En síntesis, el proceso de autoevaluación, como todo proceso
complejo que se inicia, implica un tiempo de aprendizaje y maduración. Por eso,
no hay que olvidar que, en la medida que se adquiera experiencia en el tema, su
aplicación se verá facilitada y serán más inmediatos los beneficios que
reportará. La metodología misma va a ser ajustada y afinada cada vez que el
equipo responsable del proceso, o los que participan de ella, lo considere
necesario hasta conseguir lo que mejor se adapte a su realidad, a su necesidad
y funciones.
Por último, pensar este proceso de evaluación como la
articulación de distintas fases complementarias de diseño, divulgación,
ejecución, informe final y metaevaluación –tal como lo propone Joan Mestres–,
habilita instancias democratizadoras que favorecen la participación de los
diferentes actores institucionales.
TABLA
Proceso de Autoevaluación
Institucional y RiesgosSi no se le asigna una alta prioridad por falta de compromiso, apoyo y facilidades para llevarlo a cabo:
Se van a anteponer las tareas cotidianas y su implementación no va ser posible.
Se puede generar suspicacia o falta de confianza en el resto de la comunidad académica.
Si no se cuenta con el respaldo de las autoridades:
Las acciones de mejora
pueden quedarse en propósitos.La reflexión puede quedar cerrada o sesgada. Puede darse falta de intención de involucrarse.
Si no son autocríticos quienes lo conducen:
Los resultados de la
evaluación no se van a ajustar a la realidad.No se llegan a implementar las acciones de mejora.
Extraído de
N. E. LANDI, M. E. PALACIOS
REVISTA IBEROAMERICANA DE EDUCACIÓN. N.º 53 (2010), pp. 155-181
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