Algunos, insatisfechos con la vieja escuela que sólo califica
ciertos conocimientos académicos muy precisos (si se sabe sumar, si se puede
leer corrido, si se conoce la clasificación de las rocas...), proponen una
evaluación "integral" que debe tomar en cuenta no sólo los saberes
dominados, sino también rasgos muy completos y dificiles de juzgar como curiosidad
intelectual, actitud cooperadora, liderazgo, responsabilidad o iniciativa. Este
enfoque parece a primera vista un progreso. Pero implica graves problemas. Es
más claro y limpio recibir una nota basada en si se sabe restar con decimales o
escribir un dictado que ser juzgado y calificado por su "solidaridad"
o su "responsabilidad". La ideología del docente, de la escuela y,
más allá, la ideologia dominante en la sociedad pueden tener un peso demasiado
fuerte en estas calificaciones sobre valores, actitudes y conductas completas.
Además, el proceso es excesivamente complicado. Cada personalidad es
multifacética y honda, de tal manera que estos juicios globales abarcantes
escapan de las posibilidades del docente. Son grandes los riesgos de
equivocaciones serias, de estigmatización, de penalización al no conformismo,
de castigo a lo diferente, de arbitrariedad en suma.
No es que el educador no deba estar atento a tales rasgos
complejos, si debe estarlo. Lo que sugerimos es que esté pendiente de estas
características profundas de la personalidad de cada niño. Que tome nota de lo
que pueda captar de ellas. Que vea al niño como una persona y no como una suma
de parcelas. Y que diseñe, si es necesario, estrategias sutiles para ayudar a
cada niño a mejorar aspectos donde crea encontrar debilidades. Pero que lo haga
de manera muy cuidadosa y sin emitir juicios expresos calificativos del niño. Y
mucho menos juicios públicos. Son juicios que pueden afectar a los niños y que
no se está en capacidad de formular.
EI educador debe estar consciente de la complejidad de los
factores en juego y del riesgo de que lo común, lo usual en nuestro mundo, sea
el rígido patrón de medida. Es importante reconocer que la diversidad entre las
personas, en este caso los niños, es un rasgo positivo de la sociedad. No
tenemos por qué tratar de juzgar a todos nuestros estudiantes con base en un
"niño modelo" tomado como patrón. La diversidad es una ventaja
social. Y en su diversidad los niños pueden relacionarse y aprender unos de
otros y pueden explorar nuevas formas de ser y de sentir.
Desde luego, esto no quita que existan conductas francamente
negativas que haya que atender para superar.
Pero las evaluaciones "totalitarias" son un lastre antes
que un aporte. Una soberbia antes que una ayuda. Las opiniones de docente y
compañeros deben centrarse sobre trabajos y acciones concretas de cada
estudiante, y no sobre su persona como tal.
Extraído
de
LA EVALUACIÓN EN LA ESCUELA:
una ayuda para seguir aprendiendo
una ayuda para seguir aprendiendo
Autora; Aurora
LACUEVA*
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