¿Por qué debe existir una autoevaluación en el docente? ¿Qué tipos reconocemos? ¿Para qué sirve una autoevaluación? ¿Qué aspectos puede cubrir? ¿Qué medios podemos utilizar? ¿En qué consiste el uso del Portafolios como técnicas de autoevaluación? ¿Qué deficiencias pueden observarse en la autoevaluación del docente?
La autoevaluación del profesor, es el único medio de
fundamentar un desarrollo profesional y llevarlo a cabo dentro de la autonomía
personal. Esta autonomía en el desarrollo profesional no es posible conseguirla
en interacciones externas de formación y/ o evaluación. Fundamentalmente,
porque no se trata de algo que pueda imponerse ni ser producto de censuras derivadas
de una heteroevaluación; sino que debe ser fruto del reconocimiento propio,
desde las posibilidades personales percibidas por el propio agente.
Existen diversos modelos y técnicas mediante los cuales
puede llevarse a cabo la autoevaluación de manera formal y sistemática. Solabarrieta
ofrece como una posible clasificación. En ella se distinguen la clase de
autoevaluación de acuerdo con tres tipos generales de estrategias:
• Autoevaluaciones individuales, que se caracterizan por no
requerir de manera forzosa la colaboración de otra persona.
• Autoevaluación con feedback; en éstas compañeros,
supervisores o alumnos ofrecen retroalimentación; y
• Autoevaluaciones interactivas, se lleva a cabo gracias a
procesos muy sistematizados de análisis compartidos con otras personas.
Esta clasificación aborda todas las posibilidades con
respecto al cómo llevar a cabo una autoevaluación. Sin duda que tanto la
autoevaluación con feedback como la interactiva nos parecen de una gran
riqueza, puesto que constituyen una fuente de información más amplia y, por
tanto, más objetiva. Esta clase de evaluaciones de la propia actividad está más
cerca de la heteroevaluación, constituyendo un punto intermedio entre una
evaluación externa e interna, la que, según nuestra perspectiva de las
necesidades evaluativas del docente, sería más ideal. Nos parece relevante
hacer notar que un trabajo de esta envergadura para que sea real debe ser
aprendido gradualmente, de aquí que pensemos que estas tres estrategias
generales deban ser consideradas en distintas graduaciones, desde la más
simple: autoevaluación individual, hasta la más rica y compleja: autoevaluación
interactiva.
En función de esto último, creemos que cualquier experiencia
de autoevaluación que se inicie debe partir desde el trabajo individual, para
que el profesional se prepare desde la autocrítica a exteriorizar su labor y la
valoración de ésta.
Otra clasificación propuesta por el mismo Solabarrieta, es
aquella que se estructura de acuerdo con los instrumentos o técnicas que se
emplean para la obtención y análisis de la información:
Modelos basados en los juicios realizados por los propios
profesores a partir de cuestionarios de autoevaluación. Partiendo de la
consideración de cuestionarios de tipo estándar se intenta tratar el tema de la
evaluación del profesor de un modo no amenazador; fijar un núcleo de ideas
sobre lo que significa una enseñanza eficaz; establecer una base común en
cuanto a la terminología empleada; personalizar el documento en relación al
centro como un todo; y fijar un procedimiento para el uso individual o
colectivo del instrumento.
Modelos de autoevaluación en los que se recurre a
grabaciones en audio y vídeo de la propia actuación. Se parte de la creencia de
que la autoevaluación ha de servir para mejorar el conocimiento que el profesor
tiene de su propia actuación; se pretende que el profesor contraste su punto de
vista con informaciones más objetivas, provenientes de grabaciones de su
actuación.
Modelos de autoevaluación en los que se recurre a un
feedback externo procedente de observaciones o valoraciones, predominantemente
cuantitativas, de compañeros, supervisores o alumnos. Estos modelos persiguen
el contraste entre las creencias del profesor sobre su enseñanza y otros puntos
de vista, es decir, que se trata de un sistema de los llamados híbridos. Los
estudios más conocidos en esta línea corresponden a Larry Barber. Barber
propuso el sistema de autoevaluación mediante compañeros; se trata de un
sistema de autoevaluación que cubre aspectos sumativos y formativos, diseñado
para satisfacer tanto a los propios profesores como a los administradores y a la comunidad. Refiriéndose
al patrón común que une a los sistemas híbridos, Barber detalla las siguientes
acciones:
(1) Identificación de los propósitos, fines u objetivos;
(2) Preparación de un plan de enseñanza;
(3) Entrevista previa a la observación, con el fin de que el
profesor identifique claramente la conducta que va a observar el supervisor,
cómo se van a guardar las posibles grabaciones, cómo se le va a proporcionar el
feedback y qué condiciones de confiabilidad se van a respetar;
(4) Enseñar la lección, grabar la enseñanza, obtener el
material acordado en la entrevista previa a la observación;
(5) Autoevaluación del profesor de la conducta docente.
Modelos definidos en términos generales como cualitativos.
En este grupo se incluyen principalmente programas formativos que se utilizan
con el propósito de fomentar la reflexibilidad docente. Habitualmente estos
modelos recurren a diarios y registros narrativos.
Detrás de cualquier tipología dada con respecto a la
autoevaluación, debería haber una concepción teórica que oriente y ordene las
técnicas de recogida y análisis de la información y que respondan a las
concepciones de enseñanza y educación que se manejan. Ambas clasificaciones son
compatibles y coincidentes en los puntos básicos propios de la autoevaluación.
Actualmente, existen varias experiencias de autoevaluación
del profesor sin llegar aún a implantarse como una metodología de trabajo fija
tanto para la evaluación de la propia actividad como para el desarrollo
personal, la rendición de cuentas o la misma formación inicial. El Centro para la Educación Vocacional,
Investigación y Desarrollo de Minnesota, entre 1994 y 1995, ha llevado a cabo
una experiencia del tipo de evaluación interactiva. Mediante el entrenamiento
de un grupo de profesores en técnicas de autoevaluación y la preparación de un
grupo que actuaría como orientador del proceso. Otras prácticas de
autoevaluación de profesores se han estructurado en torno a indicadores de la
actividad del tipo proceso-producto; los cuales pueden ser enriquecidos gracias
a la consideración de las necesidades de administradores y criterios y
estándares acerca de la naturaleza de la profesión docente..
Con respecto a los
medios a través de los cuales el profesor puede tasar su propia práctica
docente, Barber señala como técnicas existentes las siguientes:
·
Retroalimentación proporcionada por cintas de
vídeo y audio.
·
Hojas de autoclasificación.
·
Informes elaborados por el propio profesor.
·
Materiales de autoestudio.
·
Modelaje.
·
Observación realizada por una persona ajena.
·
Cuestionarios.
·
Uso de un asesor, un experto o un colega.
·
Comparación de estándares.
La retroalimentación por medio de grabaciones figura como
una de las más populares y potencialmente la más rica de las técnicas de
autoevaluación, pues permite al sujeto evaluado verse a sí mismo como lo ven
los demás. Debido a la característica señalada, se le denomina confrontación
con uno mismo. Carrol describió un modelo de confrontación con uno mismo y
discutió tres estrategias de autoevaluación basadas en dichos medios; las
estrategias corresponden a:
(1) microenseñanza;
(2) proceso de rememoración interpersonal; y
(3) análisis de interacción.
Las hojas de autoclasificación, por su parte, son
instrumentos escritos que requieren que el profesor se puntúe a sí mismo en lo
referente a una diversidad de capacidades pedagógicas citadas en la misma,
pudiendo ser de escala numérica (cuantitativa) o verbal (cualitativa). El
instrumento que se opone a éste son los cuestionarios, herramientas entregadas
a alumnos u otros, involucrados directos en el proceso de enseñanza aprendizaje,
para ser cumplimentados.
Similares a las hojas de autoclasificación, pero de un
carácter más espontáneo, son los informes elaborados por el mismo profesor,
utilizan un formato abierto que consiste en respuestas a preguntas relacionadas
con la instrucción.
Otra de las técnicas enunciadas, los materiales de
autoestudio, son programas diseñados de tal modo que el propio profesor pueda
valorar y analizar su estilo de enseñanza, así como investigar técnicas y
materiales alternativos, adquieren normalmente la forma de un texto programado.
Con el fin de buscar una referencia externa se han
desarrollado las observaciones realizadas por personas ajenas al proceso; se
utiliza para ello a un observador desinteresado que se limita a registrar sus
observaciones, luego entrega los datos al sujeto evaluador para que realice el
análisis correspondiente. Una variante de esta técnica sería el uso de un
asesor, un experto o un colega, que si bien está más cercano a la actividad
docente, no lleva a cabo la evaluación; sino que, simplemente, ayuda al
profesor objeto de la evaluación a establecer la forma en que se llevará a cabo
el proceso y a ponerlo en práctica.
La comparación de estándares se refiere al cómo ejecutan los
profesores sus responsabilidades con respecto a la descripción de su trabajo y
los objetivos que han establecido para sí mismos.
Desde otra perspectiva, la técnica de modelaje se despliega
mediante la observación de ejemplos de una enseñanza de alta calidad con el
objeto de imitarla; los profesores evalúan sus propias acciones con las
utilizadas por el profesor experto. Comúnmente, se emplean observaciones de actividad
de experto de grabaciones.
Mediante las entrevistas, el sujeto que se evalúa puede
obtener la perspectiva externa; éstas pueden ser abiertas o estar definidas
previamente, las personas entrevistadas deben ser las idóneas tanto por el
nivel de conocimiento que puedan proporcionar como por la actitud frente a este
tipo de evaluación.
Más recientemente se ha manejado en la autoevaluación de la
práctica docente el análisis de los documentos curriculares redactados por los
propios profesores como guía para la práctica, análisis que se realiza
siguiendo ciertas pautas y criterios preestablecidos. Este medio es un hábito
de evaluación más o menos frecuente en diferentes administraciones e
instituciones de Estados Unidos; un ejemplo es la utilización del conocido
portafolio como una herramienta de entrenamiento y preparación en habilidades y
técnicas de autoevaluación, el que, además, otorga experiencia al aprendiz de
maestro. El uso del portafolio tiene tres propósitos:
(1) evaluación de la actividad;
(2) rendición de cuentas; y
(3) acreditación laboral.
Por otro lado, ayuda a la clarificación de metas, a
comunicar procedimientos y a la elaboración de informes.
Varias de las técnicas de autoevaluación ofrecidas entregan
una visión parcelada o posiblemente alterada de lo que realmente está
ocurriendo. Por tal razón, consideramos como alternativa nueva y enriquecedora
la utilización de más de una técnica de las descritas o el acoplamiento de
alguna de ellas, con ello se pretende que los puntos débiles de determinadas
técnicas puedan equilibrarse gracias a la combinación de éstas con otros
procedimientos. Creemos que cualquiera que sea el procedimiento usado, conviene
que éste sea contrastrado con otros con el fin de enriquecer la apreciación y
el juicio al que el profesor pueda llegar por la utilización de una única
técnica. Gracias a que será el propio docente evaluado/evaluador el que
seleccione las técnicas, se espera que no existan resistencias con respecto a
los resultados obtenidos por las diferentes vías. Aparte de este beneficio
propio de la autoevaluación, vislumbramos sólo un problema al respecto y es que
el rigor objetivo puede ser pasado a llevar debido a que se seleccionen
aquellas técnicas de mayor conveniencia valorativa1.
La autoevaluación tiene el potencial de mejorar el
comportamiento pedagógico, tal vez, más eficaz y rápidamente que cualquier otra
técnica conocida. Cuenta con el mayor nivel al que se puede aspirar de
participación y compromiso del profesor a quien se evalúa. Fomenta la autocrítica
y el desarrollo personal, puesto que se articula bajo características
semejantes a las de la investigación-acción y, como consecuencia, promueve el
desarrollo de una formación continua. Pero no todo son beneficios, la
autoevaluación cuenta con varias desventajas a las que hay que hacer frente si
se pretende seguir esta línea de evaluación docente. Las deficiencias más
importantes siguiendo las planteadas por Barber serían:
• Falta de objetividad. No se puede ser totalmente objetivo
si uno mismo es a la vez agente y paciente de la evaluación.
• Los individuos tienden a considerarse buenos
profesionales. La evaluación honesta y objetiva es difícil.
• La evaluación puede convertirse en una forma de
autojustificación.
• Los profesores mediocres tienden a ser menos exactos en su
autoevaluación que los profesores competentes.
• Si se utiliza un asesor, hay tendencia a depender de éste
en lo que a la realización de la evaluación se refiere.
• Posee un potencial inherente de autoinculpación si los
datos se utilizan sumativamente.
• Dificultad para cuantificar la evaluación.
• Tendencia a centrar la evaluación en los aspectos externos
como: presencia personal, maneras, etc., en vez de preocuparse por cuestiones
pedagógicas de la actividad misma de enseñanza.
En la misma línea de Barber, planteamos como modo de superar
parte de las dificultades presentadas por la autoevaluación la utilización de
sistemas híbridos o empleo de más de una estrategia de autoevaluación.
Sumamos a lo anterior, la necesidad de formar al profesor
para que desarrolle sus propias estrategias para valorar su actividad, desde
una perspectiva de autoformación.
Estamos lejos de pretender plantear la autoevaluación como
la solución a todas las deficiencias que surgen en torno a la evaluación del
profesor y de su actividad. Buscamos, más bien, un punto de partida para el
desarrollo de una crítica constructiva ante la evaluación interna y externa,
como estrategia de implicación del profesional en su actividad; y favorecer la
apertura de horizontes para el desarrollo personal.
Extraído de:
FUENTES-MEDINA, Myriam E. & HERRERO SÁNCHEZ, Jesús R.
(1999). Evaluación docente: Hacia una fundamentación de la autoevaluación.
Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del
Profesorado.