Las notas o
calificaciones escolares tienen otros sentidos, más allá de los enunciados
¿Cuáles son? Muchas veces parecen ser el fin de todas las actividades ¿Se
discute al respecto? Como siempre los supuestos sociales nos resultan
invisibles, los hemos naturalizados. Los siguientes párrafos, nos brindan una
mirada profunda sobre el tema, y nos pueden ayudar a desocultar aspectos
importantes.
La calificación
enfocada al problema, perdiendo las soluciones
Al hacer un intento por traslapar o yuxtaponer expresiones
de la información en relación a las calificaciones, encontramos reiteradamente
que la evaluación concretada en un signo o símbolo denominado calificación ha
servido para:
·
Sustituir la cultura pedagógica por la cultura
de la “calificamanía” o mejor conocida como la pseudo cultura de la evaluación.
·
Ocultar la verdad de la intención de alienantes
y alienados.
·
Conservar el poder y control tanto a nivel
individual como grupal.
·
Insertarse como parte de un proyecto que ve al
ser humano como un objeto más en el espacio y proceso de producción.
·
Legitimar el racismo y la discriminación entre
seres humanos.
·
Evidenciar que fue el resultado de un proceso de
transformación social que la industrialización monopolizó para su beneficio
exclusivo.
·
Indicarnos que las instituciones educativas del
mundo cayeron en la trampa que impide discutir realmente los grandes problemas
de la educación.
·
Quedarnos atrapados en esta trampa, autoridades
y docentes por largos períodos sin dar oportunidad a las innovaciones
pedagógicas.
Por lo tanto, “...cada
sistema de enseñanza institucionalizada debe las características específicas de
su estructura y de su funcionamiento al hecho de que debe producir y
reproducir, a través de los medios propios de la institución, las condiciones
institucionales cuya existencia y persistencia son necesarias tanto para el
ejercicio de sus funciones propias...como para la reproducción de una
arbitrariedad cultural...cuya reproducción contribuye a la reproducción de las
relaciones entre los grupos y las clases”.
Significa que el sistema educativo quizá sin desearlo, ha
provocado con el procedimiento actual preconizado de la asignación de una
calificación como signo o símbolo que acredita, califica o certifica los
“saberes” del estudiante como parte del proceso de evaluación un resultado
inverso, es decir; los estudiantes también al verse sometidos a ese proceso de
ideologización, han construido los mismos esquemas conceptuales y conductuales
que el sistema, la escuela, los maestros y los padres han reproducen de
generación en generación, originando en ellos una preocupación superior por un
número mayor al seis que por aprender o apropiarse del conocimiento; su
atención se centra en el problema que representa el como acreditar, olvidando
que sería más sencillo y más tranquilo su transitar por el plantel educativo si
se enfocara en realmente aprender, situación que le permitiría en determinado
momento tener los argumentos y los elementos necesarios para cuestionar y/o
debatir una calificación incorrecta; de otra forma, seguirá sucediendo lo que
acontece día a día dentro de los salones de clase, el alumno se resigna a la
calificación justa o injusta, otorgada por el maestro, en base al número de
aciertos obtenidos, sin la posibilidad de cuestionarla por el hecho de carecer
de elementos y fundamentos; Jurjo Torres Santomé dice al respecto:
“Esta peligrosa y
errónea concepción de los exámenes o evaluaciones, reducidos a ser los únicos
objetivos de la escolarización, puede ser la explicación única o parcial o las
dificultades encontradas a la hora de introducir innovaciones en los contenidos
y en las estrategias de enseñanza y aprendizaje en las aulas...El arma
magisterial por excelencia es el temido y odiado examen. Un medio académico
útil para demostrar...no lo que se sabe, sino lo que se puede escribir...esta
modalidad de evaluación tiene mucho que ver en el progresivo sentimiento de
repulsión hacia la cultura, los libros...que adquiere un sector importante de
estudiantes...Este odio...encuentra su más significativa manifestación en el
fracaso escolar y en la deserción” .
Es sumamente interesante observar como la información
obtenida en este trabajo de análisis coincide con lo expresado por los
teóricos, en el sentido de que hay un enfoque incorrecto en relación a la
utilidad y función de los exámenes y las calificaciones dentro de los procesos
de evaluación; en que hasta el momento no existe una explicación lógica y
convincente del porque se le debe de dar tanta importancia a las
calificaciones, tanto que hasta el discurso oficial también carece de
argumentos de peso que justifiquen su razón de ser, su utilidad y beneficio
positivo en el proceso educativo. También la retórica educativa se ha enfocado
meramente al problema de la valoración rápida e incuestionable para poder
segregar, estratificar y eliminar sin cargo de conciencia ni protesta
individual ni social, centrándose solamente con ello en la solución al problema
de infraestructura insuficiente, financiamiento improductivo y rol de clase,
olvidando que cuando se enfoca en el problema es difícil ver las soluciones más
allá del problema mismo, es decir, la famosa crisis educativa.
Encontrar una explicación al fenómeno referido de las
calificaciones, posiblemente se encuentre en la escasa profesionalización del
docente y de la docencia misma que se realiza, enfrentar una situación tan
inevitable y tan compleja, pero a la vez tan necesaria y trascendental como lo
son las calificaciones, es mucho más problemático cuando se carece de un
interés y una motivación para realizarlas de una forma ética y moral o porque
posiblemente sólo se conoce una forma de hacerlo, que es la forma tradicional,
es decir, tantos aciertos en tu examen escrito, tanto de calificación, si me caíste
bien o mal, ya veremos, si no me obedeciste o fuiste sumiso conmigo, tendrás tu
castigo o tu premio; como se refirió anteriormente, posiblemente la respuesta y
parte de la solución este en la profesionalización de la docencia.
Extraído de
LAS CALIFICACIONES, ¿CONTROL, CASTIGO O PREMIO?
Jesús Rivas Gutiérrez Universidad Autónoma de Zacatecas,
México
José Ruíz Ortega Escuela Preparatoria “Candelario Guisar”,
México
1 comentario:
Eso pienso que debe profesionalizarse al docente. Antes, en la época de mis papas los docentes primarios y secundarios eran licenciados en filosofia y letras, en educación......ahora son jovenes que sin vocación ni convicción apenas terminan el secundario y recurren a una profesion que si bien a la larga los supera en principio les trae muchos beneficios. Claro que no lo digo por todos ! Me alegra que alguien se esté preocupando seriamente de ello
Publicar un comentario