martes, 26 de mayo de 2020

Inés Dussel: “No es un tiempo de evaluación para la promoción sino para acompañar a los chicos”


Inés Dussel, doctora en Educación, pedagoga e investigadora, fue la primera entrevistada en esta edición de Rayuela. ¿Cómo será la escuela del futuro, cuando se termine la cuarentena? ¿Cómo deben ser las tareas que reciben los chicos en este escenario de pandemia? De estos temas, y muchos más, conversó nuestra invitada junto a Silvia Bacher.


“Esta situación deja en claro la importancia de la escuela como espacio distinto al de la casa, tanto para docentes, chicos y familia. Nos damos cuenta qué importante que es salir físicamente de nuestro espacio, no solo mentalmente: cambiar de aire, rodearse de otra gente, compañeros, adultos”, comenzó diciendo Dussel.

Respecto a las desigualdades que visibiliza la cuarentena a nivel educacional, la pedagoga sostiene que “los que tenemos conexión en casa podemos hacer un montón de cosas, lo que tenemos cierto espacio cómodo de confinamiento podemos seguir con ciertas rutinas. Hay muchas familias que no lo pueden hacer y esto tiene un costo muy alto para ellos. Ahí hay que tratar una cierta continuidad escolar porque nos hace bien a todos, sobre todo a los chicos”.

En este sentido, Dussel remarca la necesidad de acompañar a los que menos posibilidades tienen en cuanto al acceso tecnológico: “Es muy duro retroceder varias décadas respecto a la posibilidad de inclusión en la escuela, que para muchos sectores es lo que les puede abrir otro futuro”. Y agrega: “Hay que pensar cómo se acompaña, cómo se insiste, cómo se facilitan cosas, cómo hacer llegar tabletas con datos. Lo que logró la Provincia de Buenos Airesa es muy bueno, que todos los contenidos que pasan por su plataforma educativa no usen datos”.

Un concepto interesante que incorporó Dussel a la charla es el de la “escuela suspendida”. ¿A qué se refiere? Ella misma lo explica con claridad: “La propia escuela necesita estar algo suspendida del contexto. En este tiempo, los chicos pueden aprender algo de otros adultos, pueden introducirse a una cultura común, es lo que llamamos el currículum, el plan de estudios que tiene que ver con ordenar ciertos contenidos. Tiene algo de cultura común, no es solamente lo que a cada profesor se le ocurre sino también qué es lo que necesitan saber los chicos en Argentina, en Brasil, en Alemania, donde sea. Son ciertos acuerdos sobre lo que hay que aprender. Esta idea de un tiempo suspendido para introducirme a una cultura común es muy importante porque ahí hay un efecto igualitario: no depende solo de lo que mi familia me puede ofrecer sino también de lo que la sociedad me ofrece, independientemente de donde nacieron, sector social, genero, religión, etc”
Por último, nuestra primera entrevistada de la fecha respondió brevemente un “ping pong” que le propuso Silvia Bacher:

¿Tareas: sí o no? Buenas tareas. ej: diario de pandemia, retrato sonoro. Construir algo juntos como para mantener el aula como una construcción colectiva.
¿Hay problemas con la atención? Sí, estamos todos muy dispersos y las pantallas nos fragmentan mucho la atención.

¿Recomendaciones para evaluar? No es un tiempo de evaluación para la promoción sino para acompañar a los chicos y evaluarlos de una manera que aporte. Ponerse muy pesado con las notas termina sancionando una desigualdad social. el que tiene acceso a las plataformas le va a ir bien y el que solo llegó a algunas clases por Whatsapp no. Eso es muy injusto.

¿Cómo imaginás la escuela el día después? Más tranquila, más cuidadosa. Todos aprendimos que es muy importante cuidarnos. Ese tiene que ser el tono de la escuela, de alegría al reencontrarnos.




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miércoles, 20 de mayo de 2020

La repetición se resiste a morir de ineficacia


  • Salvo casos absolutamente excepcionales, la promoción automática será este curso la norma. La medida ha levantado ampollas en un país donde la cultura de la repetición está muy arraigada. Una inercia que no han logrado contrarrestar ni la evidencia empírica en contra ni sucesivas leyes educativas. Analizamos las dinámicas de uno de los fósiles más resistentes del sistema español.


Ni siquiera las anomalías provocadas por el virus han bajado de los altares a la repetición. Un recurso del que abusa España, según lleva décadas advirtiendo la práctica unanimidad de analistas y organismos, de aquí y de fuera. Aunque la tendencia es a la baja, cerca de un tercio de chavales españoles sigue repitiendo en su paso por la enseñanza obligatoria.

La ministra Celáa ha asegurado que la promoción automática será este curso la “norma”. Y amplios sectores vaticinan catástrofes: drástica caída de nivel, motivación en los huesos, muerte anunciada de la exigencia. Cunde el pánico cuando el Ministerio se ha limitado a recordar lo que ya estipularon sucesivas leyes educativas: repetir ha de ser la excepción que confirme la regla. El rasgar de vestiduras resulta ilustrativo del abismo entre legislación y realidad.

“Hay también un divorcio entre comunidad educativa y expertos, se nos ve como bichos raros. Es muy difícil luchar contra una práctica que goza de tanto consenso”, explica José Saturnino Martínez García, profesor en la Universidad de La Laguna (Islas Canarias) y especialista en Sociología de la Educación. “Está muy arraigada entre profesores, familias y alumnos. Se asume que es la mejor forma de luchar contra las dificultades”, añade.

Martínez García desglosa cómo esta reputación se asienta en una especie de patrulla que, arguyen sus defensores, mantiene el orden escolar: “El poli bueno es la supuesta oportunidad que se brinda al alumno de aprender lo no aprendido; el poli malo, el castigo, tan temido por los estudiantes, que la convierte en una herramienta disciplinadora fácil para el centro y los padres”.

Esa mezcla entre oportunidad y castigo debería servir, en teoría, para enmendar trayectorias erráticas. Más tiempo para el estudiante que realmente arrastra problemas de aprendizaje. Un zarandeo motivador para aquel que no se esfuerza lo suficiente. Argumentos que a priori cobran sentido. Y que un sólido cúmulo de investigaciones se ha encargado de echar por tierra. El estigma del repetidor, el shock que le provoca ser arrancado de cuajo de su grupo de pares y su consiguiente autopercepción negativa se conjugan para anular los supuestos beneficios.
En su repositorio de evidencias científicas, EduCaixa reserva un apartado especial para la polémica medida. El meta-análisis se antoja concluyente: repetir no ayuda al alumno y resulta tremendamente caro para el sistema.

El investigador de la Universidad de Barcelona, Álvaro Choi, advierte del coste económico para el país más allá del año extra de escolarización: “Al reducir las posibilidades de éxito del alumno, es probable que tenga más problemas para incorporarse al mercado laboral”.

¿Huevo o gallina?
Martínez García y Choi admiten que los estudios sobre repetición siempre topan con un obstáculo casi insalvable. Nunca sabremos qué tal le hubiera ido al alumno de no haber repetido. Un déficit de información que nos sumerge de lleno en las incógnitas del huevo y la gallina o, según la jerga sociológica, la causalidad inversa. ¿Miles de repetidores engrosan las listas del fracaso escolar porque son (y hubieran sido en cualquier caso) malos estudiantes? ¿No pasar de curso acentúa el problema? ¿Crea uno nuevo? ¿Desengancha sin remisión del sistema por un tropiezo puntual?


Para resolver con absoluto rigor estas dudas, apunta Martínez García, habría que “plantear diseños experimentales, con dos grupos de alumnos parecidos y que uno repita y el otro no”. Al no ser viable, continúa Choi, “las evidencias más robustas se han servido de técnicas cuasi-experimentales que miden la evolución de los repetidores a medio-largo plazo”. Y aquí sí hay certezas. Tras repetir, los alumnos que no pasan de curso (vistos en promedio) pierden fuelle y se descuelgan aún más de su grupo de edad.

En artículos e informes, la tradición suele aparecer como factor repelente ante las razones de la ciencia. Junto a Francia, Portugal y Bélgica, nuestro país conforma el frente repetidor en la Unión Europea. Al otro lado, los países escandinavos y el Reino Unido, donde la medida se aplica de forma marginal. “La legislación española es muy parecida a la de Dinamarca, pero allí casi nadie repite”, apunta Martínez García. Pero, incluso al cruzar nuestras fronteras norte y oeste, la inercia cultural está sucumbiendo a su propia ineficacia. Un reciente documento del Consejo Escolar anima a España a seguir el ejemplo de Francia y Portugal, que están metiendo tijera a sus índices de repetición a un ritmo trepidante.

También se cita con frecuencia la exigencia desmedida del sistema español. Un vistazo a PISA ayuda a comprender lo alto que situamos el listón para pasar de curso. Los repetidores españoles puntúan sistemáticamente mejor que la media OCDE. En otros países, muchos de ellos seguirían en el curso que les corresponde por edad.

Desde una óptica estructural, algunos vinculan la alegría con que los centros prescriben la repetición con el exceso de rigidez de nuestro sistema. La prevalencia de metodologías transmisivas abraza un modelo de evaluación pétreo. Currículos milimétricos dejan escaso margen para la atención personalizada. La uniformidad criba al estudiante heterodoxo. Desmontar este engranaje “contradice la naturaleza centenaria de nuestro sistema, requiere un cambio de mentalidad enorme en la gestión del aula”, sostiene Martínez García. Como punto de partida, habría que replantearse “qué se espera del alumno”, añade Choi.

Aun así, la cultura de la repetición no goza del mismo predicamento en todas las CCAA. Castilla y León supera al País Vasco en PISA, pero su porcentaje de repetidores (en la media nacional del 30%) dobla al de Euskadi. Hay incluso diferencias notables dentro de una misma región. “Haciendo lo mismo, en un centro repetirás y en otro no”, asevera Choi.
Refuerzo gratis contra la brecha

Flexibilizar los aprendizajes figura en casi todas las recetas para atajar las cifras de no promocionados. “Tendríamos que poder acoger en un mismo aula a alumnos con diferentes niveles de conocimiento. Superar el enfoque reglamentista y los temarios enciclopédicos que imponen un mismo ritmo para todos. Esto requiere más formación docente, ratios menores y profesores de refuerzo. Resulta caro, pero quizá no tanto si tenemos en cuenta el ahorro en el coste de la repetición”, explica Martínez García.

El binomio detección precoz/apoyo extra -ante todo frente a desfases importantes en conocimientos imprescindibles- ofrece una alternativa a escala individual. Choi defiende centrar la acción en Lengua y Matemáticas con una “tutorización dentro o fuera del centro, y ayudas económicas si fuera necesario”. Este investigador apuesta además por relanzar el papel de la orientación, “tan dañada desde la crisis”. De nuevo, el equilibrio financiero llegaría al no tener que prolongar forzosamente el tiempo de escolarización.

La posibilidad de clases de refuerzo subvencionadas para el alumno más vulnerable enlaza con la brecha social que acompaña a la repetición. Esta se ceba con los entornos desfavorecidos, donde la mitad de estudiantes no promociona al menos un curso. El factor segregación explicaría en buena medida por qué los alumnos de la pública repiten el doble que los de la privada, concertada o no.

A los escollos socioeconómicos de origen, se une una capacidad de respuesta escasamente equitativa cuando las cosas se tuercen. “Si el hijo no va bien en la escuela, las familias mejor situadas, sobre todo en cuanto a capital cultural, pueden compensar apoyando en el hogar, con academias o profesores particulares e, incluso, negociando con el propio centro”, asegura Martínez Díaz.

Choi menciona programas masivos de refuerzo en los guetos de Baltimore y Chicago que en su momento cosecharon “buenos resultados”. Con la repetición metida en el gran saco de excepcionalidad que ahora rige nuestras vidas, cuando el mismo acceso a la educación es una quimera para tantos alumnos, quizá sea el momento.



por 
Rodrigo Santodomingo
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domingo, 17 de mayo de 2020

Argentina: Por qué los alumnos no serán calificados mientras dure la cuarentena


El ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, dialogó con el equipo de Cada Mañana y explicó cómo se desarrolla el ciclo lectivo durante la cuarentena y qué debería pasar para que los alumnos vuelvan a las aulas.


El ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta dialogó con el equipo de Cada Mañana al respecto del cronograma educativo en medio del aislamiento social, preventivo y obligatorio.
“Estamos mirando con mucha atención lo que está empezando a ocurrir en Europa, en cuanto a un regreso escalonado, con mucho cuidado a las aulas”, aseguró el ministro de Educación y particularizó: “En Argentina estamos en una instancia diferente en cuanto a la pandemia: no vamos a poder volver a las aulas por las próximas semanas, o incluso meses. Tenemos que pensar en cómo vamos desarrollando los protocolos para cuando en términos sanitarios se pueda volver a las aulas”.

En tal sentido, Trotta manifestó que “hay que generar protocolos que permitan adaptar cada establecimiento a la realidad de la pandemia y vamos a tener que convivir con un sistema dual”, en referencia a la modalidad presencial y a distancia.

El ministro explicó que un retorno a la normalidad de todos los niveles educativos implicaría la movilización diaria de quince millos de personas por lo que habría preocupación tanto por “el uso del transporte público como también el ingreso a la escuela, compartir los espacios comunes y el propio trabajo en el aula dado que hay que sostener esquemas de distanciamiento social”.

“Hay que ser muy cuidadosos en cada uno de los pasos, ser conscientes que estamos todos los países aprendiendo en el proceso de administración de la circulación de personas para intentar contener cualquier instancia que implique una circulación mucho más brusca del virus y que eso genere un impacto en la salud”, argumentó el responsable de la cartera de Educación.

“Es importante sostener el enorme esfuerzo que están llevado adelante docentes, estudiantes y familias en una Argentina atravesada por la desigualdad para continuar aprendiendo desde el hogar y enseñando a la distancia”, aseguró el ministro y, en la misma sintonía, agregó: “Desarrollamos una agenda por parte analógica, producimos 14 horas de televisión por día, 7 horas de radio, hemos distribuido casi 18 millones de cuadernos que tienen actividades día por día para estudiantes y docentes en hogares que tienen menor nivel de conectividad y mayor nivel de vulnerabilidad social”.

Sobre no calificar a los alumnos durante la pandemia, Trotta aseguró que pese a que “evaluar es un componente central de todo proceso de enseñanza y aprendizaje”, en este momento “tenemos que ser conscientes que si hoy calificáramos, no estaríamos calificando el aprendizaje sino el entorno socioeconómico y las condiciones familiares”.

“Porque ningún niño aprende solo, y a la distancia más allá de la presencia del maestro necesita del acompañamiento del adulto, no es lo mismo el hogar que tiene acceso a la tecnología que el que no lo tiene, no es lo mismo el hogar donde los adultos tienen trayectoria educativa para acompañarlos que el que no lo tiene o un hogar donde hay cuatro hijos que el que tiene un solo hijo”, explicó el ministro.

Por último, y ante la pregunta de si existía una fecha estipulada para el retorno de la normalidad, Trotta fue tajante: “No es una decisión educativa cuando vamos a volver, es una decisión del comité de expertos poniendo en foco lo que ocurra en los países europeos. Ojalá ellos puedan sostener el retorno escalonado, progresivo”.




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viernes, 15 de mayo de 2020

Evaluar en un contexto de aprendizaje diferente


  • En estos tiempos de pandemia, en los que el alumnado está aprendiendo de forma diferente en contextos diferentes, resulta más pertinente si cabe promover un sistema de evaluación del aprendizaje con la plena participación del alumnado. Y que permita al profesorado conocerlo mejor, descubrir facetas desconocidas y calibrar de forma más conveniente cómo plantear el próximo curso.


No me cansaré de repetir, una vez más, con D. C. Phillips, que el aprendizaje es contextual, involucra a personas reales que viven en contextos sociales reales y complejos de los que no se pueden abstraer de manera significativa. Por difícil que parezca para algunos investigadores, responsables de políticas educativas y educadores -quizás porque nos pasa como a los peces que si estudiasen su medio ambiente lo último que descubrirían sería el agua, los aprendices están contextualizados. Pertenecen a un género, tienen una orientación sexual, un nivel socioeconómico, son parte de una etnia, de una cultura de origen; tienen intereses -y cosas que les aburren; pueden o no haber desayunado; y viven en barrios con o sin frecuente violencia, les atraen (o se enfrentan con) la personalidad de sus docentes, etc. Pero, sobre todo, no solo aprendemos en la escuela, el instituto o la Universidad, si no, ¿cómo podríamos explicar los desarrollos humanos hasta la aparición de estas instituciones? Aprendemos en cada uno de los momentos de nuestra vida, desde que nos conciben hasta que desaparecemos. Y la mayoría de nuestros aprendizajes son subliminales (Mlodinow), suceden sin que seamos conscientes de ellos. Y, poco a poco, van modelando nuestra forma de ver el mundo, nuestros marcos de pensamientos y emociones, nuestros estereotipos, prejuicios y nuestra apertura o cerrazón a otras formas de explicarnos, entender y acercarnos al mundo.

La educación formal es sumamente importante, mucho más en el mundo actual, sobre todo para quienes no están en condiciones de “salir de su casa educados”. Todas las personas que hemos tenido acceso a ella sabemos de su importancia. Y contamos con innumerables pruebas, como la del premio Nóbel de Literatura Albert Camus, quien al acabar la ceremonia de entrega envió una carta a su maestro, el Sr. Germain, en la que manifestaba: “Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza no hubiese sucedido nada de esto”. O la de Malala Yousafzai, premio Nóbel de la Paz, que estuvo a punto de morir por defender su derecho y el de todas las niñas a la educación formal. Un derecho recogido, hace 72 años, en artículo 26.1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Un derecho que, según Oxfam Intermon, se le sigue negando a más de 1.000 millones de personas que sufren pobreza extrema y no tienen acceso a agua potable y a otros servicios básicos como la salud y la educación. Y que, incluso en los países que garantizan el acceso a todos los ciudadanos a la educación, estos la disfrutan en condiciones de gran desigualdad.

Algo que se está evidenciando, una vez más, en nuestro país en estos momentos de pandemia, en los que más del 10% del alumnado no tiene acceso a recursos digitales. E incluso algunos que disponen de ellos, no cuentan con las condiciones físicas, emocionales y culturales para seguir las indicaciones de los centros para seguir con la docencia.

Pero sin educación formal, no hay justicia social y esto, para mí, como para otras muchas personas es un gran reto.
Cuando el alumnado llega a la escuela, no llega como una vasija vacía, como demasiado a menudo la forma de planificar y poner en práctica la enseñanza parecen pensar. Cuando entran por la puerta de la escuela, no se dejan su cuerpo, sus experiencias, emociones, afectos, cultura, contexto socioecómico, etc., en la puerta. No llegan solo como un cerebro para ser modelado, sino como entramado de conocimientos, habilidades, destrezas y carencias, al que a partir de ahora se suma la Escuela. Comienza un devenir en el que la centralidad de la institución formal desdibuja la importancia de los diferentes ecosistemas por lo que transitamos las personas a lo largo de la vida. “En los ecosistemas humanos, la perspectiva ecológica considera a las personas en sus entornos físicos, sociales y virtuales como un sistema unitario que vive dentro de un contexto cultural e histórico particular, consumiendo, reciclando y produciendo recursos, incluyendo información y conocimientos, y cambiando (aprendiendo y desarrollando) a través del proceso de interacción” (Jackson, 2013, p. 2). Por lo que, en estos momentos, aunque el alumnado no pueda asistir a las aulas, no por eso está dejando de aprender. Porque de alguna manera sigue conectado con su entorno, especialmente el virtual, y porque siguen aprendiendo día a día en situaciones totalmente imprevisibles. Siguen aprendiendo, pero otras cosas y de otras formas.

Esta argumentación para plantear dos cuestiones. La primera discutir algunas voces “avisando” que se “está perdiendo el curso”, que el alumnado dejará de aprender el 11% de lo que debía aprender. La segunda, la necesidad de aumentar la imaginación pedagógica y aprovechar este tiempo de incertidumbre explorar formas de aproximarnos al “aprendizaje auténtico”.
A la primera he dedicado toda la primera parte de este texto. A la segunda dedico la segunda parte.
¿Cómo explorar lo que estamos aprendiendo?

Aquello que se denomina enseñar y aprender es sólo recordar. Platón.

La necesidad de mejorar los sistemas de evaluación para garantizar que nos permiten pronunciarnos mejor sobre el aprendizaje del alumnado, más allá de su capacidad para responder a un examen de papel y lápiz, cuenta con una larga trayectoria. Los movimientos de cambio educativo, se vienen refiriendo a la importancia de transformar la evaluación del aprendizaje en la evaluación para el aprendizaje (Stoll, Fink y Earl, 2004). En un proceso que permita al alumnado sentirse más implicado, conocer mejor sus modos de aprender, sus logros y sus dificultades. Y al profesorado comprender mejor el proceso del alumnado y estar en mejores condiciones de acompañarlo

En estos tiempos de pandemia, en los que el alumnado está aprendiendo de forma diferente en contextos diferentes, resulta más pertinente si cabe promover un sistema de evaluación del aprendizaje con la plena participación del alumnado. Y que permita al profesorado conocerlo mejor, descubrir facetas desconocidas y calibrar de forma más conveniente cómo plantear el próximo curso.

Una investigación de este tipo podría plantear al alumnado la elaboración de una “ecología” de su aprendizaje que fuera conectando todo lo que va aprendiendo y reflexionando sobre sus modos de aprender, en tiempos de confinamiento. En función de las condiciones de cada estudiante, se podría sugerir que utilizasen todos los medios de los que disponen para irse respondiendo a una serie de preguntas de aquí a final de curso (también pueden continuar en verano). Podrían crearse un blog o utilizar cualquier recurso a su alcance o que vayan descubriendo y distintos alfabetismos (oral, visual, audiovisual, musical, multimedia,…).

La propuesta sería. En este tiempo en el que han cambiado de forma significativa tus entornos de aprendizaje y socialización, pregúntate:
  • ¿Qué he aprendido sobre mí mismo?
  • ¿Qué he aprendido sobre mi familia?
  • ¿Qué he aprendido sobre mis amigos?
  • ¿Qué he aprendido sobre la situación excepcional que vivimos?
  • ¿Qué he aprendido sobre el mundo en general?
  • ¿Cómo lo relaciono con lo que voy aprendiendo con lo que estaba aprendiendo en la escuela?
  • ¿Qué me preguntaría o me he preguntado?
Las respuestas, que pueden ir progresando, se pueden ir entrelazando. El profesorado las podría ir compartiendo periódicamente y extraer importantes conclusiones orientadas a la mejora.
Un proceso así aumentaría la implicación del alumnado en su aprendizaje y su capacidad para detectar sus fortalezas y debilidades.

Sé que no es fácil. Pero, como educadora, no dejo de pensar que la “locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes” (frase atribuida a Albert Einstein y a Rita Mae Brown en Sudden Death, 1983). ¡Intentemos algo diferente para unos tiempos y contextos de aprendizaje diferentes!


Por
Juana M. Sancho

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miércoles, 13 de mayo de 2020

Dermechkoff: "Este no es el momento de evaluar al alumno"


El ministro de Educación señaló que van a realizar un análisis de la realidad de los alumnos durante la cuarentena.

El ministro de Educación dijo además que pedirán que se dicten menos contenidos para no agobiar a los estudiantes. Adelantó que entre hoy y mañana se emitirá una resolución.  
Frente a la pandemia que confinó al mundo entero, las diferentes esferas de la vida pública sufrieron una transformación que puso en jaque a muchas actividades sociales, entre ellas la educación. La herramienta dio un giro completo  y se subordinó a la tecnología, lo que tomó por sorpresa a docentes, padres y alumnos. La enseñanza virtual no estaba en los planes de nadie, por eso los ministerios de Educación de todo el país se organizan día a día y San Luis no es la excepción. El ministro de la cartera educativa, Andrés Dermechkoff, habló con El Diario y aseguró que ahora "no es momento de evaluar a los alumnos". Y destacó que, en efecto, tienen planeado reducir la cantidad de contenidos para no "atosigar" a los chicos.


"Estas decisiones se verán reflejadas entre hoy y mañana en una resolución que emitiremos", afirmó. Dermechkoff indicó que preparan un balance para observar dónde están parados y hasta dónde llegaron con la enseñanza que se impartió hasta el momento. "Calculo que en el transcurso de este mes vamos a tener un parámetro para saber a cuántos estudiantes llegamos y cuántos trabajaron en el Classroom. Es un análisis grande, son casi 130 mil alumnos y 8.000 docentes, de los cuales tenemos reportes diarios de cuántos mails se enviaron y cuántas videoconferencias se hicieron".
Otro dato importante que podrá arrojar este análisis es si los alumnos dejaron la escuela a causa de esta migración de las aulas a los hogares. "Todavía no sabemos bien si hubo deserción, abandono o falta de conectividad, pueden ser un montón de causales. Para ver eso tenemos que esperar un poco más e incluso hacer un 'puerta a puerta', para ver por qué la plataforma no está llegando a los chicos", señaló.

"Una vez que hagamos ese análisis, vamos a ver qué hacemos con el año lectivo. En principio, lo que se habló es que los alumnos no perderían el año, pero esa es una decisión que tomamos tanto a nivel provincial como nacional", expresó.
Agregó que pedirán menos contenidos porque "hay chicos que no quieren prender ni la computadora, ni el teléfono. Creo que es momento de llevar tranquilidad y que lo tomemos con calma".

Una de las mayores preocupaciones de la cartera en este momento son los exámenes para rendir las materias previas del secundario y así obtener su certificado para presentar en la universidad. "Estamos analizando un protocolo para ver cómo deberíamos tomar esos exámenes, pero seguramente de Nación extenderán el plazo para presentar el certificado en las universidades. Es un trabajo en conjunto que tenemos que decidirlo en el seno del Consejo Federal. Por nuestra parte, ampliamos el plazo para rendir por las estampillas escolares, para que nadie se quede sin ellas", destacó.



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lunes, 11 de mayo de 2020

Evaluar en tiempos de pandemia: la visión de una alumna de 4º del Secundario


  • Recogemos un texto escrito por Ángela Valverde, estudiante de 4º de educación secundaria en un IES de la Comunidad de Madrid. En él habla de este final de curso y la evaluación que se llevará a cabo en este último trimestre. Ella forma parte del alumnado que, voluntariamente, podría volver a las aulas en la fase 1 de la desescalada en el confinamiento.

Hace más o menos un mes y medio decretaron el estado de alarma debido al Covid-19, un virus que tuvo origen en China y que tiene una gran capacidad de transmisión, tanta que posteriormente ha desembocado en una grave pandemia. A todos nos parecía algo surrealista, algo impensable que sucediera en nuestras vidas, algo que nos ha “roto (literalmente) los esquemas”. A pesar de que al principio me alegré de descansar un poco con el no parar de la rutina de cada día, me he dado cuenta de que ir a clase es un privilegio.

Desde mi punto de vista, como estudiante de cuarto de la ESO, considero que esta situación nos ha afectado enormemente. El Ministerio de Educación y la Consejería de cada Comunidad han intentado poner en común ciertas medidas para el desarrollo del curso. Estas medidas han llegado un poco tarde, creando cierta incertidumbre a los estudiantes y profesores. En líneas generales estoy en desacuerdo con algunas de las pautas globales que se han establecido y pienso que ha habido una gran falta de organización. A continuación, me gustaría desarrollar varias ideas en relación a este tema en esta nueva situación.

En primer lugar, si nos centramos en los criterios de calificación que se podrían seguir para evaluarnos en este último trimestre, creo que deberían puntuarnos mediante trabajos, avanzando materia poco a poco, sin saturarnos. Aunque estemos dando clases virtualmente, tienen que entender que a veces nos pueda costar más asimilar el nuevo temario. En ocasiones algunos alumnos como yo tienen dificultades técnicas de acceso a la plataforma digital y no pueden dar las clases de ciertas asignaturas, aparte de que considero que hay una gran diferencia con respecto a dar las clases presencialmente. Esta evaluación siempre tiene más peso que las anteriores (50%) por lo que debido a estas circunstancias excepcionales yo lo repartiría también con lo que hemos hecho los dos trimestres pasados. Si en algunas asignaturas consideran necesaria la realización de exámenes, creo que deberían quitarle peso en la nota y alternarlo con otro tipo de tareas (trabajos, ejercicios, actividades de entretenimiento…) para así poder hacer la cuarentena más llevadera.

En segundo lugar, para mantener la misma igualdad de condiciones en los alumnos a nivel nacional, opino que todas las comunidades autónomas deberían aplicar las mismas medidas. De esta manera todos iríamos igual de preparados y con los mismos conocimientos el curso que viene. Si bien, aunque las pautas generales las marquen las Administraciones educativas, pienso que los profesores son los más cercanos a los alumnos y, por lo tanto, los que mejor los conocen, los que más saben acerca de sus necesidades y los que están al tanto de ciertos problemas personales. Por ello son los que tendrían que tener la última palabra a la hora de decidir si un alumno necesita otros recursos o ciertas actividades específicas.

En tercer lugar, en cuanto al programa de cada asignatura en concreto, hay ocasiones en las que resulta un poco imposible llevar a rajatabla el currículo de las materias, y sin duda, considero que Lengua es una de ellas. Normalmente, el currículo es ya muy extenso de por sí, por lo que ahora es más complicado cumplir con él. Veo necesario intentar adaptar los contenidos, como he dicho anteriormente, utilizando otro tipo de actividades evaluables más llevaderas. Con esto, quiero decir que continuemos con los temarios de forma adaptada a esta situación y aunque algunos contenidos no se vean en profundidad, al menos tener una ligera idea de ellos, de forma que en el próximo curso, en el que supongo que se repasarán, podamos desarrollarlos más a fondo.

Por último, acerca del aprobado general, que diría que es lo que más polémica ha causado, no lo consideraría una opción. Sería injusto que a personas que no han trabajado durante todo el año se les aprueben las asignaturas y pasen de curso. Esto supondría una gran dificultad para ellos el curso siguiente, ya que no han adquirido los conocimientos necesarios para continuar avanzando y no podrían alcanzar el nivel exigido. Esto les puede crear frustración y desmotivación, ya que no tienen el nivel. Además, en muchas ocasiones perjudicarían a la clase haciendo que fuese más retrasada.
Por otro lado, están los cursos como cuarto de la ESO, que es un año en el que titulamos. En este caso, habría gente que recibiría el título sin merecérselo y sin haber adquirido los conocimientos básicos. Por el contrario, estoy de acuerdo en que a estudiantes de bachillerato que se supone que quieren seguir estudiando se les dé un empujón, especialmente a los de segundo, año que les resulta decisivo para su futuro. En este caso, a aquellos que tengan más dificultades con el temario, si el profesor considera que han trabajado, pero aún así no es suficiente, deberían ser un poco más flexibles con ellos y valorar también todo su esfuerzo.

En conclusión, esta situación requiere un esfuerzo especial por parte de las administraciones, el profesorado y los alumnos, quienes tienen que intentar aportar el máximo para llevar con la mayor normalidad posible esta situación, de forma que sea justa para todos. Esto no quiere decir que los que no trabajan se vean perjudicados, ni que los que sí trabajan salgan beneficiados. Simplemente pido una igualdad justa de condiciones con trabajos asequibles a la situación, ya que aunque no lo veamos así, una simple nota lo cambia todo.



Por: El Diario de la Educación
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jueves, 7 de mayo de 2020

20 herramientas para evaluar a los estudiantes


Seleccionamos distintas alternativas que permiten evaluar desde ordenadores, tabletas o smartphones los exámenes y trabajos de los estudiantes. Para ello, recurren a proyectos, cuestionarios, pruebas tipo test y actividades de gamificación.

Lo del papel y el boli está siendo relegado a un segundo plano ante la aparición de nuevas soluciones tecnológicas con las que evaluar a los estudiantes de forma diferente. Te proponemos 20 herramientas para poner nota a los alumnos a través de ordenadores, tablets o incluso smartphones, con juegos y tests personalizados para repasar desde una lección a una asignatura al completo.



Con una gran compatibilidad (iOS/Android y navegadores Chrome), en Socrative podremos poner en marcha concursos de preguntas y respuestas de forma trivial, para que nuestros alumnos participen en ellos. Dado que requiere un registro previo (existen cuentas de profesor y de alumno), toda la información podrá ser registrada y seguida por el profesor, el cual podrá comprobar la evolución de sus pupilos en todo momento. Hay cientos de ‘quizs’ ya creados por miembros de la comunidad aunque se pueden crear más de forma sencilla.

Con una presentación impecable, Plickers es una plataforma para evaluar a los estudiantes de múltiples modos que busca ser lo más inmediata posible. Por ejemplo, podremos hacerles una pregunta y ellos responderán levantando una tarjeta con un código que leeremos a través de la cámara de un smartphone o tablet, con una app específica que corregirá las respuestas de cada alumno dándonos toda la información al instante. Y esto es sólo el principio: en Plickers podemos crear clases para llevar un registro de la evolución de los alumnos o lanzar preguntas con diferentes tipos de respuestas. Y lo mejor de todo, ¡es gratuita!

Se trata de una plataforma en línea que mezcla juego con entretenimiento y diversión. Kahoot! nos permite crear ‘quizs’ on line en los que los estudiantes pueden participar, ya sea por separado o en equipo. El profesor es el encargado de crear un conjunto de preguntas, junto con sus respectivas respuestas, que no siempre serán verdaderas. Por su parte, los alumnos tendrán que determinar las respuestas que consideran válidas. Al final del juego, hay un ranking con los mejores jugadores de cada partida, lo que nos puede servir para evaluar el conjunto. Para realizar nuestros propios ‘quizs’ se pueden coger ideas de los miles de Kahoot! ya creados.

EDPuzzle ya nos referimos como la herramienta que quiere revolucionar el mundo del vídeo en educación. No sólo permite crear vídeos y añadir texto o comentarios a ellos, también podremos evaluar al alumnado de una forma sencilla. Por ejemplo, añadiendo ciertas preguntas a lo largo del vídeo, la plataforma registra las respuestas de cada alumno para que luego nosotros podamos determinar su nivel de comprensión respecto de la materia.

Ésta es una de las muchas herramientas (FormstackFormdeskWufooJotForm y LimeSurvey, entre otras) que permiten crear formularios on line de forma sencilla para realizar una evaluación de contenidos. Necesitaremos, eso sí, crear un formulario acorde al objetivo que queramos plantear, pero una vez creado, tendremos toda la información en una hoja de cálculo que nos permitirá jugar con toda esta información, sacar estadísticas o corregirlos de forma prácticamente automática.

El Facebook de la educación, Edmodo, permite crear tests muy personalizables para evaluar el nivel de los alumnos en un cierto tema o materia. Pueden ser preguntas con diferentes tipos de respuestas, todo ello automatizado y con una guía paso-a-paso en la que nos cuentan cómo hacerlo, y está integrado, así que más fácil, imposible. Si ya usas Edmodo, una de las plataformas educativas más exitosas, seguramente te merezca la pena echarle un vistazo.

Ideada para crear tus propios trivial, con el tiempo Trivinet se ha posicionado del lado más educativo permitiendo que tanto estudiantes como docentes elaboren sus propias preguntas y respuestas. Esto también puede utilizarse con una finalidad evaluadora, ya que podrás crear un trivial específico para tus alumnos, adecuado a la lección y asignatura que quieras.

Aunque en realidad es mucho más completa, una de las características de Nearpod es que también permite evaluar a los estudiantes a través de, por ejemplo un dispositivo móvil o tablet, o un ordenador. El docente puede crear una lección personalizada a todo lo que desee para, a partir de ella, elaborar una serie de pruebas y preguntas con las que poder saber el conocimiento adquirido por sus alumnos.

Una de las herramientas que más se salen de lo habitual es Formative, una app que permite enviar preguntas, lecciones y todo tipo de material a los estudiantes para que estos, a través de sus tablets, puedan resolverlos al instante. Lo mejor de todo es que el profesor verá en tiempo real las respuestas de cada uno de sus alumnos, lo que le permitirá evaluarlos inmediatamente.

De nuevo los juegos de preguntas y respuestas atacan con Flipquiz, una plataforma especialmente destinada al sector educativo en la que un profesor puede crear un quiz y enviárselo a sus alumnos, quienes jugarán individualmente o en grupo, como si fuese un concurso. Bien configurados los equipos, puede ser un momento muy divertido y didáctico dentro de la clase.

Sin registros y de manera gratuita, esta plataforma permite la creación de encuestas mediante la inclusión, primero, de la pregunta y, a continuación, de las distintas respuestas entre las que los alumnos deben elegir la correcta. Proporciona un panel de gestión que hace posible cualquier modificación y desde el que también se pueden comprobar los resultados finales. Se puede acceder a él a través del ordenador o desde una tableta o Smartphone.

Desde sus PCs o dispositivos móviles, esta solución habilita la creación de exámenes on line desde cero, o tomando alguno creado por terceros, con las preguntas que los alumnos deben responder (en el aula o en casa). El docente puede seguir el proceso en tiempo real a través del Panel del Profesor, entregando puntos a los estudiantes que responden correctamente las preguntas en primer lugar. La puntuación total se entrega cuando todos los participantes hayan concluido.

A través de sus 30 tipos de preguntas interactivas y multimedia, el docente puede crear cuestionarios on line en los que incluir contenido adicional tanto fijo (texto, imágenes o gráficos) como en movimiento (vídeo). También permite incrustar enlaces web. Una vez los estudiantes terminen de responder las preguntas, el profesor recibe los resultados de forma inmediata junto a una comparativa con los estándares establecidos.

Esta plataforma gratuita de gamificación habilita a los docentes la creación de test on line así como su envío a los alumnos mediante su navegador web. Para su edición, cuenta con dos modalidades, en vivo y en casa, y puede personalizarse en base a varios criterios como el el número de respuestas o el tiempo para responderlas. Tras su cumplimentación, el profesor recibe un informe con los resultados de cada alumno y de la clase, con los que dictaminar los puntos a mejorar.

Desde su página web, el profesor puede crear una tarea personalizada para cada alumno, o genérica para toda la clase, y seguir su desarrollo a través de su dispositivo. De este modo, puede evaluar la forma de completar cada ejercicio por parte de sus alumnos o ver si las respuestas son las correctas. Al final del proceso, recibe un documento con todos los resultados. Cuenta con una versión móvil, apta sólo para terminales con iOS.

Ofrece la posibilidad de crear formularios y encuestas en línea con distintas plantillas. La versión gratuita permite crear hasta 10 preguntas y 100 respuestas al mes, además de informes, plantillas y descargar los datos; si el profesorado requiere de más contenidos deberá crear una cuenta de pago. Otra de sus características es que se pueden añadir respuestas múltiples, insertar documentos y compartir el examen mediante un enlace.   

La plataforma presenta distintas herramientas para hacer un cuestionario virtual. Tiene la opción de insertar estadísticas, tablas de posiciones, imágenes, preguntas de texto y múltiples respuestas correctas. La opción ‘exam’ está preparada exclusivamente para exámenes, y las respuestas determinan si el alumno está aprobado o suspenso. Está disponible para ordenadores, tabletas y teléfonos móviles; incluye una prueba gratuita de 7 días y permite compartir el contenido, a través de un enlace, en redes sociales. 

Esta aplicación está creada desde dos perspectivas: ‘teacher’ y ‘students’. Posibilita la interacción rápida entre profesor y estudiante, deja realizar los sondeos de forma anónima, identificada y de competición. También cuenta con la opción de asistencia: de esta forma el profesor recoge los datos de los estudiantes que han faltado a clase. 

Se trata de una plataforma online que da la opción de crear lecciones virtuales e interactivas con los estudiantes. Después de que cada uno complete dichos capítulos, cuenta con la posibilidad de que el docente cree test basados en las lecciones y materia para evaluar y conocer el aprendizaje adquirido de cada alumno. 

Creada con un objetivo concreto: realizar, organizar y compartir contenido multimedia y educativo. Abarca 14 tipos de actividades distintas y tareas para fomentar un aprendizaje interactivo basado en estimular la participación de los alumnos. El estudiante se somete a diferentes tareas gamificadas, mientras el docente recibe información de la actividad y estadísticas sobre su evolución. Entre sus características destaca que el profesor puede configurar algunos parámetros como número de intentos o límite de tiempo; e integrar estos contenidos en otras plataformas y aulas virtuales (a través de código HTML).  




Por
EDUCACIÓN 3.0
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