Selección de la
información
La selección de la información y su presentación son dos
momentos clave del proceso de evaluación. En ellos se encuentran gran parte de
los dilemas a los que debe enfrentarse la evaluación, y de su orientación va a
depender la forma en la que se desarrolle la secuencia posterior.
La primera cuestión se refiere a la selección de la
información y afecta fundamentalmente a las dimensiones que van a ser objeto de
la evaluación y a la obtención de los datos que se consideran relevantes. No
cabe duda de que se evalúa lo que se valora, por lo que el enfoque de la
evaluación, en el que se refleja un determinado modelo educativo, tiene una
importancia indudable.
Elegir la evaluación de las competencias en matemáticas y en
lengua frente a otras opciones como educación artística, convivencia,
integración social o ciudadanía, e incluir o no el contexto social y cultural,
los recursos de las escuelas o la formación de los docentes son alternativas
que sin duda van a tener repercusiones en la importancia que se otorga a
determinados aprendizajes escolares y en la interpretación de los resultados
obtenidos. Por ello es importante una cierta planificación de las evaluaciones
para que todas o casi todas las dimensiones relevantes en la acción educativa
puedan ser tenidas en cuenta.
Presentación y
utilización de la información
La segunda cuestión afecta a la presentación y utilización
de la información y, dentro de ella, al tipo de comparación que contribuye a
comprender el alcance de la información obtenida. Conviene señalar, en primer
lugar, que algún tipo de comparación con algún elemento de referencia es
necesario para comprender de forma más precisa el significado de la información
obtenida y para realizar la valoración del objeto de la evaluación. También
merece la pena recordar que la forma de comparación seleccionada no condiciona
su modo de presentación, bien sea abierto a todo el público, limitado a
determinados sectores o reservado.
Alejandro Tiana, en un artículo que formó parte del Programa
de Evaluación de la Calidad de la Educación gestionado por la propia OEI hace más de
una década, apuntó tres tipos principales de comparaciones, con sus ventajas e
inconvenientes. El primero supone la selección de un criterio o indicador que
sirve de referente para realizar la valoración oportuna. El segundo elige la
comparación entre las distintas entidades que participan en la evaluación, bien
sean países, escuelas o alumnos, y determina la posición de cada una en
relación con el resto. El tercer tipo intenta evitar los riesgos de las
anteriores al tener que seleccionar un criterio o comparar realidades
educativas que actúan en muy diversas circunstancias, y opta por la comparación
del mismo objeto educativo a lo largo del tiempo.
El modo de comparación elegido manifiesta un determinado
modelo educativo sobre la calidad de la enseñanza e incluso una estrategia
propia para mejorar la educación, lo que sucede también en la forma como se
presentan los resultados de la evaluación. La publicación ordenada de los
resultados académicos de los alumnos de las escuelas de una zona o de un país,
por ejemplo, suele implicar la asociación de esos resultados con la calidad de
cada escuela y la importancia otorgada al esfuerzo autónomo que cada una de
ellas debe desarrollar. También se presupone que la elección por parte de las familias
de las mejores escuelas para sus hijos va a ser el mecanismo o revulsivo para
que todas las escuelas se esfuercen por mejorar sus resultados y conseguir
mayor número de alumnos y posiblemente con ellos también mayores recursos
económicos.
A la hora de presentar la información hay que tener en
cuenta los riesgos a los que se enfrenta. Uno de ellos es la simplicidad en la
transmisión de los resultados a la opinión pública, que en muchas ocasiones no
se corresponde con el rigor de los informes, lo que provoca normalmente una comprensión
inadecuada de la compleja realidad educativa de un país, de una escuela o de un
programa educativo. Las últimas naciones en una comparación internacional de
resultados o las últimas escuelas en una evaluación de un país o región pueden
quedar marcadas por esa posición sin que se repare en las limitaciones de su
contexto sociocultural, en la composición de su alumnado o en el posible
esfuerzo realizado en los últimos años. En su capítulo en este libro, Patricia
McLauchlan de Arregui ha analizado en detalle el tema de la difusión de los
resultados de la evaluación.
Un segundo riesgo apunta al uso indebido de inferencias no
sostenidas por la evaluación realizada, lo que en muchas ocasiones se produce
desde las evaluaciones individuales, sobre todo de los logros académicos de los
alumnos, hacia el funcionamiento y la calidad de las escuelas y del conjunto
del sistema educativo. A veces, sin embargo, dichas inferencias están de alguna
manera implícitas en la evaluación correspondiente o en los modelos educativos
subyacentes para los que el rendimiento académico de los alumnos es la genuina
expresión de la calidad de una escuela o del sistema educativo.
Por todo ello es preciso abordar las evaluaciones y la
utilización de la información con el máximo cuidado, teniendo en cuenta no solo
los efectos conceptuales e instrumentales del conocimiento y de la información
generada, sino también los políticos y los simbólicos. Los resultados de la
evaluación pueden convertirse en un poderoso instrumento de cambio si se cuida
su utilización, si se evitan los riesgos de su mal uso e incluso de su falta de
uso, si se sientan las bases para una correcta interpretación de los resultados
y se establece un marco de participación y de debate que permita el lógico
contraste de opiniones diversas ante el pluralismo valorativo presente en la
evaluación.
Extraído de
Los resultados de las evaluaciones y su papel en las
políticas educativas
Autor
Álvaro Marchesi
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