martes, 30 de junio de 2020

Evaluación: el asesino silencioso del aprendizaje

Eric Mazur, profesor de la cátedra Balkanski de Física y Física Aplicada de la Universidad de Harvard, aborda el nacimiento y la función de la instrucción entre pares, el método "justo a tiempo" y los peligros que corre el futuro de la educación.


El nacimiento de la instrucción entre pares
Eric Mazur: Aparté un salón de noche, de 7 pm a 10 pm, revisé cada pregunta, y recuerdo llegar a una pregunta, la cual en mi mente era completamente obvia, de hecho, mientras estaba pensando “¿cómo le voy a explicar a mis alumnos la respuesta?” pensé, “es que así es, no hay nada qué explicar”, así de claro estaba en mi mente. Recuerdo haber dibujado en el pizarrón y decir, sabes, esto era comparando dos fuerzas en una dirección par, recuerdo voltear y decir “por la tercera ley de Newton, estas dos fuerzas son iguales”. Para mí, no había nada más que explicar, y yo tenía como cien, no, como 250 estudiantes en mi salón ese año. Recuerdo haber volteado con el dibujo detrás de mí, mirando a los estudiantes, y ver en sus caras que estaban confundidos, pero yo no podía imaginar qué tenía de confuso, así que dije “¿Hay alguna pregunta?”.

Estaban tan confundidos que no podían articular una pregunta, no podían, no podían pensar en palabras, sabes, cuando estás realmente confundido sobre algo, es difícil articular esa confusión, así que, sabes, pensé “bueno, tal vez les confunde que las fuerzas son las mismas pero el efecto es diferente”, así que borré el pizarrón y comencé de nuevo y, en los siguientes 8 minutos, más o menos, di lo que pensé fue la explicación más brillante posible. Así que el pizarrón completo estaba cubierto en dibujos, ecuaciones y estaba todo ahí, sabes, las fuerzas pueden ser las mismas pero los efectos serían diferentes, y volteé pensando “¡esto es genial!”, sabes, ellos se veían mucho más confundidos. Y no tenía idea de qué hacer. Estaba parado ahí, pensando, sabes, “¿cómo puede ser esto?” y ellos estaban haciendo preguntas, pero yo ni siquiera entendía lo que me estaban preguntando, ¿verdad? Porque su vocabulario era diferente al mío, así que no sabía qué hacer, pero sabía una cosa: sabía que la mitad de los estudiantes me habían dado la respuesta correcta en el examen.

Así que, en un momento de desesperación, les dije “¿Por qué no lo discuten entre ustedes?”, y lo que pasó fue increíble: completo y absoluto caos. Ok, digo, todos empezaron a hablar, se olvidaron de mi frente al salón, y lo que fue más sorprendente fue que en dos minutos ya lo habían resuelto, podías ver a los estudiantes ir, hablar y luego decir… y, por un momento, me sorprendió, pensé “¿cómo puede ser? Yo, el experto, he intentado explicarlo en dos modos diferentes, por como 10 minutos, ¿y ellos lo hablan dos minutos y lo entienden?”.

Pero imaginemos que tú y yo estamos sentados uno al lado del otro, somos estudiantes, ¿verdad? Tú tienes la respuesta correcta porque tú lo entiendes y yo tengo la respuesta incorrecta porque yo no lo entiendo. Hablamos, en promedio es más probable de convencerme que al revés simplemente porque tú tienes la forma correcta de pensamiento. Pero eso no es lo importante, lo importante es esto: tú, como estudiante, eres más probable de convencerme a mí, como estudiante, porque el profesor Mazur frente a la clase lo aprendió hace tanto tiempo, para él es increíblemente claro que él no puede (VOZ EN OFF: no se acuerda cómo es estar confundido) ¡Exacto! ¿Verdad? Algo que mi colega Steven Pinker le llama “la maldición del conocimiento”.

Tiendes a pensar que entre más experto eres, estás mejor posicionado para enseñarlo. Falso, entre más lo sabes, es más probable que hayas olvidado las dificultades de un aprendiz de nivel inicial, aún si tuviste esas dificultades años atrás cuando, y, sabes, hasta cierto grado lo sabemos, ¿verdad?

Sabemos que cuando vamos a un coloquio, a un seminario de nuestra propia disciplina y escuchamos, sí, nos emocionamos, pero si nos piden reproducir lo que sea que se dijo, no podemos. También sabemos que, con frecuencia, la gente que está más cercana a la edad de los estudiantes es más efectiva para enseñar que el profesor más viejo. Los estudiantes de posgrado que enseñan en las sesiones de discusión son más cercanos a los estudiantes y son, por tanto, mejores al explicarlo. Así que, ¿por qué no usar a los mismos estudiantes? Así que eso, así es como nació la idea de instrucción de pares, ¿verdad? Cuando vi esa interacción, lo vi, wow, eso es lo que debería hacer.

¿Cómo funciona la instrucción entre pares?
Eric Mazur: El ciclo, déjame describirlo: voy a clase, hablo quizás unos cuantos minutos, hago una pregunta, les doy un minuto para pensarlo, hago que voten, primero usábamos las manos sobre el pecho, con los dedos indicando la elección, después de eso vino el clicker, el cual fue desarrollado en parte en mi salón de clase, y luego las personas adaptaron el clicker, era repensar la pedagogía. Pero, olvida eso, olvida la tecnología. Los estudiantes deben comprometerse con una respuesta, pueden hacerlo en papel, y después de que se hayan comprometido tienen que hallar a un vecino con una diferente respuesta, así que volteo contigo, te pregunto: “¿Qué respuesta tienes? Ah, yo tengo la misma respuesta, gracias”, y volteo con otro vecino, trato de encontrar una persona a mi alrededor con una respuesta diferente. Comenzamos a discutir, y la probabilidad indica que uno de nosotros diga “Ah, sí, tienes razón” y cambiemos la respuesta.
Usualmente, solo entre 30 y 70 % tienen el deseo de responder, entonces, después de unos minutos de discusión, ese 30 a 70 % puede incrementar a casi 100 %, y hay muchos estudiantes que pudieron haber dicho “ah, sí”, y luego, sabes, termino con una pregunta de discusión e inicio el siguiente ciclo, y luego el siguiente ciclo, y así hasta que termina la hora de clase.

El método “Justo a tiempo”
Eric Mazur: Así que, encontré una técnica llamada “Enseñanza Just-in-Time”, la cual usé por muchos años, es esencialmente ofrecer a los estudiantes una zanahoria y un palo. Es sólo en realidad en los últimos 5 años que he podido acertar con este problema, y la forma en la que llegué a esa solución es tan obvia en retrospectiva, verás: trabajé duro en hacer que los salones una interacción social con estudiantes hablando entre ellos, ayudándose entre ellos. Nunca pensé hacer el componente de fuera de clase de la interacción social, digo, de nuevo, si tienes a un estudiante leyendo un libro, es una experiencia aislada y solitaria, ¿verdad? Estás leyendo un libro solo. ¿Qué tal si pudiéramos, de alguna forma, usar la tecnología para unir a los estudiantes?
Así que, desarrollamos una plataforma de aprendizaje social llamada Perusall donde tenemos acuerdos con la mayoría de las editoriales, de hecho, creo casi todas las editoriales que las personas han pedido, y lo que pasas es que los estudiantes leen el libro de texto o las notas o lo que sea que el instructor hace disponible, y si ellos tienen una pregunta pueden resaltar la parte de la pregunta, y abre una ventana de chat, y jala a otras personas, de hecho está ligado a redes sociales, como Twitter, Facebook o cualquiera que estén usando los estudiantes, y luego el estudiante usa la maquinaria de aprendizaje, inteligencia artificial para analizar la interacción de los estudiantes, dar retroalimentación al instructor sobre la interacción de los estudiantes en la plataforma, hallé que, por primera vez, puedo de verdad diseñar nuevos cursos donde, siempre y cuando tenga un buen texto, puedo eliminar por completo la lectura, por completa, pero no fue fácil, incluso en retrospectiva pienso que es un poco obvio, sí, tienes que hacerlo social porque aprender es una experiencia social. 

Evaluación: el asesino silencioso del aprendizaje
Eric Mazur: Tengo una charla sobre evaluación: el asesino silencioso del aprendizaje, porque después de implementar la instrucción entre pares pensé “¡Sí! Cambié el enfoque de la enseñanza”, pero desde el punto de vista del estudiante, la parte de verdad importante es la evaluación, ¿verdad?
Y, si de verdad quiero que mis alumnos aprendan, entonces debería ajustar las evaluaciones de modo que promueva el aprendizaje y es, de hecho, una oportunidad de aprendizaje, no un castigo, lo cual desafortunadamente son la mayoría de las evaluaciones. Digo, si le preguntas a algunos de los estudiantes “¿qué piensas de los exámenes?”, es visto como un evento estresante, y los eventos estresantes no son la mejor manera de aprender. Pienso que no solo necesitamos cambiar nuestros enfoques sobre la enseñanza, también debemos cambiar nuestros enfoques sobre la evaluación. La educación está enfocada completamente en el individuo.

Los estudiantes vienen a nuestras universidades, tus estudiantes al Tec, mis estudiantes a Harvard, ellos van a clases y en muchas clases están sentados junto a otros estudiantes pero, sabes, las clases no son interactivas, bueno, creo que el Tec está haciendo las cosas mucho mejor que otras instituciones, pero en mi institución muchas, muchas clases siguen estando basadas en lecturas, así que, sí, están sentados junto a otros estudiantes pero no hablan entre ellos, así que es solitario: se van a casa, estudian solos, van a un examen, son separados de los demás, no tienen permitido hablar con otros, no pueden buscar cualquier información, no pueden buscar nada en internet ni nada, sólo tienen una pluma y papel, y así es como los examinamos, y luego les damos una calificación y un título y los mandamos a la sociedad, ¿y qué pasa? Allá, claro, ellos siempre están trabajando juntos y siempre tienen acceso a cualquier información que quieran.

Así que, de cierta forma, creo que el modelo de educación que la mayoría de las universidades del siglo XXI aún usan simplemente no está en línea con la realidad de la sociedad, la cual es colaborativa y con constante acceso a información cambiante. Así que, yo le doy a mis estudiantes acceso a la información, ellos pueden usar el internet, les doy acceso entre ellos, nunca toman un examen solos, sí, tiene que haber responsabilidad individual pero todo es en equipos, y luego el equipo evalúa cómo contribuyó cada quien en el equipo, así que eso, sabes, no todos lo obtienen, equipo, sí, claro, exacto, pero por lo menos los estudiantes tienen que aprender a trabajar juntos y cómo usar la información en lugar de poner la información en sus cabezas para que la recuerden. 

El futuro de la enseñanza
Eric Mazur: Mensajes como el que hemos estado discutiendo, por lo menos es más escuchado, y más personas piensan “hmm… tal vez deba repensar lo que hago en el salón de clases”. De esa forma, pienso que edX ha hecho un muy buen trabajo. No soy un creyente de edX, pienso que hace muy poco y ha hecho muy poco por la educación, con una excepción: las personas, los académicos que ponen sus cursos en edX, de repente comienzan a pensar, después de poner su curso en edX, “¿cuál es mi rol aquí? ¿Cuál es mi rol dentro del salón de clases?”. Así que espero que, en 10 años, más personas se pregunten, más miembros de la academia, más instructores, más maestros se pregunten “¿cuál es mi rol en el salón?” y “quizás no debería solo estar sermoneando y haciendo cosas que están de fácil acceso en internet y otros lados”. Esa es mi esperanza por el futuro.


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viernes, 26 de junio de 2020

Los retos de los exámenes online

¿Cómo se verificaría la identidad del estudiante y la integridad del resultado durante la prueba? ¿Qué herramientas están a disposición de los docentes? ¿Qué marca la normativa europea sobre la privacidad del alumno? Juanjo Galán, de Business Strategy de All4Sec, analiza los retos que se presentan a la hora de realizar los exámenes online desde una perspectiva de ciberseguridad.


La pandemia causada por la propagación de la Covid-19 ha puesto a prueba los modelos de funcionamiento de nuestra sociedad. El sector educativo ha sido precisamente uno de los que más ha sufrido sus consecuencias, ya que la imposibilidad de impartir clases de forma presencial ha obligado a gobiernos e instituciones educativas a replantear la manera de prestar un servicio que se considera esencial para nuestro desarrollo futuro.

Retos de los exámenes online
La adopción de la tecnología en la educación hasta la fecha ha sido lenta y, dadas las circunstancias y como consecuencia inmediata, han surgido numerosas preguntas que ponen en tela de juicio la adecuación del modelo pedagógico tradicional frente a la nueva realidad que trae consigo la transformación digital.

No seremos tan frívolos de entrar aquí a evaluar esos modelos que en sí mismos son objeto de estudio de numerosos expertos en la materia. Sin embargo, sí que queremos, al menos desde la perspectiva que nos proporciona la ciberseguridad, plantear alguna cuestión que puede resultar interesante.

La controversia de los exámenes
La valoración de los resultados académicos ha sido desde siempre un tema controvertido: cómo determinar si un alumno ha alcanzado el nivel adecuado para acceder a la siguiente etapa de su educación o cómo unificar esos criterios de valoración es objeto de discusiones intensas allá donde se planteen. Habitualmente, el procedimiento más utilizado ha sido el de los exámenes presenciales, sean estos en evaluación continua o en pruebas globales al final del curso.

En ese contexto, los debates cotidianos sobre educación durante estos días de confinamiento se han visto plagados de cuestiones acerca de cómo realizar las pruebas de evaluación. ¿Quién no ha referido en algún momento cómo pudo copiar en tal o cual examen para el que apenas había estudiado? ¿Quién no se ha vanagloriado de haber conseguido esquivar los controles que los profesores le imponían cuando estaba haciendo una prueba? ¿Quién no ha sido cogido in fraganti por un profesor para su propia vergüenza? Ciertamente todas son situaciones, con reminiscencias nostálgicas, que muchos habremos pasado. Y es que las estrategias utilizadas por los estudiantes para saltarse el control de los profesores han sido, y son, históricamente infinitas y a cuál más imaginativa.

Sin embargo, la pregunta que flota en el ambiente es: ¿existe un mecanismo fiable para vigilar a los estudiantes durante un examen, utilizando medios digitales, cuando lo completan de forma remota?
Informe del Ministerio de Educación

En la actualidad, numerosos centros educativos se encuentran ante la tesitura de evaluar a sus alumnos utilizando la tecnología o, por el contrario, mantener los tradicionales exámenes presenciales. Recientemente, el Gobierno de España marcaba las pautas para las pruebas de EBAU que tendrían que llevarse a cabo durante el próximo verano. Unas pruebas que ineludiblemente deberían realizarse de forma presencial. Ahora bien, ¿sería posible llevar a cabo dichas pruebas de forma remota? ¿Cómo se verificaría la identidad del estudiante y la integridad del resultado durante la ejecución de las pruebas?

En un reciente estudio realizado por el Ministerio de Universidades se recogían los diferentes mecanismos que podrían utilizarse para evaluar el nivel educativo de un estudiante. Entre sus principales conclusiones que se planteaban dos aproximaciones básicas para verificar la identidad y autoría de los exámenes de los estudiantes en un entorno hipotéticamente digital.
Supervisión online por parte del profesor

La supervisión online por un profesor arranca de la premisa de que el estudiante y su entorno permanece visible durante toda la ejecución de la prueba y que, por tanto, el profesor tiene a su disposición, a través de un sistema de imágenes (habitualmente una webcam), todo lo que concurre en torno a la persona evaluada. Podríamos decir que estaríamos ante un mecanismo avanzado del modelo de supervisión tradicional.

Supervisión automatizada
Alternativamente, un sistema de vigilancia automática o desatendida sería capaz de monitorizar a la persona que está llevando a cabo un examen, al tiempo que identificaría cualquier actividad en su entorno que pudiera resultar sospechosa.

Las técnicas utilizadas para este segundo tipo de supervisión son múltiples y variadas. Desde tomar imágenes del entorno del alumno para después verificar los cambios que se han producido durante la ejecución de la prueba, hasta el reconocimiento facial, el control del equipo de trabajo del alumno, sus pautas de comportamiento o el análisis de plagios. Actualmente existen numerosas herramientas que proporcionan ya estos servicios como Managexam,  ProctorexamSmowlExamity Honorlock.

Privacidad versus supervisión
Recientemente algunos países han decidido utilizar un mecanismo de vigilancia automatizada para llevar a cabo las pruebas de evaluación finales en sus diferentes niveles de enseñanza. Tal ha sido el caso de la Autoridad Universitaria Australiana (ANU) que se ha inclinado por Proctorio, un producto que se suma a los anteriormente mencionados.

Como es fácil de deducir, uno de los principales problemas de este tipo de soluciones reside en los datos que manejan. El reconocimiento facial o la monitorización de las pautas de comportamiento durante el proceso de evaluación pueden ser elementos de interés para los ciberdelincuentes, lo que incrementa la necesidad de medidas adicionales de protección.

La posibilidad de que un tercero controle la webcam, el micrófono o la pantalla del ordenador de un alumno abre al mundo la posibilidad de problemas serios en la privacidad. Problemas que aún resultan más críticos cuando lo que se trata es de monitorizar a menores de edad.

Normativa europea para la supervisión automática
La normativa europea para la protección de datos personales (RGPD) establece reglas de control suficientemente punitivas para aquellas compañías, organismos o instituciones que hagan un mal tratamiento y explotación de estos datos

Es más, con el desarrollo de las técnicas de Inteligencia Artificial, el marco de interés por los datos se ha visto ampliado. Por ejemplo, la Comisión Europea está estudiando actualmente desarrollar medidas dirigidas a proteger al ciudadano de los riesgos que pueden tener sus derechos fundamentales, especialmente los datos personales, la privacidad y de no discriminación cuando se utilizan técnicas de IA para la correlación de información.
A este respecto, precisamente la Comisión ha manifestado que “el uso de aplicaciones de IA para la identificación biométrica remota y otros sistemas de vigilancia intrusiva deben considerarse siempre de riesgo elevado” y, por tanto, los requisitos de registro, control o uso son siempre aplicables, tal y como, por otra parte, recoge el artículo 9 del RGPD.

Vigilancia automatizada, ¿sí o no?
En este contexto, otro reto es la supervisión automática de las pruebas de evaluación de los alumnos queda en el aire. Las técnicas de ‘proctoring’ se han mostrado claramente en el límite de la privacidad, pero no por ello dejan de ser válidas.

Frente a ellas, los trucos utilizados por los estudiantes resultan, pese a todo, muy imaginativos. Se ha comprobado que, en los exámenes online, algunos estudiantes tienden a utilizar la compartición de pantalla, la interconexión de dispositivos Bluetooth, los teléfonos móviles, los smartwatches o la suplantación de la identidad para recibir la ayuda de terceros.

Al final, debemos de admitir que si queremos garantizar la integridad de una prueba de evaluación telemática tendremos que recurrir a mecanismos de supervisión también telemáticos. Y, precisamente ahí, la ciberseguridad tendrá mucho que decir. Pero que no se asusten los estudiantes, es posible que algunas de las tradicionales técnicas que aún existen para copiar o recibir ayuda continúen siendo válidas. Eso sí, la decisión de ponerlas en práctica será una respuesta esta vez totalmente individual.



Por
EDUCACIÓN 3.0
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miércoles, 24 de junio de 2020

La repetición se resiste a morir de ineficacia

  • Salvo casos absolutamente excepcionales, la promoción automática será este curso la norma. La medida ha levantado ampollas en un país donde la cultura de la repetición está muy arraigada. Una inercia que no han logrado contrarrestar ni la evidencia empírica en contra ni sucesivas leyes educativas. Analizamos las dinámicas de uno de los fósiles más resistentes del sistema español.


Ni siquiera las anomalías provocadas por el virus han bajado de los altares a la repetición. Un recurso del que abusa España, según lleva décadas advirtiendo la práctica unanimidad de analistas y organismos, de aquí y de fuera. Aunque la tendencia es a la baja, cerca de un tercio de chavales españoles sigue repitiendo en su paso por la enseñanza obligatoria.

La ministra Celáa ha asegurado que la promoción automática será este curso la “norma”. Y amplios sectores vaticinan catástrofes: drástica caída de nivel, motivación en los huesos, muerte anunciada de la exigencia. Cunde el pánico cuando el Ministerio se ha limitado a recordar lo que ya estipularon sucesivas leyes educativas: repetir ha de ser la excepción que confirme la regla. El rasgar de vestiduras resulta ilustrativo del abismo entre legislación y realidad.

“Hay también un divorcio entre comunidad educativa y expertos, se nos ve como bichos raros. Es muy difícil luchar contra una práctica que goza de tanto consenso”, explica José Saturnino Martínez García, profesor en la Universidad de La Laguna (Islas Canarias) y especialista en Sociología de la Educación. “Está muy arraigada entre profesores, familias y alumnos. Se asume que es la mejor forma de luchar contra las dificultades”, añade.

Martínez García desglosa cómo esta reputación se asienta en una especie de patrulla que, arguyen sus defensores, mantiene el orden escolar: “El poli bueno es la supuesta oportunidad que se brinda al alumno de aprender lo no aprendido; el poli malo, el castigo, tan temido por los estudiantes, que la convierte en una herramienta disciplinadora fácil para el centro y los padres”.

Esa mezcla entre oportunidad y castigo debería servir, en teoría, para enmendar trayectorias erráticas. Más tiempo para el estudiante que realmente arrastra problemas de aprendizaje. Un zarandeo motivador para aquel que no se esfuerza lo suficiente. Argumentos que a priori cobran sentido. Y que un sólido cúmulo de investigaciones se ha encargado de echar por tierra. El estigma del repetidor, el shock que le provoca ser arrancado de cuajo de su grupo de pares y su consiguiente autopercepción negativa se conjugan para anular los supuestos beneficios.
En su repositorio de evidencias científicas, EduCaixa reserva un apartado especial para la polémica medida. El meta-análisis se antoja concluyente: repetir no ayuda al alumno y resulta tremendamente caro para el sistema.

El investigador de la Universidad de Barcelona, Álvaro Choi, advierte del coste económico para el país más allá del año extra de escolarización: “Al reducir las posibilidades de éxito del alumno, es probable que tenga más problemas para incorporarse al mercado laboral”.

¿Huevo o gallina?
Martínez García y Choi admiten que los estudios sobre repetición siempre topan con un obstáculo casi insalvable. Nunca sabremos qué tal le hubiera ido al alumno de no haber repetido. Un déficit de información que nos sumerge de lleno en las incógnitas del huevo y la gallina o, según la jerga sociológica, la causalidad inversa. ¿Miles de repetidores engrosan las listas del fracaso escolar porque son (y hubieran sido en cualquier caso) malos estudiantes? ¿No pasar de curso acentúa el problema? ¿Crea uno nuevo? ¿Desengancha sin remisión del sistema por un tropiezo puntual?


Para resolver con absoluto rigor estas dudas, apunta Martínez García, habría que “plantear diseños experimentales, con dos grupos de alumnos parecidos y que uno repita y el otro no”. Al no ser viable, continúa Choi, “las evidencias más robustas se han servido de técnicas cuasi-experimentales que miden la evolución de los repetidores a medio-largo plazo”. Y aquí sí hay certezas. Tras repetir, los alumnos que no pasan de curso (vistos en promedio) pierden fuelle y se descuelgan aún más de su grupo de edad.

En artículos e informes, la tradición suele aparecer como factor repelente ante las razones de la ciencia. Junto a Francia, Portugal y Bélgica, nuestro país conforma el frente repetidor en la Unión Europea. Al otro lado, los países escandinavos y el Reino Unido, donde la medida se aplica de forma marginal. “La legislación española es muy parecida a la de Dinamarca, pero allí casi nadie repite”, apunta Martínez García. Pero, incluso al cruzar nuestras fronteras norte y oeste, la inercia cultural está sucumbiendo a su propia ineficacia. Un reciente documento del Consejo Escolar anima a España a seguir el ejemplo de Francia y Portugal, que están metiendo tijera a sus índices de repetición a un ritmo trepidante.

También se cita con frecuencia la exigencia desmedida del sistema español. Un vistazo a PISA ayuda a comprender lo alto que situamos el listón para pasar de curso. Los repetidores españoles puntúan sistemáticamente mejor que la media OCDE. En otros países, muchos de ellos seguirían en el curso que les corresponde por edad.

Desde una óptica estructural, algunos vinculan la alegría con que los centros prescriben la repetición con el exceso de rigidez de nuestro sistema. La prevalencia de metodologías transmisivas abraza un modelo de evaluación pétreo. Currículos milimétricos dejan escaso margen para la atención personalizada. La uniformidad criba al estudiante heterodoxo. Desmontar este engranaje “contradice la naturaleza centenaria de nuestro sistema, requiere un cambio de mentalidad enorme en la gestión del aula”, sostiene Martínez García. Como punto de partida, habría que replantearse “qué se espera del alumno”, añade Choi.

Aun así, la cultura de la repetición no goza del mismo predicamento en todas las CCAA. Castilla y León supera al País Vasco en PISA, pero su porcentaje de repetidores (en la media nacional del 30%) dobla al de Euskadi. Hay incluso diferencias notables dentro de una misma región. “Haciendo lo mismo, en un centro repetirás y en otro no”, asevera Choi.

Refuerzo gratis contra la brecha
Flexibilizar los aprendizajes figura en casi todas las recetas para atajar las cifras de no promocionados. “Tendríamos que poder acoger en un mismo aula a alumnos con diferentes niveles de conocimiento. Superar el enfoque reglamentista y los temarios enciclopédicos que imponen un mismo ritmo para todos. Esto requiere más formación docente, ratios menores y profesores de refuerzo. Resulta caro, pero quizá no tanto si tenemos en cuenta el ahorro en el coste de la repetición”, explica Martínez García.

El binomio detección precoz/apoyo extra -ante todo frente a desfases importantes en conocimientos imprescindibles- ofrece una alternativa a escala individual. Choi defiende centrar la acción en Lengua y Matemáticas con una “tutorización dentro o fuera del centro, y ayudas económicas si fuera necesario”. Este investigador apuesta además por relanzar el papel de la orientación, “tan dañada desde la crisis”. De nuevo, el equilibrio financiero llegaría al no tener que prolongar forzosamente el tiempo de escolarización.

La posibilidad de clases de refuerzo subvencionadas para el alumno más vulnerable enlaza con la brecha social que acompaña a la repetición. Esta se ceba con los entornos desfavorecidos, donde la mitad de estudiantes no promociona al menos un curso. El factor segregación explicaría en buena medida por qué los alumnos de la pública repiten el doble que los de la privada, concertada o no.
A los escollos socioeconómicos de origen, se une una capacidad de respuesta escasamente equitativa cuando las cosas se tuercen. “Si el hijo no va bien en la escuela, las familias mejor situadas, sobre todo en cuanto a capital cultural, pueden compensar apoyando en el hogar, con academias o profesores particulares e, incluso, negociando con el propio centro”, asegura Martínez Díaz.

Choi menciona programas masivos de refuerzo en los guetos de Baltimore y Chicago que en su momento cosecharon “buenos resultados”. Con la repetición metida en el gran saco de excepcionalidad que ahora rige nuestras vidas, cuando el mismo acceso a la educación es una quimera para tantos alumnos, quizá sea el momento.





Por Rodrigo Santodomingo
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martes, 16 de junio de 2020

Gabriela Diker: "No hay lugar para calificaciones en escalas numéricas ni conceptuales"

La Secretaria de Evaluación e Información Educativa del Ministerio de Educación de Nación adelanta que las evaluaciones, de inicial, primaria y secundaria, "tendrán por propósito retroalimentar el proceso de aprendizaje", es decir "adaptar contenidos y hacer devoluciones a los estudiantes". En esta entrevista, Diker, busca clarificar de cara a los alumnos, docentes y familias, cómo será la evaluación de las clases virtuales.


Algunos colegios ponen notas a los trabajos realizados por sus estudiantes, otros optan por una nota de concepto teniendo en cuenta la entrega de trabajos y la participación. En este contexto, ¿qué deben saber familias y estudiantes?
—Que las evaluaciones serán formativas. Lo acordaron los ministerios de Educación de las distintas jurisdicciones y el de Nación. Esto significa que las evaluaciones tendrán por propósito retroalimentar el proceso de aprendizaje. Es decir, en base a lo que los docentes reciban de sus alumnos adaptarán contenidos y harán devoluciones a los estudiantes y a las familias para que orienten o promuevan mejor los aprendizajes. A partir de este acuerdo, no hay lugar para calificaciones en escalas numéricas ni conceptuales. Es más, no se considerará a estos un insumo para acreditar aprendizajes. Las evaluaciones serán un registro para conocer cómo se está desarrollando el proceso de aprendizaje y en base a él planificar. En este momento, en las condiciones de aprendizaje en el hogar no existe intercambio entre pares ni el aprendizaje más colectivo que se da en la escuela. Tampoco enseñanza con la misma intensidad. En sentido estricto, dar actividades no es equivalente a enseñar. Por eso tenemos que ser muy cuidadosos con el modo en que valoramos los procesos de aprendizaje que se están dando en el hogar y también cómo empezamos a considerar nuevas cosas que se están adquiriendo como el aprendizaje autónomo.

¿Cómo se llegó a esta decisión?
—Los ministerios de las distintas jurisdicciones consideraron que, durante la suspensión de clases, la evaluación formativa es más oportuna y eficaz que otro tipo de pruebas, para promover los aprendizajes. Que básicamente tiene que ver con dos cuestiones. Una, que la continuidad pedagógica es muy desigual en cuanto a la conectividad con la que cuentan chicos y docentes. Y, dos, a las posibilidades de acompañamiento de las familias. (Nota de R: en este artículo producido por la periodista Gabriela Origlia para La Nación se ilustra esta situación). Además se pretende que la información de estas evaluaciones formativas den elementos a los docentes para pensar cómo retomar.

Pensando en la reanudación de clases presenciales, ¿qué pasará con los contenidos que debían incorporarse en este ciclo lectivo?
—Como en la mayoría de los países, se está pensando que, entre lo que quede de presencial del 2020 y el ciclo lectivo 2021, se redistribuyan los propósitos que tenía cada ciclo escolar. La acreditación de aprendizajes, entonces, se realizará sobre los objetivos que se hayan definido alcanzar al regreso a clases, que será escalonado porque es necesario mantener el distanciamiento social y por lo tanto combinará clases presenciales con trabajo en el hogar. En las provincias y la ciudad de Buenos Aires, los ministro de Educación se están reuniendo esta semana en el marco del Consejo Federal para consensuar un marco nacional respecto a las evaluaciones y el ciclo lectivo 2020. El Consejo Federal. Para entender la importancia de lo que se acuerde, vale recordar que está conformado por el ministro de Educación de Nación, los ministro de las distintas jurisdicciones -que son los que tienen voz y voto-, más representantes de sindicatos nacionales, universidades y representantes de las Cámaras de Senadores y Diputados -con voz y con voto-.

Final del formulario
Entonces, ¿en qué deberían hacer foco los estudiantes y las familias teniendo en cuenta la vuelta al colegio?
—En que lo importante es sostener sus aprendizajes. A través de cualquiera de los recursos disponibles y que llegan a los hogares. El ministerio ya distribuyó 20 millones de cuadernos impresos en todo el país y está produciendo contenidos para radio y televisión. Todo el material, a su vez, está disponible en 
Seguimos Educando. El foco es sostener el vínculo con la escuela, el conocimiento y el aprendizaje. Por supuesto, no corriendo detrás de la currícula porque no hay posibilidades reales de hacerlo. Entender que estamos ante una situación excepcional. No podemos pensar que la forma escolar se traslada al hogar y sigue todo igual. Por eso, ya hay una priorización, que están haciendo los docentes, de contenidos y propósitos. No perder de vista que la pandemia llega con el 50% de los chicos en edad de transitar los niveles educativos obligatorios bajo la línea de pobreza. En ese contexto, nos preocupa mucho que se incremente el abandono. Y sabemos que tendremos que buscar maneras de conectar con la escuela a las poblaciones que hayan abandonado. Por eso, nos proponemos, primero, identificar a las poblaciones que no regresen a la escuela. Segundo, revincularlos. Y tercero, generar un conjunto de acciones que acompañen y fortalezcan sus trayectorias escolares. Nos preocupa especialmente el cumplimiento del derecho a la educación de todos y todas.

—¿Qué deberían tener en cuenta directivos y docentes para evaluar en este momento?
—Que deben priorizar el vínculo con la escuela. Las jurisdicciones, al igual que el Instituto Nacional de Formación Docente (INFOD), han trabajado en muchas orientaciones y cursos que están realizando un número importante de docentes. Pensando en la vuelta a clases, vamos a tener que avanzar hacia la integración por proyectos transdisciplinares, que incluyan a distintas asignaturas. Esto también pensando en cómo se hará la acreditación de saberes y cómo se evaluarán. Profundizar el camino que habíamos iniciado. En ese sentido, las evaluaciones deberán tener en cuenta mejorar el aprendizaje en los estudiantes y la enseñanza en los docentes, más que a calificar. Claro que habrá que contemplar que hay profesores que tienen que hacer devoluciones a 200 alumnos y que el trabajo interdisciplinario puede reducir esta demanda uno a uno pero exige un trabajo colaborativo de los docentes, que muchas veces no cuentan con conectividad o contexto para hacerlo. No olvidar que el aprendizaje en los hogares, tanto para docentes como para estudiante y familias, es una situación inédita donde todos los sistemas educativos del mundo estamos aprendiendo y viendo qué funciona y qué no.

¿Cómo se está pensando la promoción de grados y niveles educativos?
—Lo más crítico es la finalización de primaria y secundaria. Estamos trabajando en propuesta específicas y probablemente sean los primeros que regresen. Hoy, podría decir que estamos especialmente concentrados en los ciclos finales, pensando algunas alternativas de continuidad . Tal vez, las clases para los que egresan concluyan en los primeros meses de 2021 y se atrase un poco el inicio de clases de los niveles superiores. En el nivel inicial, la promoción ya está establecida que es por edad, ese es el único criterio. Y lo mismo el ingreso a primer grado. Entre 1º y 2º grado, ya está acordada una unidad pedagógica (Resolución 174 del Consejo Federal de Educación). Es decir, hay objetivos a lograr a lo largo de esos dos años. Tercer grado. Estamos proponiendo que pase a ser parte de esa unidad pedagógica y así los aprendizajes podrían distribuirse en todo el primer ciclo: 1º, 2º y 3º grado. Para los demás grados de primaria, la misma resolución 174 tiene previsto la promoción acompañada. Es decir, existen experiencias y normativas que sostienen que el aprendizaje es un continuo que puede distribuir a lo largo del segundo ciclo: 4º, 5º, 6º y 7º grado. Lo mismo pasa en secundaria. Hay antecedente de bloques académicos. Por ejemplo, Matemática de 1º, 2º y 3º, donde los aprendizajes pueden distribuirse de distinta manera a lo largo de esos tres años. Es importante saber que hay propuestas y experiencias acumuladas que nos permiten pensar en alternativas de redistribución de contenidos y metas, que tengan como horizonte final  la incorporación de los conocimientos correspondientes a cada ciclo.



Por Stella Bin
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jueves, 11 de junio de 2020

Reflexiones educativas en momentos de crisis


  • Hace unos días me senté para animaros a vosotros, los docentes, a coger fuerzas, a abrir las alas y echarnos a volar fuera de la zona de confort para transformar la escuela de hoy día. Hoy quiero reflexionar con toda la comunidad educativa (familias, maestros, alumnos, gobierno) sobre dos temas: la evaluación y la educación como un todo.


Recordemos que parto de una búsqueda por una escuela vista con ojos de niño. Esos ojos que nos van a ayudar a hacerla por y para ellos. Una escuela en la que aprendan a tener una buena autoestima, en la que sean tratados con cariño y amor, en la que conozcan sus propias emociones y las sepan gestionar, en la que sepan compartir, cooperar, respetar al resto, en la que aprendan empatía, en la que se frustren pero sean resilientes, en la que sean críticos, en la que sepan investigar, en la que desarrollen sus propios recursos para defenderse ante cualquier adversidad, en la que sean creativos, en la que sepan expresarse con soltura tanto oral como de manera escrita, en la que lean y en la que nunca, nunca pierdan la ilusión, la curiosidad ni la motivación para seguir avanzando. Por eso, si los incluimos en nuestro presente, mucho mejor, ya que tienen mucho que decir.

Teniendo todo esto en cuenta, ¿cómo lo evaluamos? Para responder tenemos que hacernos otra pregunta ¿creéis realmente que un número puede explicar si alguien ha aprendido, comprendido y consolidado el proceso de aprendizaje? Eso es calificar, pero no evaluar. Evaluar es mucho más que eso. Evaluar, queridas familias, es ser conscientes del proceso de aprendizaje, ver los puntos débiles y fuertes y buscar cómo mejorar. Para ello, es muy importante que el alumno sea consciente, que sepa autoevaluarse y que sepa poner en práctica lo aprendido. Será entonces cuando dicho aprendizaje se consolide. ¿Creen pues que toda esta información pueden recibirla con un número? ¿Pueden realmente conocer el proceso de su hijo con este? Creo haber respondido ya a las preguntas.

Como podrán observar, la evaluación es muy compleja, por este motivo el día en el que me dijeron que tenía que ‘evaluar’ durante esta situación me enfadé mucho con el sistema en general. Pensé: «¿Pero cómo voy a decidir yo que un alumno tiene más o igual nota en estas circunstancias?». Es completamente incoherente bajo mi punto de vista. No todos los niños tienen los mismos recursos tecnológicos. Hay muchas desigualdades. Estamos frente a un momento tan complejo y lo que nos preocupa es poner un número a los alumnos, que por si no tienen bastante con estar ‘encerrados’, han de sentirse examinados en una situación extraordinaria. ¿Creen seriamente que no han aprendido nada los niños y niñas de todo el mundo durante estos tres meses? ¿Cuál es el problema, que si no le ponemos un número no es válido? Por favor, ojos de niño y un poco de sensatez, que los adultos ya fastidiamos bastantes otras cosas.

Pero no se preocupen que los maestros evaluamos con conocimiento de causa. Una vez más, transformemos la escuela.

No olvidemos que la educación es un todo. Somos los maestros, somos los alumnos, somos las familias, son los gobiernos, pero mientras dejamos que estos últimos terminen de pelearse entre ellos, juntemos nuestras fuerzas. Nosotros: familias, maestros y alumnos tenemos mucha más voz. Sin nosotros no hay educación.

Así que, gracias a todas las familias que tanto nos ayudáis dando lo mejor de vosotras para que, entre todos nuestros pequeños (de tamaño pero no de corazón) dioses sigan adelante con su ilusión. Y gracias a nuestros protagonistas, que con vuestra luz llenáis cada día nuestro corazón. GRACIAS.



Por
Sara Marí
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jueves, 4 de junio de 2020

La evaluación escolar en tiempos de coronavirus


El debate sobre la calificación vuelve a ocupar el centro de la escena
A partir de la decisión ministerial de suspender la calificación numérica, docentes de todos los niveles cuestionan el qué y el cómo de la evaluación escolar.


Este año, el cierre del primer trimestre del ciclo lectivo en las escuelas de todo el país traerá una inédita particularidad: el período no será acreditado con calificación numérica. Ante la modificación de toda la práctica educativa por el aislamiento social, preventivo y obligatorio, el Ministerio de Educación de la Nación decidió que la evaluación trimestral tendrá “carácter formativo”, con el foco puesto en "el proceso de aprendizaje”.

Si bien la medida es de carácter excepcional, logró abrir preguntas que golpean de lleno en uno de los cimientos con que todo el sistema educativo sostiene la enseñanza: la lógica del "premio" y el "castigo". ¿Cómo se evalúan hoy los procesos de aprendizaje? ¿Cómo impacta la resolución del ministerio en la práctica docente cotidiana? ¿Es posible otra lógica de evaluación? ¿Pueden las y los docentes reflexionar sobre sus prácticas de evaluación en las condiciones en que trabajan? Para responder estas preguntas, Página 12 dialogó con especialistas en educación y docentes de escuelas secundarias.

La nota como castigo
"La virtualización del vínculo entre docente y estudiante puso sobre la mesa la dificultad para resolver la evaluación en un contexto como éste. Aunque hubo que construir desde la nada todo un nuevo modo de enseñar, a eso nos adaptamos y yo no he visto que aparecieran preocupaciones más que tecnológicas. Sin embargo, con la evaluación aparecen otro tipo de problemas: está todo bien hasta el momento en que ya no puedo poner nota", analiza el doctor en Educación Jorge Steiman.

Según comenta Rosario Martínez, profesora de lengua en escuelas secundarias de la Ciudad de Buenos Aires, "cuando supe que no se iba a calificar con nota hubo un momento de incertidumbre. Creo que hay un vacío en ese sentido. Aunque una da las clases igual e intenta seguir los procesos de los chicos, sin la nota siente que falta cerrar algo". Para Nicolás Herrera, docente de historia en tres escuelas de la zona sur del Gran Buenos Aires, "la mayor dificultad práctica está en que los chicos se relajan y muchos dejan de mandar trabajos. De algún modo, dicho en términos brutos, dejamos de tener esa herramienta de amenaza que a veces es la nota, ya no se puede decir 'si no hacés el trabajo te llevás la materia', porque ese castigo no está en el horizonte".

Sin embargo, ambos docentes afirman que en aquellos alumnos que sí mantienen la continuidad pedagógica parece despertarse un interés diferente al habitual: "Hay algo más espontáneo, como si al no tenerle miedo a la nota estuvieran mejor predispuestos a buscar otras maneras de entrar a los contenidos", relata Martínez mientras que Herrera advierte que así y todo "uno no puede contentarse con eso y abandonar a los demás. Muchas veces los trabajos no se mandan porque no pueden o por no tener acceso a internet, por ejemplo, y eso no puede ser castigado. Pero incluso en los casos donde no tienen ganas de hacerlo hay que tratar de estar atento, de eso se trata la enseñanza al fin y al cabo".

En este sentido, Carina Kaplan, doctora en Educación por la Universidad de Buenos Aires, asegura que "calificar el logro o el resultado escolar en este tiempo de excepcionalidad implicaría desconocer o negar las condiciones de desigualdad. Yo invito a hacernos esta pregunta: ¿Es justo calificar en las condiciones tan desiguales en que nos encontramos? Considero que no es un momento para poner un número a cada estudiante sino para comprender su proceso". 
Además, Kaplan sugiere que esta experiencia inédita podría ser un impulso para que "la sociedad empiece a repensar los sistemas de evaluación tradicionales hacia una evaluación no condenatoria ni punitiva. De lo que se trata es de valorar las trayectorias escolares intentando igualar la estructura de oportunidades socioeducativas”. Según Martínez, en este contexto sucede que a veces son los propios alumnos los que preguntan por qué sus trabajos no tienen nota o incluso piden ser calificados. Para Steiman, esto se da porque "ese el sentido asignado a la escolaridad: se va a la escuela a aprobar y el éxito o el fracaso se define por eso".

La nota como premio
"Mediante las calificaciones numéricas se reconoce administrativamente un conocimiento, pero eso no es indicativo del aprendizaje de los sujetos. Un proceso como el del aprendizaje escolar no puede reducirse a números y escalas, porque evaluar no es sinónimo de medir", señala la doctora en Educación. Por su parte, Steiman considera que "hay un halo en torno a la evaluación, como si en ella se acabara todo el sentido de la enseñanza: se enseña para evaluar, no para que se aprenda, y son los propios sistemas educativos los que solventan esto".

Según los dos especialistas, esta preponderancia de la calificación hace que las estructuras educativas adquieran lógicas de competencia "meritocrática". En este sentido, Kaplan advierte que las calificaciones numéricas son "una herencia del siglo XIX que fabrica jerarquías de excelencia, pero la evaluación no necesariamente debe involucrar un sistema de medición o una tabla de calificaciones que compara sujetos entre rangos inferiores y superiores". De igual modo, Steiman critica la idea de que la nota numérica pueda servir, a modo de premio, como un "estímulo": "Se cree que la nota estimula, pero eso es así solo en el marco de un sistema competitivo. Desde mi punto de vista sería mejor evaluar por 'aprobado' o 'desaprobado', sería menos meritocrático y habría menos competencia".

Que la evaluación debe estar orientada a acompañar los procesos de aprendizaje de cada estudiante en particular ya es un consenso dentro del mundo académico. Desde este punto de vista, la nota, el examen, la tarea o el trabajo práctico no debieran ser elementos externos que el docente introduce cada cierto período de tiempo para conocer qué fue lo que el alumno aprendió de memoria, sino que deberían pensarse como parte integral de la enseñanza y el aprendizaje: "En sí mismo, la nota o el número no es el problema, sino el objeto de la evaluación. Hay que preguntarse: ¿Qué es lo que estamos evaluando?", señala el doctor en Educación en este sentido.
El énfasis puesto por el Ministerio de Educación en focalizar en los "procesos" y en el "carácter formativo" de la evaluación no es algo nuevo para el mundo de la práctica docente. Sin embargo, la decisión ministerial de no calificar con nota numérica llevó a que las distintas instituciones educativas deban buscar formas nuevas de llevar la evaluación, mediante la utilización de rúbricas y el seguimiento particular de las trayectorias de los alumnos. Entre los puntos a evaluar no solo se recomienda tener en cuenta si los estudiantes resolvieron las actividades, sino también cómo sostuvieron el lazo con la escuela, si tuvieron acceso tecnológico a las propuestas de enseñanza, si plantearon dudas, preguntas u opiniones o si compartieron las actividades con sus compañeros.

Así y todo, la modificación en el método de evaluación puso de relieve algunas dificultades materiales que, tanto docentes como alumnos, tienen a la hora de llevar a cabo la continuidad pedagógica: "Desde mi punto de vista resulta un poco descolocado hacer énfasis en los procesos justo en este contexto ¿Cómo evalúo el proceso de un chico que, por una razón u otra, no pudo enviar ningún trabajo en todo el trimestre?", advierte Herrera. Algo similar sostiene Martínez: "La mayoría de los profesores de secundaria tenemos, como mínimo, 150 alumnos entre todos nuestros cursos. Si ya en la normalidad del aula se hace difícil seguir la trayectoria de cada uno, la virtualidad lo complica más aún", asegura.

Sin embargo, la docente cree que "cuando esto termine tal vez sea diferente y se pueda pensar mejor, creo que lo importante a la hora de evaluar es entender que cada alumno tiene un proceso particular y que, por otro lado, ese proceso no se puede reducir a un número". Según Kaplan, en la práctica, los docentes "junto con la calificación numérica requerida, ya evalúan procesos, porque la apropiación de los aprendizajes se logra en interacción, a través de la construcción del conocimiento compartido, tejiendo y entretejiendo solidariamente en el aula".

¿Es posible otra forma de evaluar?
"Ahora estamos en pleno tránsito de una experiencia inédita, pero puede haber efectos no buscados que son una oportunidad para, una vez que pase esto, enriquecer los sistemas de evaluación. Ir hacia la evaluación en proceso, de carácter formativo, que es un modo de contrarrestar las desigualdades", explica Kaplan que considera que sería esperable "repensar si el sistema de evaluación será numérico, procesual o ambos". Para Steiman, la evaluación "es mucho más que un examen o que un momento, es algo que acompaña a la enseñanza, tiene que tener un sentido y el énfasis tiene que ser más formativo".

Desde su experiencia cotidiana, Herrera opina que, en las condiciones en que hoy en día se desarrolla la labor docente, un cambio de este tipo no puede esperarse en términos individuales: "Yo tengo cerca de 300 alumnos. Normalmente cruzo tres localidades para ir a las escuelas, el fin de semana corrijo y me quedan algunas horas libres. Así y todo reflexiono sobre mi práctica y trato de buscar otras formas de evaluar. La mayor parte de las veces te cruzás con obstáculos institucionales que no permiten hacer nada: al fin y al cabo tenés que poner el numerito cada trimestre y eso no es una decisión mía, es una decisión estatal".
En esto coincide Martínez, quien utiliza una comparación cinematográfica para explicar la situación: "Cuando salió la serie Merlí y estaban de moda sus métodos yo pensaba: 'si yo trabajara cuatro horas por semana y el sueldo me alcanzara para vivir como vive él, entonces también tendría tiempo para pensar métodos nuevos'". Así y todo, la docente considera que "cada docente puede y debe tomarse un espacio para reflexionar sobre sus prácticas, pero hay determinadas cosas que no podemos cambiar por cuenta propia".

En palabras de Kaplan, "la escuela es una institución que contiene las huellas del pasado pero a la vez muta con los cambios de época. La escuela es un proyecto político y cultural, una experiencia que nos constituye subjetivamente y que está atravesada por los signos de su tiempo". Restará saber si los cambios que la pandemia impuso a la práctica evaluativa llegaron para quedarse o si el sistema de premio y castigo sobrevive sin variaciones. Cualquiera fuera el caso, será producto de una decisión política. 

"Una pedagogía de la ternura"
"Es importante en esta experiencia inédita asumir una pedagogía del trauma, una pedagogía de la ternura", define Carina Kaplan quien, además de ser doctora en Educación, es profesora de la materia Sociología de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Entre otros títulos, coordinó la publicación "Desigualdad educativa: la naturaleza como pretexto", y ahora hace hincapié en la necesidad de problematizar los contextos desiguales de los estudiantes ante el proceso de "continuidad pedagógica", además del valioso rol de la escuela pública ante la cuarentena.

"La desigualdad social preexiste a la escuela. Niñas, niños y jóvenes transitan su escolaridad en forma diferencial según las marcas de origen social, pero la escuela pública mantiene la promesa de la igualdad y procura con sus prácticas desanudar el vínculo que parece inexorable entre el sello de cuna y el destino escolar", explica Kaplan y agrega que si bien en este contexto "el encuentro virtual no suple a la interacción cara a cara, que compromete al cuerpo y a las emociones, la escuela sigue siendo la generadora del lazo social".

En este sentido, la doctora sostiene que "la escuela democrática es aquella que lucha cotidianamente por ser más justa, en una sociedad de mercado desigual, permitiendo avizorar horizontes simbólicos de oportunidad", y añade que, aún sin la presencia física de la institución, es importante mantener el vínculo con los estudiantes en este contexto particular: "Es necesario, en cada comunicación, preguntarles cómo se sienten, cómo están transitando esta experiencia, cuáles son sus miedos o en qué los podemos ayudar".

Kaplan concluye que el rol más importante de la escuela y los docentes se sitúa ahora en "ayudar a tramitar los miedos a la enfermedad o a la muerte. Y al volver a las aulas la escuela necesitará ayudarlos a curar las heridas sociales, a elaborar las pérdidas. El lenguaje de las emociones es lo que nos hace humanos, por eso debemos asumir una pedagogía de la ternura".

La educación superior, no tan afectada
Ante el aislamiento social, preventivo y obligatorio, la educación superior también ha visto sus prácticas modificadas y la evaluación no está exenta de cambios. "En la mayor parte de los caso se va a resolver la acreditación de forma virtual, con mesas de examen a distancia, trabajos prácticos o evaluaciones domiciliarias", detalla Jorge Steiman quien, además de ser doctor en Educación, se especializa en Enseñanza Universitaria.

Sin embargo, existen determinadas materias que, por tener una carga de contenidos mayormente orientada a la práctica, no pueden reemplazar la clase presencial con tanta facilidad: "En estos casos hay problemas para dictar las clases, algunas fueron dadas parcialmente y otras directamente postergadas, como es el caso de las prácticas docentes en los profesorados, por ejemplo", explica Steiman y detalla que, en algunas de estas materias, "se decidió ir hacia un esquema de dos instancias: acreditar la parte teórica por una parte y postergar la práctica para otro momento".

Ante el contexto excepcional, los profesores universitarios también se vieron obligados a modificar sus metodologías de enseñanza: "Surgen nuevas prácticas, o algunas que eran poco utilizadas se vuelven más comunes", sostiene el doctor en Educación. Una de estas modalidades es la denominada "clase invertida", la cual supone que "el estudiante ya llega a clase con el teórico visto; el profesor se filma, graba el teórico y los estudiantes lo miran, por lo que a la clase llegan solo a discutir conceptualmente lo que se vio en el teórico", según explica Steiman

En este sentido, el especialista en enseñanza universitaria separa las prácticas de enseñanza de la educación primaria o secundaria de las prácticas de la educación superior. Mientras que "en los niveles más bajos el vínculo entre profesor y estudiante no es tan fácilmente reemplazable", en la educación superior sí existe "la posibilidad de suplir la presencia del profesor por una vía alternativa, la discusión que se da en el aula se puede dar también por vías virtuales", concluye Steiman. 




Informe: Santiago Brunetto  
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