domingo, 11 de agosto de 2013

Actuación ante las paradojas de la evaluación educativa

La Evaluación resume las dificultades y contradicciones de todo el proceso educativo, las paradojas se observan en todos los niveles, y requieren una respuesta ¿Qué hacer? En esta situación no existen soluciones universales, solo podemos ver un camino. En los siguientes párrafos transcribo reflexiones de M A Santos Guerra, que si bien fueron escritas para el contexto universitario, son válidas para otros ambientes.

Plantear el tema de la evaluación nos sitúa ante una problemática compleja ya que, como hemos visto, nos acerca a dimensiones no meramente técnicas sino afectivas, organizativas, ideológicas...

«Hablar de evaluación implica tocar un punto sensible que está muy cargado afectiva e ideológicamente, porque a través de la evaluación se concretan las desigualdades y, por tanto, las contradicciones entre la utopía pedagógica de una escuela para todos y de la realidad de las diferencias» (Perrenoud).

Las paradojas nos permiten subrayar la complejidad de un fenómeno que, frecuentemente, se simplifica, sea por las urgencias temporales, sea por las dificultades organizativas, sea por las dificultades que conlleva dilucidar sus dimensiones teóricas.

Los problemas y contradicciones que he apuntado no suponen una descalificación de los profesionales que trabajan en la Universidad. Muchos de ellos se dedican a su tarea de forma concienzuda y ejemplar. Lo que he pretendido es llamar la atención sobre las paradójicas situaciones que se generan en una práctica institucional que presta escasa atención a las dimensiones didácticas del proceso de enseñanza y aprendizaje.

¿Qué hacer, pues, ante las paradojas?
En primer lugar, creo que es saludable plantearlas aunque de ello se derive más inquietud que tranquilidad, más desasosiego que conformidad, más incomodidad que satisfacción. No poner en tela de juicio las prácticas, nos lleva a repetirlas de manera mecánica. Asentarnos en las certezas de la práctica hace inviable su mejora.

En segundo lugar, desarrollar procesos de diálogo con los alumnos, principales implicados en un proceso que frecuentemente condiciona su trabajo, su forma de estudiar y sus relaciones con los profesores y con la institución.

En tercer lugar, revisar de forma personal si están presentes en nuestra práctica profesional, y abordar procesos de transformación y de mejora.

En cuarto lugar, plantear de forma colegiada cómo hacer de la evaluación un proceso de cambio para los profesores.

En quinto lugar, poner en marcha procesos de investigación sobre la práctica que conduzcan a informes escritos que puedan difundirse y promover plataformas de debate y de transformación.

Dice Scriven que «es imposible mejorar sin evaluar». Depende de qué evaluación se trate. Sí, si se hace una evaluación que provoca comprensión y que se encamina al cambio. No, si se pone la evaluación al servicio de quienes más pueden, más saben o más pagan.

Autor
Miguel Ángel Santos Guerra
Universidad de Málaga.
En Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado
20 paradojas de la evaluación del alumnado en la Universidad española

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