución y dialogo.
La evaluación caracterizada por la búsqueda de sentido, paradójicamente pierde su sentido si no regresa a su origen. Es decir, si no se devuelve directamente a los actores educativos que lo generaron, con la intención de que se apropien conscientemente de él y lo utilicen en su propio beneficio. Es importante hacer notar que no obstante, la devolución es una práctica inherente al trabajo clínico, su aplicación al campo de la educación y más aún de la evaluación educativa, es una aventura inédita. Pues de manera semejante a la clínica, la devolución implica el encuentro de los educadores y los directivos con una escucha sensible, empática y flexible de los evaluadores quienes no los enjuician, persiguen o sancionan generando de manera natural la defensa y la resistencia características de la cerrazón. Por el contrario, se trata de que la devolución sea una intervención para espejear a docentes y directivos su propio quehacer educativo, enfatizando las fortalezas lo que crea un ambiente de confianza que justamente abre la posibilidad del diálogo y la reflexión para intercambiar impresiones, negociar y renegociar significados, llegan a reconocer lo valioso y apreciado de su práctica educativa, como institución escolar identifican aquellas acciones que dificultan el logro de los propósitos educativos, el impacto en el aprendizaje y desarrollo de las competencias de los preescolares, así como la transformación (o mejora) de su práctica docente.

Resignificación, reflexión y replanteamiento.
La devolución en el contexto escolar no es una mera acción de aventar la pelota al de enfrente. Sino de entregar al otro, de manera responsable y comprometida lo que le pertenece; lo que no obstante siendo suyo, realmente no lo conoce. Es mediante la comunicación y el diálogo que la devolución de lo que le pertenece al otro se transforma en una resignificación dentro del proceso de construcción de significados compartidos sobre el quehacer educativo. La comunicación y el diálogo generados por la devolución, ofrecen la posibilidad de la reflexión, la cual se constituye como una herramienta inherente al pensar juntos sobre lo que se vive, se piensa y se siente con respecto al proceso de la evaluación misma. A partir de la resignificación y la reflexión docentes y directivos pueden comprender qué y cómo es lo que realmente hacen, lo que facilita llegar a replantearse mejorar o cambiar sus acciones por iniciativa propia. No desde la perspectiva del error o equivocación, sino desde una forma de actuar distinta y tal vez alejada del sendero que conduce al lugar que se pretende llegar mediante la intervención intencionada de la educación.

Acompañamiento.
Creemos que la función del evaluador no termina en el punto anterior, sino que es a partir de su compromiso ético con el quehacer educativo y con cada uno de los actores involucrados, que tiene en su haber otra tarea, que no por ser la última, es la menos importante, la de acompañar a los docentes y directivos en el recorrido cotidiano a través de su práctica educativa. Se trata de un proceso que permite a los diversos actores, tanto los propios de los centros preescolares, como los externos, establecer un vínculo sobre el cual se crea y construye el espacio de diálogo y reflexión, para pensar sobre el cómo se realiza el quehacer escolar. Lo que implica trabajar en la mejora continua de la intervención educativa tendiente a fortalecer no sólo el aprendizaje y el desarrollo de las competencias de los preescolares, sino fundamentalmente su bienestar.







Autores: Clotilde Juárez-Hernández; Pastor Hernández, Olga Porras, María de los Ángeles Contreras, Elena Negrete, Carmen Hernández, Diana Arellano, Clara Frías, Elizabeth Mora y Mayte de Lassé
Profesores de la Universidad Pedagógica Nacional de México especializados en Educación Preescolar.
Este trabajo es un producto derivado del Seminario sobre la Calidad de la Educación Preescolar, auspiciado por la Universidad Pedagógica Nacional y conducido por Robert Myers y Francisco Martínez, con la participación del equipo de investigación del Programa de Escuelas de Calidad Preescolar en el Distrito Federal, coordinado por Clotilde Juárez Hernández, Profesora titular de tiempo completo de la UPN, responsable del proyecto de evaluación PEC-P DF.




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