En la Evaluación Educativa
se concentran todas las dificultades de los procesos de aprendizaje y de
enseñanza. Se trata de una búsqueda de información, que puede ser realizada
mediante consignas, que deben ser objeto de reflexión, ya que tienen un papel
decisivo en las posibilidades de comunicación y comprensión en las instancias
evaluativas.
En el encuentro entre docentes y estudiantes en torno al
conocimiento, interviene la evaluación para intentar condensar las prácticas de
enseñanza y las prácticas de aprendizajes. La evaluación educativa intenta
provocar y recoger información de ambos para conocer, comprender, valorar y, si
es necesario, incidir en su transformación.
Una forma particular de comunicación se construye en torno a
la elaboración y uso de las consignas en las instancias evaluativas. Estas
formulaciones pedagogizadas de las indicaciones que sintetizan lo que se espera
que otros hagan reviste en las instituciones educativas el carácter de
evaluación y acreditación. Este tema es objeto de observaciones y
preocupaciones por parte de los profesores y permite construir uno de los
relatos más frecuentes desde el nivel primario al universitario. “No saben
interpretar las consignas” es una frase habitual luego de una prueba, que
pretende explicar por qué tantos alumnos fracasan en los exámenes. Por momentos
parece encerrar la creencia que esa habilidad o destreza es algo que se logra
por maduración natural o adquiere espontáneamente y cuya responsabilidad es
exclusiva de los estudiantes y respecto de la cual los docentes no tenemos
intervención alguna. Sin embargo, sería bueno detenernos a pensar que las
consignas pueden considerarse como una condensación particularizada de los
enfoques con los que el docente construye su lugar de pertenencia en el campo
de la
Evaluación Educativa. Es en ellas donde se traducen los
posicionamientos teóricos acerca de la disciplina.
No es lo mismo pedir a los estudiantes que sinteticen, citen
o emitan opinión en torno a un tema. No es idéntica la perspectiva que intenta
conocer algo acerca de la retención de información a la que se orienta a
indagar la construcción e interrelación de saberes. En síntesis, las consignas
representan indicaciones o acuerdos acerca del trabajo intelectual que deben
desplegar los estudiantes y su valor aumenta porque es también a partir de
ellas que podemos aproximarnos a la elaboración de juicios valorativos acerca
de dicho trabajo.
Quizá “entender mal” o “no comprender la consigna” pueda
significar “entender o comprender otra cosa”. Quizá la sustitución de un
proceso cognitivo por otro al leer la consigna de una prueba se deba más a la
reproducción mecánica de dispositivos de respuestas escolarizados que a “fallas
de lectura comprensiva”. El error no es siempre falta de atención, conocimiento
o estudio. Hay, como recuerda Alicia Camilloni, errores inteligentes producto
de otras relaciones que para el profesor no estaban incluidas dentro del
repertorio de posibles respuestas. Las consignas encierran códigos de
comunicación que son inteligibles para quienes los comparten. Ejemplos de ello
serían las interpretaciones que los estudiantes de un curso realizan al leer
los ítems de una prueba construida por su profesor habitual y orientan sus
respuestas en torno a lo que éste supone que deberían contestar, y que son
oscuras o incomprensibles para quienes no asistieron a sus clases. Pero este
código intersubjetivo no siempre garantiza el entendimiento. Más aún, puede
suceder también, que la lectura de una consigna suscite otras interpretaciones
entre quienes han compartido los encuentros de aula.
Un estudiante que aprende intentando comprender no puede
dejar de resignificar no sólo lo expuesto por el docente y los textos sino
también lo que se le pide en una prueba o examen. Y el profesor, cuando formula
una pregunta, la construye desde un contexto de significación que no es fácil
de exponer a quien debe responderla. De igual modo, los docentes esperamos que
se aborden en la producción de los alumnos ciertos temas o relaciones que no
solicitamos expresamente por temor a ser demasiado indicativos, pero, al
momento de evaluarlo, lo valoramos respecto a ese patrón o modelo analítico
previamente construido pero no comunicado.
La redacción de consignas es una actividad docente de cierta
complejidad, que intenta ser coherente con la propuesta educativa de una
cátedra y pertinente a un trayecto de trabajo donde la enseñanza se propuso
provocar algunas marcas en los aprendizajes de los estudiantes. Estos códigos,
explícitos o implícitos, tienen un papel decisivo en las posibilidades de
comunicación y comprensión en las instancias evaluativas. Por lo tanto, es
interesante dedicar un tiempo a la verificación de una comprensión en común de
lo solicitado y de reflexión después de la lectura de la producción de los
alumnos. La revisión de las respuestas permite visualizar, desde qué lugar se
leen las indicaciones de trabajo y su actuación posterior. Confluyen,
nuevamente en esta instancia, múltiples significados que permitirán negociar
diferentes interpretaciones, reconfigurar aprendizajes, diseñar futuros
trayectos y acordar la calificación final.
Extraído de:
Diálogos entre Comunicación y Evaluación. Una perspectiva
educativa
Autoras
Susana Celman
Licenciada y Especialista en Educación. Profesora Titular
cátedra “Evaluación”. Directora de Posgrado Especialización y Maestría en
“Docencia Universitaria” UNER.
Facultad de Ciencias de la Educación - Universidad Nacional
de Entre Ríos
Virginia Olmedo
Profesora en Ciencias de la Educación. Profesora
Adscripta cátedra “Evaluación”. Facultad de Ciencias de la
Educación - Universidad Nacional de Entre Ríos.