Detectar el éxito o fracaso de la acción educativa es el primer paso. Después hay que interpretar los datos y convertirlos en iniciativas que atiendan a cada contexto y sean asímismo evaluables. Hablamos con Maryanna Abdo, managing director del Centre for Evidence and Implementation, sobre este flujo constante que retroalimenta el vínculo entre investigación y práctica educativa.
Con sede en Australia, Singapur y Reino Unido, el
Centre for Evidence and Implementation asesora a gobiernos y organizaciones de
todo el mundo en la mejora de servicios como la educación o la salud. Su
fórmula combina la investigación con pautas precisas para transformar lo que
nos dice la ciencia en prácticas de éxito. En ese aterrizaje de los números en
el mundo real, la adaptación al contexto emerge como la condición que marca la
diferencia.
Hablamos con Maryanna Abdo, su managing director.
Nacida y educada en EEUU, Adbo vive en Asia desde hace casi una década. Allí ha
desarrollado diversos proyectos en los que su preocupación por los más
desfavorecidos aparece como constante. La estadounidense participa en el
próximo congreso digital de WISE, que se celebra entre el 23 y el 25 de este
mes. En su cuenta de Twitter, Abdo se define como education nerd.
Vemos en los últimos años una especie de fiebre por
las evidencias en educación. ¿Existen factores que han desencadenado esta
tendencia?
Sin duda hay un interés creciente por saber qué
funciona y qué no. Pienso que aquí han cobrado un papel relevante los Objetivos
del Milenio en cuanto a acceso universal a la educación. Muchos países lograron
grandes avances en la primera década del siglo construyendo escuelas, pero
ahora las cifras aumentan levemente o se han estancado. Solo construir más
escuelas ya no funciona, especialmente en zonas rurales o entre las niñas. Y
ahora las autoridades educativas y los que financian la ayuda internacional
quieren tomar decisiones a partir de la investigación, de estudios rigurosos
que demuestren la efectividad de sus medidas.
¿Abundan también los estudios sobre rendimiento en
esas nuevas escuelas de países en vías de desarrollo? Entiendo que no es solo
un problema de cantidad, sino de calidad.
Sí, se está haciendo un gran esfuerzo por evaluar
los resultados. Y en muchos casos, las cifras muestran deficiencias, con
porcentajes significativos de alumnos que no alcanzan un nivel mínimo en
conocimientos básicos.
Medir el acceso a la educación o el aprendizaje en
matemáticas o lectoescritura resulta relativamente fácil. Pero la cosa se
complica cuando el objeto de estudio se centra en competencias como el
pensamiento crítico, la capacidad de síntesis o la creatividad.
Se puede medir casi todo, siempre y cuando se hagan
las preguntas adecuadas. Si queremos saber si una práctica aumenta la
creatividad, quizá no sea de gran ayuda fijarnos en las notas de exámenes. Pero
sí podemos indagar sobre el interés artístico de los alumnos o el número de
vocaciones en esa dirección.
Tu organización destaca la importancia de saber
cómo implementar, mediante prácticas concretas, lo que nos dice la ciencia.
Hemos calculado que se necesitan hasta 17 años para
transformar una evidencia en una práctica de éxito. Aspiramos a acortar ese
tiempo.
Uno de los grandes retos en la implementación pasa
por adaptar buenos programas a otros contextos educativos. Algo puede funcionar
en un sitio pero no en otro. De hecho, varios organismos [EduCaixa en España]
apuestan por sintetizar en meta-análisis los resultados de diferentes estudios
sobre un mismo tema.
Varios factores influyen en el proceso: los
currículos nacionales, el enfoque pedagógico, la geografía, variables
culturales… Por eso es tan importante saber no solo qué queremos hacer, sino
también qué condiciones contribuyen a su éxito. Te pondré un ejemplo, en este
caso del sector salud. Un país occidental intentó exportar un modelo de mejora
sanitaria -basado en la atención domiciliaria- a otro país asiático. No
funcionó, en buena medida por las diferentes relaciones paciente-doctor y las
reticencias a recibir atención en casa.
¿Ayudaría también acercar a los profesores a los
métodos y técnicas de la investigación?
Sin duda. Hemos llevado a cabo recientemente un
estudio sobre el uso de las evidencias entre los profesores australianos. Las
conclusiones apuntan a un gran margen de mejora en áreas como el acceso a los
propios recursos de investigación educativa o la capacidad del docente para
identificar evidencias robustas.
¿Existe resistencia entre algunos profesores a la
hora de cambiar su metodología a la luz de la ciencia?
Me cuesta pronunciarme porque no tengo un contacto
frecuente y directo con la primera línea en las escuelas. Pero percibo un gran
entusiasmo. Al final, todos queremos hacer bien nuestro trabajo, y estamos
abiertos a recibir información que nos ayude a mejorarlo.
Para evaluar sistemas educativos en su conjunto,
primero hemos de tener más o menos claro para qué queremos educar. Y los fines
de la educación no siempre se nos presentan tan obvios.
¿Complica este eterno debate el diseño de buenas
investigaciones?
Este tipo de tensiones y visiones divergentes se
dan en la mayoría de sistemas educativos. Quizá por ello hemos observado que
algunas de las evidencias más sólidas proceden de un nivel menor, a escala
escolar o red de escuelas.
¿Podrías citar alguna práctica educativa que en
principio suena bien pero la ciencia se haya ocupado de desterrar?
No pertenece exactamente al ámbito escolar, pero sí
a la educación en sentido amplio. Hay un programa que utilizan en EEUU para
disuadir a adolescentes con delitos menores de que sigan por el mal camino. Se
llama Scared straight [algo así como Asustado de golpe] y
consiste en visitas a prisiones de adultos donde los presos les explican lo que
allí les espera si finalmente acaban ingresando. Se trata básicamente de
meterles miedo para encauzarles. Parece una excelente idea, ¿no? Pues las
evidencias demuestran no solo que no tiene un impacto positivo, sino que puede
aumentar la probabilidad de terminar en la cárcel. No sabemos exactamente por
qué ocurre esto. Puede ser porque algunos chavales de entornos deprimidos ven
la vida en la cárcel como una opción atractiva, con tres comidas al día y un
techo. O por la mala influencia que ejercen sobre ellos los presos con quienes
tratan durante las visitas. No lo sabemos. Pero la moraleja del cuento se
antoja clara: lo que suena bien no siempre está bien.
Lo verdaderamente innovador en educación es hacer
cosas que sabemos que funcionan y hacerlas bien
¿Es la educación un campo especialmente fértil para
lanzar propuestas con un bonito envoltorio y escaso fundamento?
Creo firmemente que la innovación tiene un enorme
potencial transformador, y para innovar hay que arriesgar. Pero te diré algo
que mi jefe asegura con frecuencia: lo verdaderamente innovador en educación es
hacer cosas que sabemos que funcionan y hacerlas bien. Sean estas innovadoras o
tradicionales. ¿Por qué distraernos con el brillo de la última novedad cuando a
veces ni siquiera hemos intentado lo que ya sabemos con certeza que funciona?
A veces el debate tradición/innovación se plantea
como si fueran opciones incompatibles. Hay estudios que reconcilian ambas
posturas y concluyen que innovar es bueno, pero solo cuando el alumno ha
asimilado una buena base de conocimiento, que quizá haya que enseñarle mediante
metodologías clásicas.
Algo similar ocurre con la relación entre
competencias digitales y socioemocionales. Cada vez hay un mayor consenso en
cuanto a que el potencial de las primeras solo se puede desarrollar plenamente
cuando el alumno confía en su capacidad para pensar críticamente y se siente cómodo
colaborando y trabajando en equipo.
¿Qué podemos esperar en el futuro próximo de la
investigación educativa? ¿Habrá campos de análisis predilectos?
Por razones obvias, la educación a distancia será
uno de ellos. O la falta de medios tecnológicos para acceder a ella y cómo
estas carencias influyen a la hora de que muchísimos alumnos se alejen, puede
que definitivamente, de la escuela. El otro día escuché en una conferencia
virtual que, durante el confinamiento, solo el 25 % de alumnos en India han
dispuesto de tecnología para continuar aprendiendo. También se dijo que,
durante la crisis del ébola, en Liberia se triplicó el porcentaje de alumnos
sin escolarizar. Son datos terribles que requieren respuestas, y la
investigación puede contribuir a dar las más efectivas.
En tu cuenta de Twitter te defines como education
nerd [de difícil traducción, en castellano nerd sería
una mezcla de empollona, pringada y obsesa]. ¿Qué implica ser una education
nerd?
[Risas] Pienso que el sector educativo es el más
interesante, con tantas variables, tan complejo y apasionante. Vivimos además
un momento de cambio que lo hace aún más fascinante. Flujos de estudiantes
internacionales, nuevas competencias para un futuro incierto… Podría hablar
horas y horas sobre mi pasión por la educación, pero no creo que proceda.
[Risas]
Autor: Rodrigo Santodomingo
Fuente e imagen:
https://eldiariodelaeducacion.com/2020/06/24/en-educacion-se-puede-medir-casi-todo-si-hacemos-las-preguntas-adecuadas/
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