lunes, 29 de octubre de 2012

Los impactos no deseados de la evaluación en educación

Desde este blog siempre hemos destacado la importancia de evaluar en Educación, se trata de aplicarlas en todos los niveles, desde el de los alumnos, hasta el del sistema. En cuanto a estas últimas ¿Debemos cuidarnos de algunas consecuencias no positivas? ¿Cuáles son? ¿Qué hacer?

Cuando se prioriza una lectura ético-política de los sistemas nacionales de evaluación se hace necesario un análisis profundo de las consecuencias que los mismos tienen, sus impactos en las prácticas educativas, en el desarrollo del currículo, en los centros educativos, en los docentes, en los alumnos y en sus familias. Desde este punto de vista hay dos aspectos a considerar, el primero es si tienen un impacto positivo, el segundo se refiere a aquellos efectos no deseados o no contemplados que los sistemas de evaluación pueden tener.

En cuanto al primero de ellos, lo que los sistemas de evaluación aportan al cambio y a la mejora educativa, debemos decir que no es un asunto en el que haya pleno consenso. Está claro que no todo sistema de evaluación de la calidad de la educación pretende o puede generar cambios o mejoras, o aportar para que esto suceda.
 
En cuanto a los efectos no deseados, son muchos los análisis que se han realizado. Dentro de la óptica que se está priorizando en este artículo, la mirada ética-política de los sistemas de evaluación, es imprescindible un análisis profundo de los impactos no deseados o no contemplados que los sistemas nacionales de evaluación tienen o pueden tener a distintos niveles. En este caso, sólo se hará mención a tres aspectos.
 
En primer lugar, se ha escrito mucho sobre cómo influyen los operativos de evaluación en las prácticas educativas, haciendo que las mismas busquen adaptarse a las exigencias que los procedimientos de evaluación demandan. El efecto del ranking o la “fabricación de jerarquías de excelencia”, que subyacen a estas lógicas, ejerce una presión sobre las prácticas educativas en general y los profesores en particular. Esta situación supone una significativa devaluación del currículo. Siendo este el principal referente, públicamente construido, se ve seriamente sometido a las tensiones que los procesos de evaluación externa generan.
 
Las tensiones entre ambos, el currículo como elemento esencial de la política educativa y los sistemas nacionales de evaluación, como supuesto complemento para la concreción y mejora del anterior, son continuas y constantes dentro de las prácticas y los debates en este terreno. En consecuencia, llevando la situación a un extremo, nos encontramos con una verdadera alteración de los procesos democráticamente admitidos para el diseño y desarrollo de políticas públicas. Si los sistemas nacionales de evaluación terminan devaluando el currículo a través de las prioridades que establece y del uso que hace de los resultados que obtiene, nos encontramos con una situación preocupante, en tanto no son ellos los que tienen el poder para determinar las políticas.

En segundo lugar, otro efecto importante, tiene que ver con el refuerzo de las situaciones de desigualdad e injusticia que en muchas ocasiones se generan a partir del uso de los resultados. El efecto ranking suele reforzar situaciones de desigualdad que son anteriores a las mismas evaluaciones, aumentando así la situación de vulnerabilidad existente en el punto de partida, objetivada ahora por esta práctica de evaluación y de difusión de resultados.

En tercer lugar, y en la misma línea recién mencionada, es igualmente preocupante el poco reconocimiento que estos sistemas de evaluación de la calidad de la educación y difusión de los resultados aportan a los esfuerzos que muchos países y centros realizan para mejorar la educación que ofrecen. Los procesos de evaluación estandarizados, como se ha visto, suelen caracterizarse por medir resultados al margen de la evolución y de los progresos de aprendizajes, al no tomar en cuenta los puntos de partida les resulta imposible generar un conocimiento que permita reconocer este tipo de aspectos.

Son muchos los efectos o impactos no deseados que podrían ser analizados aquí; sin embargo no se ampliará sobre los mismos, aunque sí es necesario insistir en la necesidad de contemplar estos efectos; el hacerlo es clave para generar procesos de evaluación de la calidad educativa que aporten más beneficios que dificultades.


Extraído de
La racionalidad de las políticas de evaluación de la calidad de la educación
HÉCTOR A. MONARCA
Grupo de Investigación sobre Políticas Educativas Supranacionales, Universidad Autónoma de Madrid, España
En Revista Iberoamericana de Educación
n.º 59/1 – 15/05/12



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