Plantear el tema de la evaluación nos sitúa ante una
problemática compleja ya que, como hemos visto, nos acerca a dimensiones no
meramente técnicas sino afectivas, organizativas, ideológicas...
«Hablar de evaluación
implica tocar un punto sensible que está muy cargado afectiva e
ideológicamente, porque a través de la evaluación se concretan las
desigualdades y, por tanto, las contradicciones entre la utopía pedagógica de
una escuela para todos y de la realidad de las diferencias» (Perrenoud).
Las paradojas nos permiten subrayar la complejidad de un
fenómeno que, frecuentemente, se simplifica, sea por las urgencias temporales,
sea por las dificultades organizativas, sea por las dificultades que conlleva
dilucidar sus dimensiones teóricas.
Los problemas y contradicciones que he apuntado no suponen
una descalificación de los profesionales que trabajan en la Universidad. Muchos
de ellos se dedican a su tarea de forma concienzuda y ejemplar. Lo que he
pretendido es llamar la atención sobre las paradójicas situaciones que se
generan en una práctica institucional que presta escasa atención a las
dimensiones didácticas del proceso de enseñanza y aprendizaje.
¿Qué hacer, pues,
ante las paradojas?
En primer lugar, creo que es saludable plantearlas aunque de ello se derive más inquietud que
tranquilidad, más desasosiego que conformidad, más incomodidad que
satisfacción. No poner en tela de juicio las prácticas, nos lleva a repetirlas
de manera mecánica. Asentarnos en las certezas de la práctica hace inviable su
mejora.
En segundo lugar, desarrollar
procesos de diálogo con los alumnos, principales implicados en un proceso
que frecuentemente condiciona su trabajo, su forma de estudiar y sus relaciones
con los profesores y con la institución.
En tercer lugar, revisar
de forma personal si están presentes en nuestra práctica profesional, y abordar
procesos de transformación y de mejora.
En cuarto lugar, plantear
de forma colegiada cómo hacer de la evaluación un proceso de cambio para
los profesores.
En quinto lugar, poner
en marcha procesos de investigación sobre la práctica que conduzcan a
informes escritos que puedan difundirse y promover plataformas de debate y de
transformación.
Dice Scriven que «es
imposible mejorar sin evaluar». Depende de qué evaluación se trate. Sí, si
se hace una evaluación que provoca comprensión y que se encamina al cambio. No,
si se pone la evaluación al servicio de quienes más pueden, más saben o más
pagan.
Autor
Miguel Ángel Santos Guerra
Universidad de Málaga.
En Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del
Profesorado
20 paradojas de la evaluación del alumnado en la Universidad
española
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