miércoles, 23 de noviembre de 2016

¿Qué entendemos por aprendizaje?

Etimológicamente, la palabra aprender proviene del latín apprehendère: de ad, a, y prehendère, percibir. Por su parte, Stephen P. Robbins (2004) define el aprendizaje como “cualquier cambio relativamente permanente en la conducta, como consecuencia de una experiencia”.


A través del aprendizaje se adquieren o modifican habilidades, destrezas, conocimientos, conductas o valores, debido a la experiencia y no a factores madurativos o biológicos, o que dependan exclusivamente del funcionamiento interno del organismo. Prácticamente todas las definiciones de aprendizaje, independiente de las teorías en que se sustenten, tienen en común los siguientes aspectos:
• Se trata de un proceso que conduce a algún resultado,
• Involucra cambio o transformación en la persona, ya sea en su comportamiento, en sus estructuras mentales y cerebrales, en sus emociones, etc.
• Se produce como resultado de la experiencia

Ahora bien, hay tres aspectos que requieren ser considerados cuando se pretende evaluar la adquisición del aprendizaje. El primero, tiene que ver con que el aprendizaje es un proceso interno que tiene lugar en el sujeto que aprende. No es posible, por lo tanto, llevar a cabo una observación directa del aprendizaje, sino, más bien, constatar algunos de sus efectos y consecuencias: cambios en la conducta, nuevas capacidades de hacer, incluso, modificaciones neurológicas en el cerebro. Desde este punto de vista, vale la pena considerar lo que actualmente plantea la Neurociencia en relación al aprendizaje que, en el fondo, se está refiriendo a los efectos del aprendizaje en el cerebro humano.

Cabe mencionar que la Neurociencia puede entenderse como un conjunto de campos científicos y áreas de  conocimiento diversas que bajo distintas perspectivas y enfoques abordan los niveles de conocimiento vigentes sobre el sistema nervioso.

La Neurociencia comprende varias ciencias relacionadas entre sí, cuyo objeto de estudio es el sistema nervioso y, en particular, la relación que existe entre la conducta y el aprendizaje y la actividad del cerebro, incorporando disciplinas tan variadas como la biología molecular, la neuroanatomía, la fisiología, la química, la neuroinmunología, la genética, las imágenes neuronales, la neuropsicología, las ciencias computacionales, la sicología cognoscitiva, la lingüística, la antropología física, la filosofía y la inteligencia artificial.

Desde el punto de vista de la neurociencia, el aprendizaje consiste en el cambio de las conexiones sinápticas que, a su vez, provocan diferencias en el pensamiento y el comportamiento. Las estructuras del cerebro son modificadas por el aprendizaje, a través de nuevas conexiones y Redes Hebbianas. Se trata de una actividad continua y que, mientras continúe por más tiempo, más efectivo es (OCDE, 2007)

Actualmente la visión que posee la neurociencia en torno al aprendizaje, está aportando un conjunto de conocimientos que permiten entender y abordar el proceso educativo. Varios de los descubrimientos generados a partir de las investigaciones de la neurociencia sugieren que la escuela actual inhibe y dificulta el aprendizaje, desde el momento en que configura un espacio de trabajo basado en las amenazas y el temor, en lugar de fomentar emociones de seguridad y confianza, asociadas a un ambiente de actividades desafiante y motivador. El segundo elemento a considerar es que, al hablar de aprendizaje implícitamente estamos incorporando una valoración en el cambio de comportamiento de la persona o del organismo que aprende.

Los organismos están en permanente proceso de transformación al interactuar con el medio. Algunas de estas transformaciones son voluntarias, otras involuntarias; algunas ocasionales y otras duraderas o permanentes. No todas estas transformaciones se consideran y se evalúan como aprendizajes. Por ejemplo, un niño de preparatoria que asiste a la escuela no el aprendizaje sólo aprende a sumar o a leer un texto escrito. Aprende, también, a relacionarse con sus compañeros de clase, con su profesor o profesora, con el sexo opuesto, con la autoridad, con los adultos que no son autoridad; aprende a andar en bicicleta o en patines, a hacer equilibrio por el borde de la cuneta, a cruzar las calles; aprende y memoriza el nombre de los personajes de sus series favoritas; aprende a escuchar a música y a jugar con el teléfono móvil y con una consola.

Hace miles de inventos y aprende a jugar a la pelota o a las escondidas. Más tarde aprenderá a besar y, cuando sea adolescente, es muy probable que aprenda a relacionarse afectiva y sexualmente con otras personas. ¿Acaso no son aprendizajes todas estas transformaciones que van tendiendo las personas al interactuar con el medio, a medida que crecen y se desarrollan? ¿Acaso estas transformaciones no involucran un cambio en las conexiones sinápticas del cerebro que, a su vez, provocan diferencias en el pensamiento y el comportamiento? ¿No son, acaso, muchas de estas transformaciones más duraderas y permanentes que la gran mayoría de los datos que los niños memorizan para una prueba y que al poco tiempo olvidan? ¿Está, realmente, la escuela evaluando aprendizajes?

Y más en el fondo, todavía, ¿los sistemas de educación formal se están haciendo cargo de los aprendizajes importantes y duraderos que generan en las personas, no sólo a través de aquello que declaran en el currículum, sino, principalmente, mediante aquello que no declaran y que se configura mediante el hacer (currículum oculto)? La respuesta, con seguridad, es no. Por último, un tercer elemento a tomar en cuenta es que el aprendizaje involucra siempre una forma de adaptación. Quien aprende, se adapta. Bien o mal, pero se adapta. Depende del ojo de quién observa o de quien emite un juicio. El aprendizaje no ocurre en abstracto. Tiene que ver con la manera en que un organismo genera respuestas ante una situación determinada, para conseguir adaptarse. Entender las cosas de esta forma, en el caso del aprendizaje de los seres humanos, nos conduce a considerar el tema de los fines en las acciones. Se da por supuesto, por ejemplo, que el aprendizaje que los adultos exigen a los niños a través del currículum explícito, es el aprendizaje que ellos más necesitan y que están buscando para adaptarse en el medio en que interactúan. Efectivamente, en muchos casos pueden necesitarlo para obtener cierto tipo de recompensas y evitar determinadas amenazas y castigos, configurados por el mundo adulto, en el sistema educativo.

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando la adaptación del estudiante, ante las exigencias que realiza el sistema educativo a través del currículum explícito se contrapone a la adaptación que este mismo niño puede necesitar frente al proceso de socialización con sus pares o, incluso, frente a su propia curiosidad y/o motivación para desarrollarse en el entorno al que pertenece? Gran problema. ¿No será, acaso, esta incongruencia entre las exigencias que hace la escuela y las necesidades reales que el niño tiene para adaptarse en su medio, la principal responsable del fracaso escolar?

Autor
Marcelo Rioseco Pais
DE LA DOMESTICACIÓN A UNA EVALUACIÓN LIBERTARIA
Reflexiones en torno a la evaluación educativa
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