sábado, 18 de diciembre de 2010

LA EVALUACIÓN EN EDUCACIÓN: UN CAMPO DE CONTROVERSIAS

Autores
Zulma Perassi y Marcelo Vitarelli
LA EVALUACIÓN EN EDUCACIÓN: UN CAMPO DE CONTROVERSIAS
Desde hace más de una década un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de San Luis venimos trabajando en torno al impacto de las nuevas tendencias epistemológicas y las teorías de la subjetividad en el universo de las ciencias humanas y sociales. Esta inquietud que actúa como horizonte de posibilidad para pensar nuestras prácticas nos congrega al presente en relación a la configuración del campo de la evaluación educativa, entre otras preocupaciones. Para dar cuenta de dicha construcción consideramos oportuno aproximarnos a un análisis del mismo desde el modelo complejo de estudio en la línea del paradigma contemporáneo de las ciencias de la complejidad (Vitarelli, 2007). La evaluación educativa y la naturaleza de las culturas vigentes en relación con este objeto de estudio preocupan de una manera singular al considerar este campo como constitutivo del hecho educativo y sus múltiples implicancias en la realidad humano – social en que nos encontramos inmersos.


La evaluación educativa Zulma Perassi

Desde 1993 al presente la Profesora Violeta Guyot dirige en la Facultad de Ciencias Humanas, el equipo de investigación nacional (código 22/H516) “Tendencias epistemológicas y teorías de la subjetividad. Su impacto en las ciencias humanas”. UNSL, Argentina. El proyecto de investigación se desarrolla en tres líneas de acción complementarias, a saber: la psicología, la pedagogía y la historia. La línea pedagógica dirigida por el Mg. Marcelo Vitarelli trabaja en la investigación de las teorías educativas y las prácticas pedagógicas con especial interés en: el campo de la enseñanza; el universo de la evaluación y la dimensión de las prácticas profesionales; todos estos componentes tienen lugar para el trienio 2005-2007.

De este modo la pertenencia a un espacio de investigación nos hace reflexionar sobre la composición del mismo en relación a los cruces de miradas que tejen el entramado compuesto por campos de fuerza, flujos de intercambio y delimitación provisional de actores intervinientes. Las prácticas educativas de las cuales somos sujetos-objetos atraviesan nuestra cotidianeidad y se forjan como elementos reflexivos que proponen un repliegue del si mismo en vistas a una superación de lo existente. De tal modo que la indagación de cómo el espacio se viene configurando nos conduce a una línea inevitable de fuga en el orden de repensar las culturas evaluativas en su propio nivel de fundamentación (Perassi, Z – Vitarelli, M.; 2005). La evaluación aparece claramente como un dispositivo estratégico en el horizonte educativo atravesando saberes y prácticas institucionales y resignificando el lugar del sujeto en el debate contemporáneo. Por una parte el objeto de investigación nos remite a una serie de ejes categoriales que denotan distintas tensiones: saber/poder; vida cotidiana; teoría/práctica y situacionalidad histórica. Por otra parte la concreción del campo define su naturaleza a partir de una serie de niveles que interaccionan determinando ámbitos cada vez más globales: la realidad del aula; de la institución escolar; del sistema educativo y del sistema social. Los ejes categoriales junto a los niveles de interacción revelan concepciones de conocimiento y procesos de subjetivación que están a la base de nuevas culturas evaluativas en espacios democráticos, todo lo cual configura un campo de conocimiento sobre la evaluación de alta complejidad tanto en el análisis de su comportamiento como en la comprensión de sus tensiones. El Gráfico 1 aproxima a la configuración de este campo.

En la conformación de ese campo se focalizan dos instituciones fundantes del hecho educativo: la escuela y la universidad. En torno a ellas van articulándose diferentes objetos de evaluación, con las tipologías, formas e instancias valorativas particulares, que actualmente están vigentes en cada uno de los escenarios considerados.

Flujos de intercambios
Los flujos conforman movimientos de intercambio, de diálogo o de retroalimentación mutua que van instalando modificaciones y alentando la reconstrucción de alternativas, entre los distintos ámbitos y al interior de un mismo nivel de análisis. Estos movimientos van construyendo un tejido que relaciona de manera particular la escuela y la universidad, ambas organizaciones centrales en el desarrollo de este trabajo. La evaluación como proceso orientado a diversos objetos, atraviesa esta trama de vinculaciones delimitando una región clave, que a pesar de exhibir bordes difusos y todavía inciertos, va configurando un campo que impacta en la resignificación del caudal de flujos que surcan ese universo. La presentación de un flujograma como parte de este trabajo, permite realizar un mapeo inicial de los principales procesos que circulan en la realidad recortada, aquietando por un instante su dinámica, para desafiarnos a empezar a recorrer en un análisis profundo el vaivén de cada movimiento. Por la densidad que posee la realización de ese estudio y la acotación que se impone a esta presentación, sólo se enuncian acá los flujos más destacados y los procesos evaluativos que se habilitan en estos entrecruzamientos. Si bien se identifican los intercambios que ocurren entre los cuatro niveles considerados (el aula, la institución, el sistema educativo y el sistema social), el énfasis está puesto en el ámbito de las instituciones, por ser la escuela y la universidad las unidades de anclajes fundamentales en este abordaje.

A nivel del Aula

1. El aula de la escuela conforma un espacio generador de acontecimientos vinculados a la enseñanza y al aprendizaje. Ella se erige en proveedora de insumos de la realidad escolar que inciden en los procesos formativos. La contracara de este flujo, es el análisis que se realiza en el aula universitaria de las dinámicas producidas en el salón de clase. En este intercambio adquieren centralidad la evaluación de los aprendizajes y de los procesos de enseñanza.

A nivel de las Instituciones
2. El flujo principal que se produce en este ámbito es la promoción de egresados de la educación obligatoria (y post obligatoria) que ofrece la escuela, quienes ingresan al subsistema de educación superior. Transcurrido cierto tiempo en dicho nivel, si logran avanzar, egresarán del mismo portando capacidades y competencias profesionales. La evaluación de rendimiento académico es el soporte fundamental que garantiza fluidez. La segunda evaluación que reclama este movimiento se refiere a la congruencia existente entre el perfil profesional del egresado y las demandas del mercado laboral.

3. Es posible identificar un flujo de interacciones colaborativas entre la escuela y los centros de formación de educación superior. En el centro del intercambio se encuentra la evaluación de proyectos educativos.

4. El tercer flujo de inter-retro-acción que reconocemos en el ámbito institucional se refiere a las demandas de asistencia profesional que realiza la escuela a la universidad, la que responde con la propia generación de conocimiento científico que trasfiere no sólo a los centros escolares, sino que además a otras universidades, al sistema educativo y social. Esta función universitaria toma diversas formas: capacitaciones, asesorías, consultorías, publicaciones, etc. En este juego de relaciones está presente la evaluación de proyectos, de desempeño, de producción y la evaluación institucional.

5. La universidad desarrolla prácticas pre-profesionales y profesionales en los niveles de grado y postgrado, tanto en las escuelas, como en el sistema educativo y en el social. La evaluación de los aprendizajes y la de desempeño ocupan aquí el nudo de problematización.

6. La universidad efectúa lecturas diagnósticas de la realidad de las instituciones (escuelas, ministerios, universidad/es, etc.) y de los sistemas. En este movimiento, la evaluación externa se presenta como dispositivo clave, siempre que el objeto a evaluar no sea la propia institución universitaria. Cuando ello ocurre, se activan procesos de autoevaluación institucional o evaluación interna.

A nivel del Sistema
7. Tanto el sistema educativo provincial como el sistema social requieren a la universidad diversas participaciones profesionales ad hoc y planificadas. La comunidad enfrenta a las instituciones (escuela y universidad) con el derecho de la población a la educación. El sistema educativo nacional (preuniversitario) a través de los organismos de gobierno, demanda a las escuelas el desarrollo de ciertos contenidos curriculares para cada nivel. Por su parte, el sistema educativo universitario, reclama a sus universidades el cumplimiento de determinados estándares de calidad en el desarrollo de las carreras de grado y postgrado, en investigación y en la transferencia de conocimientos a la sociedad. Este flujo de variados intercambios convoca el concurso de la evaluación de la calidad como vértice de acción.

Principales agentes evaluadores
La identificación de los actores sociales que capitalizan la evaluación en cada nivel, permite interpretar las configuraciones de poder que se van definiendo en el espacio de la escuela y de la universidad. Constituirse en evaluador le exige al sujeto asumir la tarea de juzgar las acciones producidas por otro u otros, o bien tornarse otro frente a sí mismo, cuando la evaluación es auto referida. Pero esta función no prosperaría, de no mediar el reconocimiento social de los otros actores acerca del papel que aquel detenta. El ejercicio del rol de evaluador instala una asimetría en su relación con el objeto/sujeto evaluado, acusando una acumulación de poder en manos del primero que no siempre circula en beneficio de la mejora. Al focalizar el ámbito del aula (tanto en la escuela como en la universidad) resalta el monopolio que posee el docente como agente evaluador. Esta situación oculta tensiones que develan al menos dos dilemas a los que se enfrentan los profesores: A. La responsabilidad de promover en el aula condiciones para el ejercicio de la democracia entra en conflicto con su papel de único evaluador. B. La autoría de pensamiento y la capacidad de aprendizaje se ven amenazadas al no otorgársele al alumno la posibilidad de evaluar-se. De este modo, la práctica docente estaría denunciando una evaluación escindida del aprendizaje, cuando los discursos sostienen lo contrario.

Corresponde destacar que en el aula universitaria también al alumno es evaluador, aunque sus juicios generalmente son menos decisivos en la valoración de logros académicos. Supervisores, directivos, docentes, equipos técnicos provinciales y ejecutores de proyectos son quienes evalúan las escuelas de la provincia; mientras que los propios miembros de la comunidad universitaria, la CONEAU (a través de equipos de pares) y el propio Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación, son los encargados de evaluar las universidades. Una importante dificultad que se registra en este nivel es la ausencia de debates y acuerdos entre los distintos colectivos evaluadores para seleccionar los criterios de evaluación. Cada uno de ellos, opera desde procedimientos propios arribando a resultados poco compatibles entre sí. Esta situación se agrava en el ámbito escolar, donde la evaluación institucional no ha sido sistematizada ni formalizada en instrumentos comunes que la trasciendan como unidad. Cada miembro de un estamento emite su juicio de valor desde un modelo evaluativo particular - y personal- que no siempre se sustenta en sólidos conocimientos del campo de la evaluación. A nivel del sistema educativo focalizando la escuela, los evaluadores que se identifican más claramente son los equipos técnicos nacionales y provinciales, ejecutores de programas, jurados de concursos y funcionarios del Poder Ejecutivo provincial quienes concretan procesos evaluativos parciales que pocas veces se articulan entre si. En la universidad ocurre algo similar con la evaluación que realiza la CONEAU y el MECyT a través de equipos coordinadores de diversos programas –sean propios de la educación superior o compartidos con otros nivelesEn el sistema social conductores políticos, legisladores, planificadores y comunicadores sociales se erigen como los evaluadores más visibles. Este escenario atravesado por procesos evaluativos identifica una vacancia en el papel de evaluador: el lugar del ciudadano común. La significativa ausencia de la “sociedad civil” en los distintos ámbitos analizados, interpela las concepciones vigentes y las culturas evaluativas que imperan en dichos espacios.


Texto completo puede encontrarse en
http://www.scribd.com/doc/33327221/Libro-La-Eval-en-Educacion-Zulma-Perassi
La Evaluación en Educación. Un campo de controversias
Zulma Perassi

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