lunes, 12 de noviembre de 2012

Evaluación, adopción de decisiones y cambio educativo

Si buscamos evaluar para obtener mejoras ¿Qué sucede con los resultados de las evaluaciones? ¿Son tenidos en cuenta en el momento de tomar decisiones políticas? ¿De qué manera influyen en el cambio educativo?




Existe una estrecha relación entre el juicio de valor sobre una realidad educativa y la orientación para la posible adopción de decisiones. En el imaginario de los evaluadores opera la creencia de que sería deseable que las informaciones que proceden de evaluaciones rigurosas sirvan como referente principal en las decisiones de los políticos para orientar los proyectos educativos. 

Sin embargo, como fácilmente puede constatarse por la experiencia de evaluadores y de políticos, la situación es bien distinta. La razón fundamental no es tanto el rechazo de los resultados de las evaluaciones, sino el hecho de que las decisiones políticas han de tener en cuenta diferentes fuentes de información, necesitan tomar en consideración las demandas, justificadas o no, de los actores concernidos por la decisión, aconsejan negociación y consenso en muchas ocasiones, han de tener en cuenta objetivos políticos generales y no deben olvidar las repercusiones sociales de la decisión. La valoración del momento y de la oportunidad, así como la necesidad de aunar fuerzas, son condicionantes importantes de las decisiones políticas. En este juego de fuerzas en las que se mueven las decisiones políticas, lo que hoy parece acertado porque resuelve un problema inmediato, mañana se vuelve equivocado porque ha abierto otros muchos problemas. No es extraño por todo ello que no pocos evaluadores consideren que los resultados de las evaluaciones van por un lado y las decisiones políticas por otro, y que los políticos tienden en demasía a utilizar la información proporcionada por las evaluaciones al servicio de sus intereses inmediatos. 

Las limitaciones que se acaban de apuntar de la capacidad de las evaluaciones para influir en las decisiones políticas no deben ser motivo de desánimo. Sería una concepción demasiado estrecha considerar que la evaluación solo puede intervenir en la mejora de la educación a través de su influencia en el ámbito de las decisiones políticas. Los resultados de las evaluaciones influyen en la realidad educativa por muy diversas vías, entre las que sin duda es preciso destacar la referida a las decisiones en el ámbito de la política educativa. Pero hay otras muchas formas en la que se constata su influencia en el cambio educativo: en su impacto en el funcionamiento de las instituciones, en su efecto en las actitudes, creencias y comportamientos de los docentes, en el mayor compromiso de determinadas instituciones como la familia o los municipios y en el tipo de mensajes que transmiten los medios de comunicación. Todas estas instituciones, sectores y personas pueden a su vez influir en los tomadores de decisión, por lo que no se debe olvidar que la información que procede de las evaluaciones se mueve por caminos diversos e inesperados. 

La política educativa y la evaluación pueden establecer relaciones recíprocas, pero ambas pueden a su vez influir en otros agentes e instituciones educativas y en la propia actividad educadora. Este tipo de efectos puede realizarse de forma coordinada o de forma independiente por falta de comunicación o de entendimiento. Lo que determina el impacto real de la evaluación por una vía o por otra es la consistencia y relevancia de la información obtenida, así como la forma y persistencia de transmitir la información a los distintos sectores educativos. Al final, lo importante no es tanto la manera como se utiliza la información, sino el impacto que provoca en los sectores implicados. 

Desde esta perspectiva, los evaluadores deberían comprender cómo trabajan los responsables políticos, cuáles son sus limitaciones y cómo adoptan decisiones. Pero también sería necesario que tuvieran en cuenta qué tipo de instituciones y agentes tienen mayor incidencia en el cambio educativo, cómo se llega a ellos y qué barreras han de superarse para que los resultados de las evaluaciones tengan efecto en el sistema educativo. Los modelos sobre la utilización de la evaluación han de ampliarse al análisis de su impacto y este debería incorporar también una teoría sobre el cambio educativo. 

Estas razones avalan la importancia de conocer las características del receptor de la información, así como el papel de los intermediarios de la misma: supervisores, directores, asesores y líderes de opinión en campo social y educativo. La atención a los medios de comunicación es primordial para conseguir el efecto deseado, por lo que debería cuidarse la precisión del mensaje que se quiere transmitir, algo que suele ser contrario al estilo habitual de los titulares periodísticos. 

La importancia otorgada a la influencia de las evaluaciones en muy diversas formas en los distintos ámbitos del sistema educativo, desde los responsables políticos hasta los profesores, pone de relieve una nueva función de la evaluación que, sin olvidar las ya mencionadas, debería tenerse en cuenta: la iluminación de la realidad educativa con el fin de facilitar su compresión e interpretación, sugerir orientaciones a los diversos sectores implicados en función de su responsabilidad y favorecer su participación para garantizar un mayor compromiso con sus resultados. Este planteamiento puede facilitar las relaciones en ocasiones difíciles entre la evaluación y la política educativa.





Extraído de
Los resultados de las evaluaciones y su papel en las políticas educativas
Autor
Álvaro Marchesi


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