Las evaluaciones de los docentes resultan imprescindibles, ya que es un instrumento que permite mejorar, pero genera muchas desconfianzas ¿Cómo trasladamos la idea de “evaluación sumativas” y “evaluación formativa”, cuando se trata de evaluar al docente?
La evaluación del desempeño docente tiene dos propósitos
principales. Por una parte, garantizar que los maestros se desempeñen de la
mejor manera posible para favorecer el aprendizaje de los estudiantes. Por
otra, mejorar la propia práctica de los maestros a través de la identificación
de sus fortalezas y deficiencias con miras a la formación profesional continua.
Estos dos enfoques están referidos a dos formas de evaluación de naturaleza
diferente, sumativa y formativa, respectivamente.
La evaluación
sumativa y la garantía de la calidad
Si el objetivo final de los sistemas educacionales es
favorecer el aprendizaje de todos los estudiantes y si el desempeño y la
práctica de los docentes constituyen el principal factor en este propósito, la
evaluación docente podría considerarse como un mecanismo de garantía de la calidad. Suponiendo
que la calidad de los docentes y la calidad de la educación son importantes, un
proceso de evaluación idealmente debería estar orientado tanto a la eficiencia
educacional –garantizando que la enseñanza cumpla con los estándares académicos
requeridos para que los estudiantes vivan en sociedades del conocimiento– como
a la equidad educacional, garantizando que todos los estudiantes tengan acceso
a las oportunidades de progreso escolar independientemente de sus antecedentes.
Por lo tanto, la evaluación sumativa del desempeño docente es una forma de
evaluar que los docentes estén adoptando las acciones y prácticas ‘óptimas’
para mejorar los resultados de los estudiantes.
El desarrollo de una evaluación sumativa es la manera más
visible y reconocible de evaluar a una persona y consiste en realizar informes
resumidos de las capacidades de un maestro a través de exámenes, con el fin de
medir sus aptitudes y conocimientos, garantizar el cumplimiento de los
estándares requeridos o certificar el nivel de desempeño con miras a un
reconocimiento inmediato. La evaluación docente sumativa entrega información
esencial con respecto a las prácticas que está aplicando y al desempeño que
está teniendo el maestro que está siendo evaluado en relación con los
estándares de ‘buena’ enseñanza establecidos. En consecuencia, la evaluación
sumativa es una fuente de documentación indispensable para responsabilizar a
los maestros por su desempeño profesional. Por ejemplo, Stronge y Tucker
recalcan la necesidad de un mecanismo de garantía de calidad como este: “El
propósito de responsabilidad por los resultados refleja un compromiso con los
importantes objetivos profesionales de competencia y desempeño de calidad. Esta
función de responsabilidad por los resultados (…) está relacionada con la
evaluación de la eficiencia de los servicios educacionales”.
La necesidad de mecanismos de responsabilidad por los
resultados en la docencia proviene de la existencia de relaciones asimétricas,
típicas del ‘problema de la relación mandante-mandatario’ tan conocido para las
teorías de las ciencias económicas y políticas. El ‘mandante’ carece de
información crucial para saber si su empleado, el ‘mandatario’, se está
desempeñando de acuerdo a sus expectativas de resultados. En nuestro caso
particular, los padres, las autoridades a cargo de la calidad de la educación e
incluso los directores de los establecimientos escolares solo tienen medios
limitados para conocer el grado de concordancia entre el desempeño de los
maestros y sus expectativas de aprendizaje de los estudiantes. En palabras de
Mizala y Romaguera: “La responsabilidad
por los resultados es fundamental, debido a que existe una brecha de información
que separa a las escuelas de las familias. Es difícil para las familias obtener
información actualizada y pertinente con respecto a lo que está ocurriendo en
sus escuelas y las escuelas no reciben necesariamente incentivos para entregar
información a los padres. Además, la capacidad de las familias para obtener
información con respecto a las escuelas varía, dependiendo de su nivel cultural
y socioeconómico”. Considerando esta información asimétrica, Casson
sostiene que, en
ausencia de mecanismos de incentivo, los maestros tienen el
incentivo de realizar menos esfuerzo (dado el costo asociado a una mayor
cantidad de trabajo), debido a que “el
distrito escolar no puede distinguir entre el bajo rendimiento de los
estudiantes producto de una falta de esfuerzo del maestro y el bajo rendimiento
de los estudiantes producto de la escasa habilidad de los estudiantes”. Si
bien Casson argumenta a favor de medidas tendientes a armonizar el desempeño de
los maestros con los intereses de las autoridades a posteriori para superar
este problema, un sistema de evaluación sumativa bien diseñado podría ser
suficiente como para motivar a los maestros a adoptar las mejores prácticas,
debido a que esto permite cerrar la brecha de información a priori.
Además del propósito informativo en sí mismo, los resultados
de las evaluaciones sumativas permiten la toma de decisiones con consecuencias
con respecto al maestro que está siendo evaluado. De acuerdo a Ávalos y Assael:
“La mayor parte de las formas de
evaluación se justifican debido a que se requiere información de diagnóstico o
debido a que entregan evidencia para la toma de decisiones. Esto también es
válido para la evaluación del desempeño docente”. La evaluación de los
maestros en relación con criterios específicos permite realizar comparaciones y
estas últimas son útiles para las decisiones con respecto a la contratación y
permanencia en los cargos, las oportunidades de ascenso o, en condiciones
particulares, las medidas a aplicar en el caso de los maestros ineficientes.
La evaluación sumativa del desempeño docente también puede
utilizarse como base para el reconocimiento y la retribución del trabajo de los
maestros. Existen inquietudes con respecto a la imagen y el prestigio de la
profesión docente en varios países de la OCDE, incluyendo el sentimiento de los
maestros de que su trabajo está subvalorado. La evaluación ofrece oportunidades
para reconocer y retribuir la competencia y el desempeño de los docentes,
aspectos esenciales para retener a los docentes eficientes en las escuelas,
como también para hacer de la docencia una elección atractiva como carrera
profesional. Por ejemplo, la Junta Nacional
Norteamericana para los Estándares Profesionales Docentes ha
desarrollado “rigurosos estándares
profesionales que reflejan lo que los buenos maestros deben saber y ser capaces
de hacer” como base para un sistema nacional voluntario de certificación de
los docentes que cumplen con estos estándares. Desde su creación en 1987, más
de 64.000 docentes norteamericanos han sido reconocidos por su desempeño
sobresaliente.
En su forma sumativa, la evaluación responde en primer lugar
a las necesidades de garantizar que la enseñanza se oriente al rendimiento
académico de los estudiantes. También brinda oportunidades de reconocimiento
social de las habilidades de los maestros y su compromiso con su trabajo. Estas
son dos inquietudes principales en nuestras sociedades del conocimiento.
Evaluación formativa
y desarrollo profesional
Además de los propósitos de responsabilidad por los resultados
y reconocimiento, la evaluación docente puede aplicarse con el fin de mejorar
la práctica de un maestro. La evaluación formativa se refiere a una evaluación
cualitativa de la práctica actual de un maestro, orientada a identificar sus
fortalezas y deficiencias y a entregar oportunidades de desarrollo profesional
adecuadas en las áreas en las cuales se requiere perfeccionamiento. Como
explican Stronge y Tucker: “El propósito
de mejoramiento del desempeño está relacionado con la dimensión de desarrollo
personal e implica ayudar a los maestros a aprender y a reflexionar acerca de
su práctica y a mejorarla. Esta función de mejoramiento generalmente es
considerada de naturaleza formativa y sugiere la necesidad de perfeccionamiento
y formación profesional continua”. Al contrario de una evaluación sumativa
diseñada para formular juicios acerca de un desempeño (evaluación de la
enseñanza), la función de una evaluación formativa es determinar las maneras de
mejorar la práctica actual (evaluación orientada a la enseñanza).
La evaluación formativa es un proceso a través del cual los
evaluadores entregan retroalimentación constructiva al maestro, indicando el
nivel al cual se está desempeñando en cada uno de los criterios pertinentes y
sugiriendo maneras de mejorar su práctica. Las conversaciones con los
evaluadores o con colegas comprometen a los maestros en una auto-reflexión
acerca de su trabajo. En palabras de Danielson y McGreal: “A medida que los maestros consideran la articulación de diferentes
componentes de la docencia y sus elementos y comparan sus impresiones y
prácticas con las de los demás, intercambian técnicas y aprenden nuevas
estrategias de sus colegas. Estas conversaciones son enriquecedoras; están
centradas en la calidad de la enseñanza y aportan mucho al aprendizaje
profesional de los participantes”. El empoderamiento de cada uno de los
docentes en el perfeccionamiento de sus propias habilidades trasciende el
propósito de garantía de la calidad inherente a la evaluación docente.
Además, los resultados de la evaluación formativa permiten
que las escuelas adapten sus programas de desarrollo profesional a las
necesidades de sus docentes de acuerdo a sus objetivos educacionales. Las
escuelas pueden aprender a partir de las fortalezas de los maestros eficientes
–destacadas por las evaluaciones formativas– e implementar programas de
desarrollo profesional que respondan a sus deficiencias. En Finlandia, el
director de un establecimiento escolar es el líder pedagógico responsable de
los maestros que trabajan en su establecimiento y de la implementación de las
medidas necesarias para mejorar la calidad de la enseñanza. En
consecuencia, la mayoría de las escuelas finlandesas tienen un sistema que
incluye debates anuales destinados a evaluar el cumplimiento por parte de los
maestros de los objetivos individuales establecidos durante el año anterior y
analizar los objetivos y necesidades individuales para el año siguiente
(UNESCO, 2007).
Asimismo, las instituciones a cargo de la formación docente
inicial también pueden beneficiarse a partir de la retroalimentación provista
por las evaluaciones formativas. Pecheone y Chung describen la Evaluación del
Desempeño para los Maestros de California, un sistema de evaluación de las
competencias de los estudiantes de pedagogía para efectos de la obtención de la
licenciatura, como “una poderosa
herramienta para el aprendizaje de los maestros y el mejoramiento de los
programas”. En efecto, agregan que este sistema ha generado muchos debates
profesionales “acerca de las características de una enseñanza eficaz y acerca
de lo que los egresados deberían saber y ser capaces de hacer”, lo que, a su
vez, ha llevado a los programas a “reexaminar
la manera en que apoyan y preparan a los postulantes a la docencia”.
En su modalidad formativa, la evaluación puede considerarse
como una base para el mejoramiento de la docencia y las oportunidades de
desarrollo profesional durante toda la vida. Los aspectos sumativos y formativos de la
evaluación del desempeño docente suelen ser propósitos conflictivos, pero no
necesariamente incompatibles. En la práctica, los países rara vez utilizan una
forma pura de modelo de evaluación docente, sino que más bien aplican una
combinación singular que integra propósitos y metodologías múltiples.
Extraído de:
Evaluación docente: Prácticas vigentes en los países de la
OCDE y una revisión de la literatura
Programa de Promoción de la Reforma Educativa
en América Latina y el Caribe
Este informe fue preparado por Marlène Isoré
Marzo 2010
ISSN: 0718-6002
No hay comentarios:
Publicar un comentario