La educación es una poderosa herramienta de la civilización para la
transferencia de valores y conocimientos. Esto es lo que ya sabemos. Pero, lo
que muchas veces no se toma en cuenta es que la educación requiere de un
sistema coherente y facilitador de las tremendas fuerzas que de las ideas
emergen. En Paraguay, el sistema educativo se expresa en la repetición continua
de un modelo rezagado no solo en la relación docente-alumno, sino también en su
misma pedagogía.
La raíz de este inconveniente está en su pernicioso verticalismo que,
pese a las buenas intenciones de sus funcionarios, el ministerio en el ramo es
el primer problema. La educación se encuentra atrapada y es incapaz de evitar
las decisiones de la matriz político burocrática, como en efecto se prueba
cuando miles de alumnos ingresan a aulas sin las debidas condiciones de
infraestructura, lo mínimo que se exige al sistema.
La extrema burocracia, verticalismo y politización hacen difícil responder
a las siguientes interrogantes que de la pedagogía emergen. ¿Qué estamos
enseñando? ¿Cómo enseñamos y para qué enseñamos? Estas preguntas requieren de
respuestas iluminadas no desde la concepción verticalista y burocrática, sino
desde una visión participativa, crítica, reflexiva de los protagonistas de la
educación; los maestros, alumnos y padres de familia.
Sin esos intercambios de ideas y propuestas no se podrá avanzar en temas
relevantes como la evaluación. Los estudiosos de la educación saben que si se
quiere cambiar el sistema educativo se debe abordar el modo de evaluación del
proceso enseñanza aprendizaje, de modo que los niños y jóvenes comprendan y
sientan lo que significa conocer y hacer más y mejor, mediante la participación
activa de sus maestros, quienes deberán mostrarse motivadores y no apáticos
intermediadores.
No debería sorprendernos que en el presente el sistema educativo tienda
a confundir la evaluación con la calificación. Parece muy obvio decir que los
exámenes no son la única manera de evaluar el aprendizaje; sin embargo, se ha
dejado de lado que el propósito del buen docente es la calidad del aprendizaje
de sus alumnos, por lo que pasar los exámenes y obtener títulos no son
indicadores fiables de la calidad educativa.
Aprender con el fin de aprobar exámenes supuestamente cada vez más
difíciles es el modelo tradicional de enseñanza que se viene implementando en
los niños y jóvenes. Este modelo provoca la desidia y el desinterés de
educadores y educandos, desvaloriza la educación al punto que se tienen muchos
docentes pero menos maestros.
Un sistema educativo hecho solo para aprobar y no para aprender tiene
fuertes efectos sobre los niños y jóvenes que así se instruyen en la creencia
de que los demás se deben hacer cargo de la cultura, la política y la economía,
siendo esta la mejor forma de dar cabida a los avivados de siempre que luego
ocupan altos cargos en los gobiernos.
Por: Víctor Pavón
Fuente: http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/el-sistema-educativo-para-aprender-no-solo-para-aprobar-1570889.html
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