La
evaluación desde el enfoque formativo además de tener como propósito contribuir
a la mejora del aprendizaje, regula el proceso de enseñanza y de aprendizaje,
principalmente para adaptar o ajustar las condiciones pedagógicas (estrategias,
actividades, planificaciones) en función de las necesidades de los alumnos.
Desde este
enfoque, la evaluación favorece el seguimiento al desarrollo del aprendizaje de
los alumnos como resultado de la experiencia, la enseñanza o la observación.
Por tanto, la evaluación formativa constituye un proceso en continuo cambio,
producto de las acciones de los alumnos y de las propuestas pedagógicas que
promueva el docente (Díaz Barriga y Hernández, 2002). De ahí que sea importante
entender qué ocurre en el proceso e identificar la necesidad de nuevas
oportunidades de aprendizaje.
De esta
manera, el proceso es más importante que el resultado y éste se convierte en un
elemento de reflexión para la mejora. De acuerdo con estas consideraciones, la
evaluación para la mejora de la calidad educativa es fundamental por dos
razones:
a) proporciona información que no se había
previsto para ayudar a mejorar, y
b) provee información para ser comunicada a
las diversas partes o audiencias interesadas (alumnos, madres y padres de
familia, tutores y autoridades escolares). En consecuencia, la evaluación desde
el enfoque formativo responde a dos funciones; la primera es de carácter
pedagógico –no acreditativo–, y la segunda, social –acreditativo– (Vizcarro, 1998;
Coll y Onrubia, 1999; Díaz Barriga y Hernández, 2002).
Extraído de
La evaluación en la escuela
Autores
Profra. Reyna Guadalupe Pardo
Camarillo
María del Pilar Salazar Razo
Mtro. Ricardo Díaz Beristain
Dra. Martha Diana Bosco
Mtra. María Eugenia Negrín
Mtra. Estela del Valle Guerrero
Mtro. Adrián Enrique Cerón Anaya
Mtra. Patricia Alcázar Nájera
Fuente
https://www2.sepdf.gob.mx/formacion_continua/antologias/archivos-2014/SEP220021.pdf
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