¿Qué tiempo lleva
aprender? ¿Es igual para todos? ¿La evaluación es congruente con
estos conceptos? ¿Qué sucede en “el día después del examen”? La Educación
pretende mejorar a las personas ¿La evaluación sirve a este concepto? ¿O para
competir?
Aunque muchos
aprendizajes significativos tienen lugar en periodos de tiempo prolongados, la
evaluación se realiza en un tiempo corto e igual para todos.
Los ritmos de aprendizaje son diferentes para cada alumno,
aunque el sistema sitúa los momentos de evaluación en unas fechas fijas e
iguales para todos.
«La suposición de la que parten las evaluaciones consiste en
señalar que es posible medir los aprendizajes en el mismo momento que ocurren,
o dentro de un curso escolar y que, para ello, es útil recurrir a la creación
de situaciones más formalizadas en las que la medición puede ser realizada.
Esta situación es controvertida para nosotros, en tanto reconocemos que los
aprendizajes significativos necesitan tiempos de consolidación en los que los
temas o problemas enseñados pueden ser relacionados con otros y que,
probablemente, el verdadero aprendizaje tenga lugar cuando el alumno o la
alumna se encuentren fuera del sistema o de la clase en donde se planteó la
situación de enseñanza» (Litwin).
Algunos alumnos dicen al día siguiente del examen: «No me
acuerdo de nada». Se ha producido una memorización rápida que ha tenido como
fin el éxito académico inmediato. ¿Qué queda de todo ello en la mente y en la
persona?
El alumno, todos los alumnos, se preparan para el día del
examen. Y suelen acogerse mal las excepciones de quienes no pueden o no están
en condiciones de acudir con todos los compañeros a esa cita inexcusable y
decisiva.
Esas situaciones, excepcionalmente importantes, tensan al
alumno y provocan una situación presionante. Cuando alguno acude al profesor
para solicitar una nueva oportunidad se alude a la igualdad de oportunidades
respecto a los compañeros.
Da la impresión de que lo importante es saber en ese preciso
momento. Si alguno manifiesta que domina una materia, pero que en el momento
del examen se quedó bloqueado, se le aconseja que espere una nueva oportunidad.
Paradoja
Aunque la finalidad
de la enseñanza es conseguir personas que mejoren la sociedad, la cultura de la
evaluación genera competitividad entre los alumnos.
Resulta lamentable comprobar cómo muchos alumnos consideran
a los otros no compañeros, sino rivales. Se ocultan o niegan la información, no
se prestan los apuntes, pretenden hacer un reparto ajustado a lo que ha hecho
cada uno en los trabajos de grupo, presentan a los profesores trabajos que
ocultan a los compañeros...
Pocos podrán discutir la idea de que la finalidad de la
Universidad y del trabajo que se realiza dentro de ella es la mejora de la
sociedad. ¿Para qué los conocimientos?. Si se utilizan para oprimir, destruir,
engañar, ¿no había que preguntarse cuál es el sentido del saber?
La competitividad se está extendiendo no ya a la comparación
de los resultados de los alumnos, sino al de las instituciones. Se trata de
conseguir mejores resultados que otras Facultades, que otros cursos...
Esas comparaciones se hacen sin tener en cuenta las
condiciones de partida, los medios disponibles, la capacidad inicial de los
alumnos. De esta manera, se pretende evaluar las instituciones, exclusivamente,
por los resultados que obtienen los alumnos. No se trata, pues, de llegar al
máximo de lo que puede alcanzar; sino de conseguir llegar más allá que los
demás.
Este fenómeno, muy del gusto de la cultura neoliberal, da
lugar a pretendidas mediciones realizadas por pruebas estandarizadas, a la
confección de listas clasificatorias e, incluso, a la concesión de prestigio y
ayuda a quienes queden los primeros. Es difícil negar que éste es un buen camino
para incrementar las desigualdades y la injusticia.
Autor
Miguel Ángel Santos Guerra
Universidad de Málaga.
En Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del
Profesorado
20 paradojas de la evaluación del alumnado en la Universidad
española
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