miércoles, 24 de julio de 2013

Otras paradojas de la Evaluación Educativa

El discurso pedagógico muestra cierta unanimidad sobre la necesidad de “Evaluar para conocer y mejorar”, pero ¿Qué sucede con las prácticas evaluativas? ¿Son rutinarias? ¿Se evalúa el espíritu crítico? Las siguientes reflexiones de M A Santos Guerra, pensadas para el contexto universitario, sirven para ayudar a nuestras reflexiones.

Aunque se teoriza sobre la importancia de la evaluación para la mejora del proceso de enseñanza, lo cierto es que se repiten de forma casi mecánica las prácticas sobre evaluación.

Resulta chocante la minuciosidad de las repeticiones de las pautas de evaluación que utilizan los profesores. Existe muy poca influencia de lo que ha sucedido en experiencias anteriores, de la opinión de los alumnos, de intercambios con otros profesores o de lecturas que han despertado la reflexión personal. Incluso, los que innovan lo hacen de la misma forma todos los años.

Los estudiantes suelen predecir con bastante exactitud cuál va a ser el tipo de evaluación que va a realizar el profesor. De un año a otro, se suelen repetir las formas de evaluar y los criterios de evaluación.

Los profesores rutinizan con frecuencia sus formas de evaluar. Pocas veces se introducen cambios sustantivos. El aforismo «cada maestrillo tiene su librillo» es especialmente válido en lo referente a la evaluación.

Hay prácticas que deberían conducir, lógicamente, a una revisión de los criterios que las inspiran, pero pocas veces se produce este mecanismo inteligente. Por ejemplo:
Un profesor tiene, año tras año, el 80% de suspensos frente al corto porcentaje de otro compañero que imparte la misma disciplina en un curso gemelo.

Un alumno repite, una y otra vez, una disciplina de primero cuando tiene ya aprobadas las de otros cursos superiores que exigen el dominio de la que no aprueba.

Con un profesor, las calificaciones rozan el sobresaliente general; mientras que con otro del mismo curso, los alumnos tienen un alto porcentaje de suspensos y los demás consiguen un simple aprobado.

Este tipo de fenómenos deberían llevar a un análisis de lo que sucede con un proceso de altísima complejidad que se simplifica de una forma completamente subjetiva.

Paradoja
A pesar de que uno de los objetivos de la enseñanza universitaria es despertar y desarrollar el espíritu crítico, muchas evaluaciones consisten en la repetición de las ideas aprendidas del profesor o de autores recomendados.

La evaluación encierra un poder omnímodo del profesor. No sólo porque éste impone unos criterios establecidos previamente (a veces negociados); sino porque la evaluación consiste en repetir aquello que el profesor considera importante.

¿Cuántas veces se tienen en cuentan los conocimientos aportados por los alumnos en el aula? ¿Qué importancia se concede a las aportaciones críticas de cada estudiante?.

Es sorprendente la poca frecuencia de conflictos respecto a la evaluación. Pocas veces se solicita la intervención de un tribunal de evaluación, sea como reclamación de calificaciones, sea previamente al examen. Existe temor a que el gremio docente actúe en apoyo del profesor a quien se ha reclamado una revisión del examen.

Ésta podría ser una demanda lógica de los alumnos: «Por favor, enséñenos a pensar por nosotros mismos». Pero se transforma en esta otra, tan perniciosa: «Enséñenos a repetir lo que usted dice». La tarea docente debería consistir en ayudar a los alumnos a buscar por sí mismos, a indagar, a investigar, a descubrir la verdad.

Algunas veces a los males de la repetición como estrategia única de evaluación, se le añaden componentes inquietantes desde el punto de vista ético. Me refiero a la exigencia de que contesten a través de las obras que hemos publicado quienes les examinamos. Lo cual exige no sólo que aprendan lo que decimos en los libros, sino que, previamente, los compren.

Cuando los docentes se dirigen a las editoriales para solicitar la publicación de sus libros, suelen ofrecer como argumento las seguras ventas que se producirán entre los alumnos que cursan sus asignaturas.

Muchos alumnos llegan a los exámenes con esta inquietud: ¿qué querrá leer el profesor?; ¿qué espera que le diga?; ¿qué enfoque le parecerá más conveniente?. E incluso: ¿cómo le gusta que se lo exprese?




Autor
Miguel Ángel Santos Guerra
Universidad de Málaga.
En Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado
20 paradojas de la evaluación del alumnado en la Universidad española

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