Para contribuir a la construcción del proyecto de
educación democrática que impulsa la CNTE y los maestros que se oponen a la
evaluación punitiva y estandarizada, planteo nueve ejes de discusión que
emergen de la necesidad de evaluar críticamente, analizados desde mi
experiencia como educador popular en las zonas rurales y urbano marginales de
Tierra Caliente en el Estado de Michoacán, pero que están sujetos a diálogo y
negociación pedagógica con las múltiples miradas de mis compañeros en cada una
de sus geografías y latitudes culturales.
1) EVALUAR DESDE Y PARA LA AUTONOMÍA. Una
evaluación para la autonomía se impulsa desde nuestra condición cultural, desde
nuestra geografía y situación social, no puede ser externa o desde la
heteronomía, necesariamente es parte de la reflexión sobre lo que
consciente y colectivamente se quiere alcanzar a través de los proyectos
educativos. Si pensamos evaluar para la autonomía y la independencia
cognitiva, no para el control social, entonces la comunidad escolar
se autoevalúa por medios horizontales y dialógicos, desde la
crítica y la autocrítica, nunca de forma vertical.
2) EVALUAR DESDE LA COLECTIVIDAD. La evaluación
debe ser un acto colectivo e incluyente, de ningún modo individualista, porque
la educación no es un hecho aislado, en él intervienen múltiples actores, por
tanto evaluar es responsabilidad de la comunidad escolar, así como lo son los
procesos pedagógicos, sus resultados y las acciones para transformar y
transformarse, mejorar y mejorarse.
3) EVALUACIÓN FORMATIVA. El objetivo de evaluar
debe ser formativo y propositivo, considerar sólo las debilidades de las
personas es una cuestión tendenciosamente parcial si no se toman en cuenta sus
fortalezas, las cosas que se hacen bien; ambas configuran las potencialidades,
posibilidades y prospectivas que deben conducirnos al avance de la educación,
no al retroceso, al estancamiento y las denostaciones.
La evaluación formativa no se centra en panoramas
fatalistas, en culpables y componentes punitivos, es investigación que propone,
transforma y construye nuevas realidades y conocimientos.
4) EVALUACIÓN INTEGRADORA. Evaluar no es una acción
clasificadora, ni selectiva, mucho menos excluyente; por el contrario, debe
procurar el avance homogéneo de la comunidad de aprendizajes, el
involucramiento de todos en las tareas pedagógicas y la toma de decisiones. Si
un miembro de la comunidad escolar queda rezagado, entonces no se ha completado
el objetivo del aprendizaje y por lo tanto hay que buscar nuevas estrategias
para hacerlo.
5) EVALUAR ES UN MEDIO NO UN FIN. Las evaluaciones
y sus instrumentos se han fetichizado, se han presentado como la teleología de
la educación, el momento último, lo cual constituye en grave error.
Evaluar es un medio para diagnosticar y proponer, para saber hasta dónde
se ha avanzado en lo que una comunidad escolar se ha trazado como horizonte:
los perfiles de sociedad y del alumno, los fines de la educación o del proyecto
escolar, entonces se discuten estos horizontes y rediseñan la formas de
alcanzarlos, no si se cumplió o no con el instrumento evaluador.
6) EVALUAR ES UN PROCESO NO UN MOMENTO
AISLADO. Se han evaluado sólo los resultados de la educación, como algo
fragmentado, al final de un ciclo escolar o una parte de él y en un momento
estático; pero no puede ser así, educar es un proceso y como tal deberá
evaluarse, es decir, de forma continua, en diferentes momentos, dependiendo de
la lógica interna de cada proyecto o de cada unidad pedagógica, ellos tienen su
tiempo y su ritmo, que no dependen de un bimestre o cualquier otro periodo
cronológico del ciclo escolar.
Evaluar no es una perspectiva parcial de los
procesos ni de las personas, es articular una visión integradora de las fases
cognitivas, etapas de desarrollo de los proyectos y del conjunto de actores
educativos, sólo de ese modo tendremos conciencia de la complejidad que implica
y de la diversidad de formas que se requiere hacerlo.
7) EVALUAR COMO ACTO CREATIVO. Para alumnos y
profesores la evaluación se ha convertido en un momento de tensión, de
intimidación y hasta de manipulación, desvirtuando por completo su esencia.
Evaluar debe ser un acto creativo, que genere interés y motivación, porque se
sabe que de ello depende nuestra formación y nuestros objetivos como comunidad
de aprendizajes, en consecuencia no deberá hacerse por obligación o imposición.
Como acto creativo, la forma, los medios y los
instrumentos deberán ser más que memorísticos, los exámenes son totalmente
insuficientes e incluso limitan el potencial de los evaluados a unas cuantas
habilidades del ser humano. Para evaluar deberá echarse mano de la demostración
de proyectos, la puesta en escena de obras teatrales, danzas, museos de
aula, la organización de ferias de ciencia y presentación de obras literarias,
foros comunitarios, concursos de oratoria y eventos deportivos, elaboración de
videos, sistematizaciones de experiencias, diarios pedagógicos; es decir, de todas
las posibilidades didácticas que atiendan la diversidad cognitiva y cultural.
8) EVALUACIÓN COMO UN ACTO DE SOLIDARIDAD. Evaluar
para competir, para estar en el cuadro de honor, para obtener una plusvalía de
mi trabajo o mis estudios, para ser más que los otros, son ideas que están en
el ambiente educativo, pero que degeneran la evaluación como un acto de entera
solidaridad en el que se tienen objetivos comunes que alcanzar, posibles sólo
en la cooperación mutua; en este sentido, habría que recuperar su esencia
social.
No debemos perder de vista que la evaluación debe
ser pertinente para quien participa (significativa para él y no sólo para quien
evalúa) y relevante para la comunidad, es en el espacio comunitario donde
finalmente sabremos si la educación tuvo algún impacto o no, las aulas y
contenidos programáticos no son el fin, sino el medio para contribuir a
la construcción de una mejor sociedad y un mejor mundo.
9) LA METAEVALUACIÓN. Estamos claros en que deben
evaluarse los procesos, los aprendizajes, los proyectos, las instituciones, el
currículo y las personas, pero más allá de eso implica tomar conciencia plena
de nuestros actos: ¿Cómo aprendo? ¿Cuáles son las teorías pedagógicas que
orientan mi práctica? ¿Qué estrategias se están utilizando para mi aprendizaje?
¿Cuáles son los fines de la educación que imparto o se me imparten? ¿Por qué
aprendo esto y no lo otro? ¿Quién evalúa y para qué? ¿A favor de qué o de quién
está la educación?; de esa forma dejamos de ser personas alienadas, dependientes
y pasamos a ser sujetos consientes del currículo, de las prácticas pedagógicas
y los proyectos sociales de la educación.
Estoy seguro que en cada propuesta que viene desde
abajo, de los maestros y maestras que cotidianamente viven la sublime tarea de
enseñar y aprender hay una verdad distribuida, que solo nos hará libres en la
medida en que no estamos sujetos a los modelos impuestos y somos capaces de
hacernos escuchar entre nosotros, entre los otros, porque los educadores
del pueblo son los únicos que pueden detener o impulsar cualquier Reforma
Educativa en el último reducto del espacio micro social, donde la libertad es
posible en medio de la dictadura, la escuela.
Por Lev Moujahid
Velázquez Barriga
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