El sistema de calificaciones está absolutamente naturalizado, a pesar de las unánimes críticas sobre la necesidad de “Evaluar para conocer y mejorar”, se sigue “evaluando para acreditar”. Esto es parte de un sistema que selecciona, que no incluye, y es un engranaje más en la maquinaria que hace la reproducción del sistema social ¿En qué consiste esta arma de consolidación de hegemonías?
El mandato institucional, la formación del docente, la alienación
social y la cultura de la estratificación, selección y exclusión escolar de
alguna manera son producto del esfuerzo refinado del sistema dominante para
mantenerlo vivo pero respondiendo a sus propios intereses en lo más posible. De
tal manera que al percibir que sus métodos sistematizados ahogan a la
generación joven que no está totalmente alienada, buscan nuevas estrategias
para continuar reproduciendo lo que no quiere perder a través de una alienación
subliminal legitimada por los mismos candidatos a alienar. Por ello, una vez
que el docente durante su formación profesional ha interiorizado a través del
currículo formal y del oculto, lo que el otro quiere que reproduzca sin
convulsiones sociales; el Estado ha legitimado y asegurado esa transmisión a
través del docente por medio del investimento de una autoridad pedagógica, el
cual, consciente o inconscientemente reproducen lo que ellos recibieron durante
su formación escolar, lo cual se refleja en el hombre dominando al hombre bajo
formas legitimadas por la sociedad, que todos vemos como normales, natural e
inofensivas y que en la gran mayoría de los casos ni siquiera percibimos.
La reproducción de la relaciones de clase dentro de la
ideologización, adoctrinamiento y alienación que se da dentro de una
institución escolar, en realidad es también el resultado de una acción
pedagógica que se ejerce sobre sujetos que recibieron de su familia o de las
acciones pedagógicas dentro de las escuelas la configuración del esquema de
subsumisión y evaluación dominante. Cada acción evaluadora y asignación de
calificaciones tiene pues una eficacia diferenciada en función de las
diferentes caracterizaciones culturales preexistentes en los sujetos. La
escuela al sancionar estas diferencias como si fueran puramente escolares,
contribuye al mismo tiempo a reproducir la estratificación social y a
legitimarla asegurando su interiorización y persuadiendo a los individuos de
que esta no es social, sino natural”.
Por ellos, el descubrir las intenciones finales de cada acción
humana es sumamente complejo sobre todo cuando muchas de ellas han sido
legitimadas por la sociedad en general al aceptarlas y en ocasiones al
exigirlas; según Pierre Bourdieu el mundo visible y la parte oculta de lo que
se refiere al otorgamiento de una calificación se transmite y perdura de
generación en generación “...la autoridad
pedagógica implica el trabajo pedagógico como trabajo de inculcar que tiene que
durar mucho para producir una formación durable, es decir, un habitus producido
por la interiorización de los principios de una arbitrariedad cultural capaz de
perpetuarse después de que haya cesado la autoridad pedagógica y perpetuar, por
lo tanto, en la práctica los principios de la arbitrariedad interiorizados”
. Lo anterior implica, que la sociedad ha caído en un esquema tan profundamente
arraigado en su esencia que no le permite visualizar otro horizonte distinto al
que le inculcaron, y por tanto, ocasiona que las innovaciones y cambios en el
sector educativo se registren demasiado lentamente, imperceptibles o que,
definitivamente, no se dan.
Extraído de
LAS CALIFICACIONES, ¿CONTROL, CASTIGO O PREMIO?
Jesús Rivas Gutiérrez Universidad Autónoma de Zacatecas,
México
José Ruíz Ortega Escuela Preparatoria “Candelario Guisar”,
México
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