¿Es la autoevaluación docente, una alternativa para superar la disonancia a la que se enfrenta el profesor con la evaluación externa? Se trata de un recurso óptimo de profesionalización y formación docente en el marco de la investigación-acción. En este marco, ¿qué sentido adquiere esta autoevaluación? ¿Bajo que supuestos se sustenta? ¿Qué pasos son necesarios para concretar una autoevaluación docente eficaz?
La autoevaluación es aquella evaluación donde agente
evaluador y sujeto evaluado coinciden. Planteamos que una evaluación eficaz del
profesor que conlleve la mejora de la enseñanza y, como consecuencia, una mayor
efectividad de la escuela, debe iniciarse desde la capacidad de autocrítica del
profesor. Además, cuando un profesional acostumbra a evaluar de manera
sistemática su actividad tendrá mayor probabilidad de convertirse en un sujeto
abierto al juicio externo. Con esto no queremos decir que la evaluación que se
realiza del profesor, en la que se consideran diferentes fuentes distintas de
él mismo, no pueda tener cierta eficacia; sino que una vez que el profesor ha
sido capaz de realizar autoevaluación ayudado por distintas técnicas
considerará más válidas las fuentes y técnicas de evaluación externa y, por lo
tanto, tenderá a un mayor compromiso con la mejora de la educación, más
flexible y más abierto al cambio.
Por esta razón, se intenta desarrollar un enfoque más
completo basado en nuevos métodos de evaluación, en la elaboración de múltiples
líneas de comprobación y en la consideración de nuevos marcos conceptuales.
Creemos fundamental que el profesor tenga cierto control sobre la evaluación. En
palabras de Peterson, la evaluación controlada por el profesor comunica una
serie de importantes mensajes: primero, apoya los datos que se han reunido
gracias a la utilización de fuentes diversas; segundo, permite considerar y
fundamentar la gran diversidad que existe en cuanto al rendimiento de los
diferentes profesores; tercero, los profesores son los mejores conocedores de
su propia situación por lo que se puede confiar en la aportación que puedan
realizar a la evaluación.
La implicación del profesor en su propia evaluación puede
incluso contribuir a mejorar la relación entre éste y el equipo directivo y/ u
orientador del Centro, porque desaparecería el papel de juez y fuente única de
manejo de los datos. Peterson llega a afirmar que: “hasta que no tengan lugar mejoras significativas, la evaluación del
profesorado seguirá siendo algo que se hace a los profesores en vez de ser algo
hecho por los profesores”, o, como plantea Iwaniki, al considerar como
propósito fundamental de la evaluación el desarrollo profesional desde una
perspectiva integrada para la mejora de la escuela: “En la fase de desarrollo profesional continuo, el profesor no es
evaluado por un administrador o supervisor. Él mismo es el evaluador”.
Compartimos el juicio de Nieto Gil de que es una realidad
imprescindible que el profesor evalúe su trabajo profesional para hacer posible
el perfeccionamiento en el ejercicio, por una parte; y, por otra, para ser
investigador que estudia el aprendizaje de sus alumnos y las relaciones de
aquel con su propia enseñanza, con el fin de poder aportar datos y reflexiones
que permitan contribuir a la realización de la evaluación del Centro. Asimismo,
creemos que la mejora de la práctica de la enseñanza por medio de la
autoevaluación aportará una reducción del fracaso escolar.
Básicamente, la autoevaluación docente consiste en la
realización de juicios acerca de la propia enseñanza. La autoevaluación puede
desarrollarse desde distintas instancias, partiendo de determinados supuestos,
en busca de ciertos objetivos, aplicando un tipo de gestión u organización, a
través de procedimientos y técnicas diversas y considerando a una audiencia en
particular.
Este tipo de evaluación se sustenta en las siguientes
creencias:
• Los profesores están en una permanente búsqueda de
excelencia.
• Los profesores se evaluarán a sí mismos y modificarán su
rendimiento siempre y cuando se les proporcione suficiente información y/ o
participación; y
• Los procedimientos de evaluación proveen retroalimentación
diseñada para ayudar a los profesores a emitir juicios acerca de cómo mejorar
su enseñanza.
Estas creencias se erigen como principios frente a los
cuales la evaluación realizada por el mismo profesional con respecto a su
desempeño, eficacia y flexibilidad, se torna una tarea fundamental y necesaria
a la hora de una reflexión en torno a la calidad de la docencia.
Desde la perspectiva que comentamos, la autoevaluación sería
un importante mecanismo para el desarrollo personal, porque el profesor que
participe en ella estará motivado en lo que a su crecimiento y mejora se
refiere.
Bailey identificó siete pasos para realizar una
autoevaluación eficaz:
• Adoptar una visión global filosófica que examine los mitos
que rodean la autoevaluación.
• Necesidad absoluta de utilizar cintas de audio y vídeo.
• Identificar capacidades y comportamientos pedagógicos
básicos para su posterior análisis.
• Identificar elementos de análisis básicos de carácter
verbal.
• Identificar elementos de análisis básicos de carácter no
verbal.
• Aprender a planificar y evaluar los comportamientos
pedagógicos identificados.
• Utilizar hojas de observación.
Estos pasos conducirían las tres instancias fundamentales
que marcan la eficacia de una autoevaluación. Primero, identificar
correctamente el comportamiento pedagógico actual; segundo, identificar y
mejorar las áreas problemáticas o puntos débiles mediante la práctica de nuevos
comportamientos, manteniéndose aquellos que se determinen como puntos o áreas
fuertes; tercero, someter los nuevos comportamientos, a su vez, a evaluación
con el fin de determinar su eficacia. Como se puede ver, siguiendo el
transcurso normal del proceso, éste se desarrollaría de manera cíclica como
retroalimentación constante.
Los pasos enunciados nos parecen los apropiados, aunque no
estamos de acuerdo con el carácter sine qua non que el autor atribuye al uso
del audio y vídeo. La realidad de cada profesor en un Centro educativo
determinado y su propia manera de enfrentarse a la docencia pueden ser
justificantes de que el uso del vídeo no en todas las ocasiones puede ser
absolutamente positiva. Hasta ahora muchas de las propuestas de evaluación del
profesor, fundamentalmente del docente universitario, se han estructurado en
torno a la utilización del vídeo con más o menos éxito. Trasladar, sin más las
experiencias de evaluación de docencia en Educación Superior a la realidad de
centros docentes de primaria y secundaria, donde las condiciones u organización
de trabajo difiere de la vivida por los docentes universitarios, puede conducir
a una representación y estimación errónea de la realidad.
Extraído de:
FUENTES-MEDINA, Myriam E.; HERRERO SÁNCHEZ, Jesús R.
(1999).
Evaluación docente: Hacia una fundamentación de la autoevaluación.
Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado.
Evaluación docente: Hacia una fundamentación de la autoevaluación.
Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado.