En este contexto
de virtualización obligatoria de los espacios de enseñanza, quienes
tomamos la palabra y ponemos el cuerpo frente a las cámaras de un estudio de
televisión o de una computadora en una plataforma de encuentro quedamos
expuestos. Así sucedió con las docentes que cometieron los errores que
esta semana se viralizaron. Son numerosos los referentes del ámbito académico
que reconocen, lógicamente, haber cometido algún error en sus clases.
Considero importante
que nos detengamos a reflexionar sobre los discursos estigmatizantes y
autoritarios que surgieron en estos días. Puntualmente, sobre lo que esos discursos
transmiten y enseñan. Tratar a un docente como “un animal” es un gesto
de violencia y de descalificación que alimenta una manera de situarnos en el
mundo. La escuela no sólo educa en función a contenidos curriculares sino
también en valores, como el respeto por el otro.
Sin entrar en la
discusión sobre la formación docente --un tema clave en la mejora de la
educación que está de manera concreta en la agenda del gobierno antes, durante
y después la pandemia-- creo que es necesario revisar la idea del error y
las consecuencias negativas de su estigmatización. No sólo desde el
punto de vista del docente, sino también en relación al clima y las condiciones
de enseñanza que se brindan a las y los estudiantes para su desarrollo.
El gesto de
maestras y maestros que, a partir de un error, se corrigen y con humildad
recuperan esa situación enseña a sus estudiantes mucho más que lo que hoy las
redes sociales y los medios de comunicación enseñan al reproducir la
intolerancia, el autoritarismo y la soberbia. Porque también sabemos
que los medios, más allá del programa Seguimos Educando,
educan cotidianamente. Y por eso es lamentable ver la falta de respeto
a una docente que para muchos niños, niñas y jóvenes está siendo parte de su
educación.
La enseñanza conlleva
una responsabilidad ética. Al burlarse y criticar a una docente que
comete un error se transmite un discurso violento. Como sociedad tenemos
que aprender a respetar a quien se equivoca. Sólo perdiendo el temor a la
equivocación durante el proceso de enseñanza-aprendizaje podemos habilitar la
aparición de la creatividad y el surgimiento de ideas nuevas y
superadoras.
Por Por Mara Brawer
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