Pero aunque el auge
y la expansión de la evaluación se expliquen en buena medida como consecuencia de
las transformaciones experimentadas por los propios sistemas educativos, no hay
que creer que se trate de procesos ciegos o faltos de dirección. La pretensión de
controlar y dirigir el cambio es una constante en la educación. Y la relevancia
adquirida por la evaluación también se explica parcialmente por los objetivos que
se le han asignado en los sistemas educativos actuales, dicho de otro modo, por
lo que se ha querido conseguir mediante su aplicación generalizada.
Los nuevos modos de
gestión educativa a que antes se hacía referencia han hecho aparecer y difundirse
nuevos modelos de administración. Uno de los que más han llegado a calar es el modelo
de conducción o seguimiento. Su imagen sería la de un sistema que funciona y se
desarrolla con notable autonomía interna (el sistema educativo) y al que interesa
ir orientando (desde la administración) para asegurar que se alcanzan los objetivos
establecidos. En ese modelo, la evaluación desempeñaría un papel fundamental para
controlar la dirección y el ritmo del cambio y para comprobar la distancia que aún
resta para alcanzar los objetivos marcados.
El modelo de conducción
o seguimiento era difundido a comienzos de los noventa por Gilbert de Landsheere,
quien lo definía como “la toma de decisiones
al nivel macroscópico (es decir, de un sistema o subsistema educativo) o microscópico
(es decir, de un establecimiento o incluso una clase), sobre la base de constataciones
tan objetivas como sea posible, relativas al estado, al funcionamiento o a los productos
del sistema”. En tiempos recientes se ha planteado un nuevo debate académico
y político acerca de la posibilidad de realizar una conducción basada en los resultados
de la educación, que viene a ser una actualización de esas mismas ideas y que entiende
que se trata del modelo mejor adaptado a las circunstancias actuales.
Así considerada, la
evaluación sería uno de los instrumentos fundamentales para pilotar el cambio. Como
decían los ministros iberoamericanos de Educación, reunidos en Buenos Aires en 1994,
“bien podría afirmarse que la evaluación no
es sino una forma distinta y nueva de hacer política y, más concretamente, de explicar
las políticas por medio de los logros alcanzados o, eventualmente, fallidos”
(OEI, 1994, p. 5).
Estas últimas palabras
ponen el acento en una observación fundamental para situar la evaluación en su justo
lugar y que no nos cansaremos de repetir: la evaluación no sustituye a la política
educativa, sino que es un instrumento a su servicio. Es importante, eso sí, pero
no deja de ser un simple instrumento. Dicho con otras palabras, evaluar no mejora
la realidad que se evalúa, lo que consigue es proporcionar una información tan rigurosa
y detallada como queramos para conocerla mejor y actuar en consecuencia. A partir
del diagnóstico que hagamos y del juicio que emitamos sobre el aspecto o aspectos
de la realidad que evaluamos, podremos adoptar medidas que permitan superar los
puntos críticos detectados y adoptar decisiones orientadas a la mejora.
Por seguir con el símil
de la conducción, la calidad de los instrumentos utilizados no sustituye la pericia
del piloto, que es quien debe adoptar las decisiones que convengan para llegar al
punto de destino.
Autor
Evaluación y cambio
educativo: los debates actuales sobre las ventajas y los riesgos de la evaluaciónAlejandro Tiana
En
Avances y desafíos en la evaluación educativa
Elena Martín
Felipe Martínez Rizo
Coordinadores
Metas Educativas 2021
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1 comentario:
Los exámenes externos condicionan enormemente la docencia, ya que lo que se pide en ellos es lo que más importa conseguir, desplazando a un segundo plano lo que se considera accesorio. Se implanta así una forma perversa de pedagogía, en la que la evaluación se antepone a la educación.
Se impone de alguna manera una determinada forma de enseñanza, orientada a la superación de un examen, que dificulta o impide otro tipo de docencia; ya que los resultados conseguidos, el porcentaje de aprobados, se utilizan como indicador de la calidad de cada colegio. Es una forma eficaz de normalizar las escuelas, penalizando las posibles desviaciones.
http://www.otraspoliticas.com/educacion/revalidas
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