La educación es una
acción eminentemente humana asociada al acontecer histórico, durante siglos se
ha vinculado al progreso social de cada región; en el caso de México el
artículo tercero constitucional, establece los criterios y objetivos generales
del sistema educativo, orientados en el progreso científico, los valores
nacionales, la convivencia humana, la laicidad y el desarrollo de los ideales
de fraternidad e igualdad, cuyo objetivo es la universalidad de la educación
básica. Durante años la imagen del docente en la sociedad, estaba asociada al
resultado de los alumnos, señalar cual era la mejor escuela, era sinónimo del
balance que los padres hicieran al desempeño de cada docente a partir de los
resultados de acreditación de los alumnos.
En la presente administración el
gobierno federal implanto la reforma educativa, con el objetivo de mejorar los
resultados y propiciar una educación de calidad; dicha reforma se convirtió en
un objetivo transversal, su intención se enfocó en el mejoramiento del servicio
educativo que se ofrece, en fortalecer la equidad, asegurar y garantizar la
calidad de la educación pública obligatoria para todos los mexicanos; así como
en la creación de un Sistema Nacional de Evaluación Educativa, que fuera el
encargado de regular el ingreso, permanencia y promoción de los mejores
docentes, respetando el marco de Ley de Servicio Profesional Docente; con
respecto al desempeño docente, la intención de la reforma educativa fue
ambiciosa, se consideró que mediante un concurso de oposición, los problemas
educativos iban a disminuir, y como consecuencia los resultados en las
evaluaciones estandarizadas mejorarían; se apostó por el resultado, y no por el
proceso; se utilizó la evaluación como una acción remedial, con la finalidad de
dar solución a los problemas estructurales del sistema educativo.
La evaluación docente en el
trascurrir de la reforma educativa, se ha distinguido por una serie de
imprecisiones ya reiteradas, que colocan en entredicho la veracidad o
pertinencia de la misma; sin embargo, evaluar a los docentes no es una
actividad propia de la reforma educativa, en los años setenta y principios de
los ochenta, la SEP se interesó por la recolección de información en las
escuelas, mediante un censo se identificaron los avances en materia de
aprendizaje de los niños, mismo que reflejaba de alguna manera el desempeño de
los docentes; en la década de los noventa, se desarrollaron y aplicaron pruebas
sobre el factor aprovechamiento escolar del programa carrera magisterial, la
intención se concretó en elevar la calidad de la educación, a partir del
reconocimiento y pago de estímulos y compensaciones a los docentes con
mayor puntaje; sin embargo aquellos docentes que no alcanzaran el estándar, no
tenían la posibilidad de obtener un reconocimiento laboral, ni económico, ni
mucho menos la posibilidad de estar matriculados en un curso de capacitación
para mejorar el desempeño profesional; ante dicha iniciativa por elevar la
calidad de la educación, la evaluación se puntualizó como la alternativa
fundamental para mejorar el desempeño de los docentes. En esa misma década se
aplicaron las pruebas internacionales TIMSS (1995), así como la del Laboratorio
Latinoamericano para la Evaluación de la Calidad de la Educación (1997) y PISA
(2000).
A partir del Acuerdo de Cooperación
México-OCDE para mejorar la calidad de la educación en el 2008, se elaboró un
diagnóstico de la situación educativa, mismo que sirvió para comparar los
resultados con países miembros de la OCDE. En dicho diagnóstico, se publicó el
informe “Mejorar las escuelas. Estrategias para la acción en México” en él se
anunciaron quince recomendaciones para mejorar los resultados de los
estudiantes y consolidar la calidad de la profesión docente, entre las que se
distingue:
- Definir la enseñanza eficaz.
- Mejorar la evaluación inicial docente.
- Abrir todas las plazas docentes a concurso.
- Mejorar el desarrollo profesional.
- Evaluar para ayudar a mejorar.
En la actualidad, los organismos
internacionales, exteriorizan su opinión respecto a la educación, algunos de
ellos, particularmente los que financian los proyectos educativos, se mantienen
atentos e interesados por homogeneizar la docencia, asumiendo que el desempeño
docente va de la mano con los modelos de educación estandarizados, enfocados en
la calidad de la educación.
En el 2011 como parte de la Alianza
por la Calidad de la Educación entre las autoridades educativas y el gremio
sindical (SEP-SNTE) se acordó profesionalizar a los maestros y autoridades
educativas; la firma del acuerdo, formalizó el concurso de oposición para el
ingreso y promoción, con la intención de fortalecer la planta docente y
seleccionar a los mejores candidatos para ser docentes.
A cuatro años de la aventura por
mejorar la calidad de la educación, la evaluación docente se convierte en el
eje rector de la política actual; a esta altura resulta necesario realizar una
distinción entre una evaluación que ha sido y es utilizada para justificar las
decisiones de una política pública, que sirve como herramienta de control y una
evaluación como estrategia formativa, que conlleve a visualizar las condiciones
y necesidades de profesionalización docente. Cuando la reforma no funciona en
la práctica como se había planeado, la sociedad suele hacer comentarios sobre
el sentido que tiene un cambio en el modelo educativo; evaluar el verdadero
efecto de las propuestas de una reforma, es una acción que requiere un
minucioso seguimiento, y congruencia entre las palabras de los políticos y las
necesidades institucionales que son más, que complejas. En un año electoral el
desarrollo de la evaluación, tiende a matizarse, hoy se aprecia un cierto
consenso en la idea de que el fracaso o el éxito de la reforma, va a depender
de los diferentes informes que se emitan con las bondades de lo que implica
evaluar, para mejorar el desempeño de los docentes.
El panorama de la evaluación no es
alentador, desde su implantación hasta el momento, se prioriza el nivel de
aplicación y aprobación de un examen y no así las características y necesidades
de cada una de las escuelas, pareciera que importa más, el número de evaluados,
que el propósito de profesionalizar; conviene subrayar que la evaluación
docente, debe constituirse como un aspecto articulado de acciones, dando pauta
a la diversidad y características del contexto y a la dinámica de una política
educativa congruente al desarrollo social y cultural; en este sentido,
considero que mejorar no es medir, medir es una condición de la evaluación, y
para mejorar no propiamente necesitamos evaluar.
Por: Jesús Andriano
Fuente: http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/267592
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