¿Para qué evaluar en las escuelas? ¿Debe ser la evaluación un instrumento para convertir diferencias naturales en desigualdades? ¿Qué rol debe cumplir la escuela en torno a la inclusión social? ¿En qué debe basarse la evaluación para la inclusión?
La evaluación es un proceso que se pone en marcha junto con
el inicio de la vida escolar y continúa a lo largo de ella, haciendo acto de
presencia de manera continuada (lo cual no es lo mismo que hacer una evaluación
continuada).
La evaluación es un referente constante en las dinámicas
escolares que debe servir de ayuda para que el profesorado y el alumnado
aprendan algo respecto de lo que hacen bien y de lo que se requiere modificar
para que se produzca más y mejor aprendizaje.
Los procesos de evaluación deben consistir en recoger
información, analizarla, juzgar y tomar decisiones, y esto tanto por parte del
profesorado (que tomará decisiones de regulación de los procesos de enseñanza)
como del alumnado (que llevará a cabo procesos de autorregulación encaminados a
mejorar los procesos de aprendizaje). En todo caso, la evaluación tiene que
servir para tomar decisiones, su efecto tiene que ser constructivo.
La institución escolar es una institución privilegiada para
ayudar a la inclusión social. Lo es porque por la escuela pasa toda la
población infantil y adolescente. Se convierte, por lo tanto, en una instancia
que tiene la oportunidad de trabajar con todos los niños y niñas y con los
adolescentes, y además, ofrece la oportunidad de convivir a individuos
diversos. Como se recoge en el informe de la UNESCO sobre la educación del
siglo XXI, la convivencia tiene que ser uno de los grandes retos de la
educación y la escuela tiene la oportunidad de contribuir a desarrollarla y,
con ello, favorecer la inclusión social.
Trabajar por la inclusión no es una tarea sencilla, porque
significa atender a la diversidad del alumnado y, a la vez, ofrecer las mismas
oportunidades. Y ello es cierto para toda la población estudiantil cuyos
individuos mantienen, en todos los casos, diferencias entre ellos; son
diferencias de intereses y de conocimientos previos entre el alumnado, pero
también de capacidades, de habilidades, de oportunidades, de ritmos... La
evaluación (ciertamente junto con el resto de componentes curriculares) es un
proceso destacado para no convertir estas diferencias, naturales en los seres
humanos, en desigualdades. Éste es el énfasis que creemos más importante para
abordar el tema de "evaluación para la inclusión", donde posiblemente
no hay (porque no debe haber) diferencias con los planteamientos generales
sobre el proceso de evaluación, pero sí hay énfasis; estos énfasis, que
planteamos seguidamente en forma de tesis, son los que queremos proponer y
compartir en este artículo y en los artículos que siguen. De todas formas, cabe
constatar que en cualquier proceso educativo escolar la evaluación es un
elemento clave que condiciona de manera muy significativa otros componentes del
proceso de enseñanza-aprendizaje y que ayuda o dificulta la puesta en juego de
aquellos elementos que favorecen la construcción de aprendizaje.
Plantearse la inclusión como una premisa de la acción
docente debe significar también ver la escuela como una comunidad educativa,
donde se aprende a partir de las vivencias que se tienen en el desarrollo de
esta comunidad. La inclusión conlleva asimismo estrategias que favorezcan la
participación, entendida como el derecho a opinar y el deber de
corresponsabilizarse del proceso educativo personal y del grupo.
Una evaluación favorecedora de los procesos de inclusión
tiene que partir de la certidumbre de que todo alumno o alumna es capaz de
aprender, que tiene potencialidades (hay que focalizar la atención en ellas en
lugar de hacerlo en las dificultades) y que se merece respeto y que le
prestemos toda la ayuda posible. Asimismo, la evaluación debe tener como
referencia objetivos claros, que especifiquen resultados, pero prestando
atención también a los procesos. El camino hacia estos resultados que servirán
de referencia puede tomar distintos senderos, atendiendo a la diversidad del
alumnado (de ritmos de aprendizaje, de capacidades, de estilos en la manera de
aprender, de conocimientos previos). A la vez, los objetivos (definidos por
áreas de conocimiento y por habilidades y actitudes transversales) deben
permitir diversos grados de adquisición, siempre estimulando expectativas
favorecedoras del aprendizaje.
Plantear una evaluación favorecedora de la inclusión no
puede ser una decisión de una profesora o de un profesor aislado, sino que es
necesario que sea la consecuencia de un acuerdo compartido por la comunidad
educativa -incluyendo al alumnado-; que sea el conjunto de la comunidad que
asuma la
responsabilidad. Para una actuación consistente se requiere
la cohesión y coordinación de toda la comunidad.
En línea con las consideraciones anteriores, a continuación
se proponen algunas tesis para desarrollar procesos de evaluación con
planteamientos inclusivos.
Tesis 1. Evaluación y
enseñanza son inseparables
La evaluación tiene que ser un proceso continuo que sirva
para proporcionar información sobre el proceso de aprendizaje del alumnado y
permita tomar decisiones de regulación de la enseñanza, adaptándola a las
necesidades de alumnos y alumnas.
La evaluación es un proceso mediante el cual el docente
observa si el alumnado avanza en su proceso de construcción de aprendizajes a
lo largo de la secuencia de formación, con la pretensión de obtener una
valoración documentada del aprendizaje que va adquiriendo. Tiene que servir al
profesorado para detectar los aciertos, los errores, las dificultades y los
obstáculos, para afianzar y destacar aquello que está sirviendo para el
aprendizaje y modificar lo que lo dificulta.
Evidentemente, la evaluación también tiene que ser la
herramienta que debe permitir comprobar si el alumno o alumna ha adquirido (y
en qué grado lo ha hecho) determinados conceptos, hábitos, procesos, actitudes,
etc., es decir, los contenidos curriculares.
Paralelamente, la evaluación también tiene que proporcionar
información al alumnado de manera que éste pueda autorregular su proceso de
aprendizaje: analizando y juzgando este proceso y tomando decisiones
consecuentes. Ésta es una cuestión clave para favorecer el desarrollo de la
autonomía, la capacidad de tomar decisiones y la corresponsabilidad en el
proceso de aprendizaje.
La evaluación, en cualquier caso, tiene que entenderse como
un componente necesario y positivo para favorecer el aprendizaje.
Tesis 2. La
evaluación tiene que permitir identificar y remover barreras para hacer
accesible el aprendizaje
Una mala práctica de la evaluación es aquella que consiste
en identificar a alumnos y alumnas diferentes, que requieren ayudas especiales
y que quizá requieran emplazamientos específicos. Este tipo de prácticas ha
dado lugar a poner etiquetas a ciertos alumnos (o sea, a discriminarlos), a
construir respuestas encasilladas, a limitar posibilidades y oportunidades y a
visualizar esta concepción general de la diferencia mediante la creación de
recursos segregadores.
En lugar de prácticas evaluativas como las anteriores, se
requiere optar por una visión interactiva y contextual de las necesidades
educativas (en sentido amplio), que permita identificar las barreras de acceso
y participación en el aprendizaje por parte del alumnado, adoptando una
respuesta a la diversidad, personalizada, que ofrezca oportunidades suficientes
para aprender y en la que la responsabilidad recaiga en todos los miembros de
la comunidad educativa.
Tesis 3. La
evaluación requiere de la participación de toda la comunidad, no sólo del
alumnado
El alumno es evidentemente una parte central en los procesos
de evaluación, pero lo que da sentido a la evaluación es la presencia y la
participación del conjunto de la comunidad: sin la implicación de los
diferentes agentes educativos en el proceso de información, análisis, reflexión
y acción, no es posible llevar a cabo mejoras sustanciales.
Diseñar los procesos de evaluación supone responder a
cuestiones como a quién se evaluará, qué se evaluará, quién evaluará, con quién
se evaluará, cómo se evaluará, para qué se evaluará, cuándo se hará y a qué
conducirán los resultados de la evaluación. Se trata de preguntas que requieren
respuestas meditadas y que necesitan de un consenso y de la implicación de la
institución escolar. Para ello es preciso crear espacios de participación en
igualdad de condiciones, es decir, asegurar espacios donde sea posible dar voz
a todos los implicados y, a su vez, respetar el valor de cada una de las
aportaciones.
Tesis 4. La evaluación
tiene que ser negociada, no impuesta
Para cumplir su función de ayudar a tomar decisiones que
repercutan en un aprendizaje de más calidad, la evaluación tiene que ser
negociada, haciendo copartícipe y corresponsable al alumnado del proceso de
aprendizaje.
Alumnado y profesorado necesitan de la evaluación, en cada
una de las fases de la secuencia formativa. En la fase inicial el profesorado
necesita poder diagnosticar y pronosticar, mientras que el alumnado requiere
ser consciente de sus conocimientos previos y ubicarlos con relación a los que
se desarrollarán a lo largo del tema o de la unidad didáctica. En la fase de
desarrollo de la secuencia formativa, el profesorado necesita conocer los
errores, los aciertos y los obstáculos que dificultan el proceso de
aprendizaje; el alumnado necesita obtener información que le ayude a gestionar
sus errores, a ser consciente de lo que está haciendo bien y, en definitiva, a
autorregular su proceso de aprenderaprendizaje. En la fase de cierre, el
profesorado tiene que hacer una evaluación sumativa y el alumnado necesita de
una evaluación que le permita sintetizar su aprendizaje y ser consciente de lo
que ha aprendido y de lo que no, de cara a enfocar su acción en nuevas
secuencias formativas.
Para que la evaluación cumpla estas funciones, alumnado y
profesorado tienen que compartir los criterios y los indicadores, así como las
consecuencias, que, sólo en algunos casos, tienen que ser de tipo acreditativo.
Tesis 5. Se evalúa la
capacidad de autonomía para aprender, más que la dependencia
El desarrollo de la autonomía que conduzca progresivamente
al alumnado a ser cada vez más capaz de tomar decisiones sobre su propio
proceso de aprendizaje y sobre su propio proceso vital en general tiene que ser
una de las finalidades fundamentales de la educación.
Consecuentemente con ello, hay que evaluar la adquisición de
esta autonomía por parte del alumnado. La evaluación tiene que ayudar al alumno
a aprender a evaluar su proceso de aprendizaje y a tomar decisiones para mejorarlo,
ya que ello forma parte esencial del aprender a aprender.
También es importante la evaluación del profesorado:
recursos utilizados, metodología, distribución del tiempo, tratamiento de la diversidad... Y,
en esta evaluación, hay que analizar si se está ayudando a desarrollar la
autonomía del alumnado o, por el contrario, utilizamos la evaluación como
mecanismo para desencadenar actitudes dependientes (donde los criterios y el
conocimiento están en manos exclusivamente del profesorado).
Tesis 6. De la
evaluación única y homogénea a la evaluación diversificada y flexible
La evaluación tiene que ser flexible y diversificada, así
como continuada. Hay que evaluar desde la individualidad teniendo en cuenta el
grupo. Es importante observar la evolución continuada del alumno o alumna. Hay
que proponer actividades en las cuales el alumnado refleje lo que ha aprendido
y no olvidar la importancia de compartir los criterios de evaluación y de
analizar conjuntamente el porqué de los resultados. Hay que preguntarse si
realmente estamos evaluando lo que deseamos evaluar. Para atender a la
diversidad hay que utilizar técnicas de evaluación distintas, por ejemplo:
• Pruebas, controles, preguntas orales y escritas, de forma
prevista e imprevista (para la evaluación del aprendizaje de contenidos).
• Tareas, trabajos y proyectos, individuales y en grupo;
ejercicios de clase, deberes, observaciones... (para la evaluación continuada).
• Observación de la actitud: la predisposición para
aprender, la participación, cooperación, puntualidad... (esta evaluación tiene
en cuenta aspectos emocionales).
En cada una de las fases de la secuencia formativa (inicial,
desarrollo, cierre) la evaluación proporciona información que ayuda al
profesorado y alumnado a tomar decisiones para enfocar las tareas, para
modificarlas o para hacer una valoración al final de un proceso. Esta
evaluación no tiene por qué realizarse con un mismo tipo de actividades ni en
el mismo momento.
Tesis 7. Evaluamos
para dar importancia al hecho de aprender
Tenemos que evaluar para asegurarnos de que todo el alumnado
aprende, para ver el progreso, para conocer qué conocimientos se están
adquiriendo y cuáles quedan por aprender. La evaluación nos ayuda a desarrollar
un plan educativo que se adecue a las necesidades del alumnado.
También nos ayuda a conocer si el proceso de enseñanza y
aprendizaje se está desarrollando de manera adecuada con relación al alumnado,
la materia y otros factores (metodología del profesorado, por ejemplo). Pero la
evaluación, por encima de todo, debe permitir hacer un seguimiento
personalizado del alumnado y adaptar los contenidos y las estrategias a sus
necesidades, y también para informar a la familia y hacerla partícipe.
Extraído de:
Núria Giné, Begoña Piqué. (2007). Aula de Innovación
Educativa. [Versión electrónica]. Revista Aula de Innovación
Educativa 163-164
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