martes, 14 de diciembre de 2010

Ética de la evaluación

COORDINACIÓN EDUCATIVA Y CULTURAL CENTROAMERICANA

Colección Pedagógica Formación Inicial de Docentes Centroamericanos de Educación Primaria o Básica


Evaluación de los Aprendizajes en la Escuela Primaria: una Nueva Visión
Armando Najarro Arriola
He aquí la síntesis de cinco pequeñas historias arrancadas de la realidad por medio de la observación . Representan escenas naturales que se viven a diario en las escuelas centroamericanas de todos los niveles y sobre las cuales la ética tiene mucho que señalar. Vea usted: Marque usted en el paréntesis de la izquierda lo que le parece cada una. Utilice los códigos, B (bien), NS (no sé) o I (inaceptable) ( )

El profesor Óscar gusta de tratar bien a sus alumnas y alumnos. No se deja llevar por favoritismos ni por prejuicios. Toma en cuenta las diferencias individuales, pero también sabe conducir al grupo como tal. Al evaluar trata de que sus alumnos aprendan alguna lección para la vida, siempre y cuando sea positiva y respetándoles como personas. ( )

Ética de la evaluación 11 de 11

La profesora Mariela vive muy ocupada con sus tres trabajos que posee. No tiene tiempo para preparar sus clases. Ella considera que con cinco años de trabajar en la escuela primaria no tiene por qué estar llenando planificaciones o leyendo antes de dar sus clases... y menos que alguien le enseñe a evaluar. Ella se las sabe todas.

( ) La profesora Suyapa nunca avisa a sus alumnos y alumnas cuando va a practicar pruebas o a evaluar. Ella insiste en que todo el tiempo tienen que estar preparados y preparadas para todo. De lo contrario –dice ella-, es una especie de fraude porque el alumno (a) se prepara artificialmente. A ella, con una persona que apruebe su curso le basta para demostrar que ha trabajado bien.

( ) El profesor César Augusto cuando informa de resultados de calificaciones o evaluaciones lo hace ante toda la clase. Informa de viva voz –por no decir a gritos-, y aprovecha a regañar a quienes salen mal y elogia a quienes se lo merecen. Nunca devuelve las pruebas –por aquello de las trampas-, pero eso sí, le parece muy sano, señalar los peores errores ante todos y todas, para que los susodichos no los cometan otra vez.

( ) El profesor Miguel es cuidadoso con sus pruebas y luego de aplicarlas suele recogerlas y ordenarlas cuidadosamente. Lo mismo cuando las entrega a los niños y niñas para que revisen si no ha habido errores u omisiones de su parte. Luego las pide, las guarda en un lugar especial para cuando se necesiten o haya un reclamo. Y...entrega resultados de evaluación llamando a cada estudiante y haciéndole comentarios acerca de lo que tiene que mejorar. ¿Qué le ha parecido este contexto? Seguramente algunos casos le han parecido más fáciles de calificar que otros y más de alguno le ha puesto a pensar detenidamente. A lo largo de este capítulo se discutirán las actitudes descritas y esperamos que usted saque sus propias conclusiones.

Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia, sin embargo, los nombres son totalmente ajenos y no tienen nada que ver –han sido cambiados-, para proteger las identidades.

El poder de educar o alienar

Es importante la aceptación que tenga la persona docente de sus alumnas y alumnos como personas que son. Es fundamental –aunque hay acciones que demuestran que continuamente se olvida-, aceptar que no se pierde estatus o prestigio si se trata a la niñez en las aulas como personas. Abandonar actitudes tiránicas, actitudes autoritarias o arbitrarias es fundamental para educar. Caso contrario, es alienar a la niñez que suele empezar a rebelarse rechazando el estudio, la elaboración de tareas, la participación en clase, etc. El no dejarse llevar por favoritismos que creen resentimientos es parte de una ética personal de respeto mutuo entre docente y discente. Cada estudiante por pequeño o pequeña, por grande o por especial que sea, tiene derecho a un trato justo, igualitario y a la vez distinto, respetando sus diferencias personales. Esto da un carácter humano y enriquecedor a nuestro proceso evaluativo.

Un proceso evaluativo ético es una oportunidad no sólo para aprender más, sino también para crecer como personas tanto por parte de quien evalúa como de quien es evaluado.

Preparación de la evaluación ¿Planificar o improvisar?

Muy cierto es que toda persona docente espera que sus estudiantes estén siempre listos y listas para demostrar lo que saben y lo que pueden hacer. Sin embargo, también es muy cierto que la evaluación como oportunidad de demostrar lo que se conoce y lo que se ha logrado, no debe ser una trampa y menos una batalla donde docente y estudiantes son adversarios. Por lo mismo, toda evaluación –por ende toda prueba-, debe responder a objetivos y a un plan que sea previamente conocido por ellos y ellas. No hacerlo así equivale a un ataque sorpresivo, con alevosía y ventaja que puede llevar inconscientemente a cierta morbosidad por ver sufrir al grupo. Eso no puede ser.

Por muy buenas intenciones que animen al docente, se impone la necesidad de que la evaluación como proceso sea sistemática y no improvisada. De manera que se puede afirmar que es parte de la ética de toda persona cuando evalúa, avisar al estudiante de momentos especiales o fechas en que será sujeto muy activo de la evaluación. Eso de ninguna manera riñe con la evaluación periódica que todo el tiempo debe estar realizándose, especialmente con funciones formativas.

Es ético permitir que todo alumno y alumna se prepare para ser evaluado o evaluada. En el proceso evaluativo, alumnas y alumnos no son enemigos del docente, sino amigos y amigas que esperan un resultado para aprender más.

Solidaridad en la evaluación
Este concepto en evaluación puede tener varios significados: probablemente si se pregunta a los y las estudiantes lo podrían interpretar como ser ayudados para obtener mejores resultados. Una persona docente puede entender el ser solidario como la imagen de alguien que le ayuda a evaluar a un grupo. En este apartado, sin embargo, se desea entender la solidaridad en la evaluación como aquellas manifestaciones en las cuales asumimos papeles o funciones altamente humanas para que quien sea evaluado o evaluada se sienta bien, seguro o segura, con deseos y condiciones de demostrar lo mejor que ha logrado respecto de su aprendizaje.

Con la niñez se puede ser solidario (a) en la evaluación de muchas formas: evitando que sea sorpresiva, brindando condiciones óptimas para el buen desarrollo, evitando utilizarla como una forma de represión, aclarando todo lo necesario, resolviendo dudas –durante el desarrollo de una evaluación-, evaluando congruente y pertinentemente lo que se ha enseñado en el proceso, evaluando lo que se ha enseñado, evaluando para aprender y verificar aprendizajes –y no para la competencia-, educando al evaluar... Asimismo, como producto de las experiencias de clase y de la evaluación formativa, las y los estudiantes deben aprender a ser solidarios y solidarias entre ellos y ellas con actitudes como estudiar o prepararse en grupo, superar las debilidades de unos con las potencialidades de otros u otras, ayudando al buen clima evaluativo, apoyándose a la hora de la realimentación, etc. Ese puede ser un buen sentido de la solidaridad, entendida en el marco de la evaluación.

La solidaridad en la evaluación humaniza el proceso. Lo hace más ético. Toda forma de amenaza, de venganza o de represión queda fuera en dicho momento para convertirse en un momento de reflexión para la mejora.

Respeto por la privacidad de los y las estudiantes
Es parte de la ética de la evaluación que las personas sujetos de la misma no sean humillados o excesivamente exaltados –o ensalzados-, como producto de los resultados de las evaluaciones y menos cuando éstas son de corte academicista o memorística. Es útil y ético devolver las pruebas o entregar resultados del proceso evaluativo, pero elogiar desmedidamente o criticar duramente a unos y unas en comparación con otros y otras, deja efectos negativos, crea resentimientos y provoca traumas o complejos. Y ante todo, no deja efectos positivos –algunas personas docentes afirman que sí, que así se aprende, pero, ¿dónde están los resultados que prueben esa hipótesis? Es negativo y ya es tiempo que dejemos por un lado esa actitud anticuada de querer hacer escarmientos en forma pública por un mal resultado. Es más positivo respetar la privacidad de los sujetos de la evaluación y hay que hacerlo personalmente, por lo menos en grupos pequeños. Es fundamental acercarse como persona a cada alumno o alumna, interesarse por cada uno /una, no como número, sino como persona, como semejante, como el otro en el que me reflejo yo. Es mejor que los errores graves se comenten personalmente con cada estudiante y explicarlos –corregirlos-, a profundidad. A nadie agrada que le señalen sus errores ante otras personas –menos en plena niñez-. Una actitud así, de pleno respeto, puede ayudar mucho a ver la evaluación con una nueva visión, como proceso humanizante para mejorar.

Ningún médico divulga los resultados de los exámenes de sus pacientes para que mejoren su salud por vergüenza. Tampoco la persona docente debe hacer lo mismo con sus estudiantes. Es más ético comentar los errores personalmente, con disposición a que el evaluado, pueda mejorarlos.

Manejo de datos de evaluación
Una condición altamente ética de la evaluación, poco respetada en las escuelas y colegios es la confidencialidad de los datos recogidos con los y las estudiantes. Lo anterior no significa que haya un total secreto en el cuaderno de control, pero sí exige que esta información no sea popularizada entre docentes -lo cual puede formar estereotipos respecto de algunos o algunas estudiantes, algo que puede perjudicar sus resultados en los diversos grados o asignaturas cuando hay varios o varias docentes-, o entre el resto del aula. Es reconfortante para la niñez el notar que los y las docentes son cuidadosos y cuidadosas para manejar esta información, es una muestra de respeto a la intimidad a la que todos tenemos derecho. Toda persona sujeto de evaluación tiene derecho a sentirse segura, no humillada y con buenos deseos de mejorar.

Sentir respeto y amor por los y las alumnas no es muestra de debilidad. Por el contrario, es una muestra de humanidad y la evaluación debe ser un proceso altamente humano.

Cultura de paz y evaluación
No es exagerado pensar que desde el campo evaluativo se puede empezar a generar una cultura de paz propia de la escuela. La paz significa justicia y equidad. Si desde la escuela la persona docente muestra o hace evidente que hay justicia en el desarrollo del proceso enseñanza-aprendizaje y en la evaluación, en el trato con los alumnos y alumnas, equidad en oportunidades, etc., se puede generar un sentido de paz que fortalece la capacidad de aprender. Recuerde usted que un golpe físico ya no es admisible en el proceso educativo, pero también se debe tener cuidado con los golpes psicológicos, aquellos que no se ven, pero que pueden dejar una profunda cicatriz. Y hay una fuerte tendencia a este tipo de golpes en la evaluación. Hay un adagio popular que reza: Los errores del médico se entierran, pero los del docente se multiplican, y es muy cierto porque aunque no matan, pueden generar un daño que se multiplica toda la vida. Y la mayoría de este tipo de experiencias procede de la aplicación de evaluaciones en la escuela, especialmente la primaria.

Una cultura de paz en la escuela también significa perder el miedo a que los niños y niñas evalúen a sus docentes, los procesos, los materiales, etc. La evaluación no es una guerra, es una forma de mejorar y eso solamente se puede en un ambiente de paz y amor por el prójimo, el que sabe menos, al que tenemos que ayudar a crecer como persona. Hace un poco más de una década, Miguel Angel Santos de la Universidad de Málaga2 en un revelador artículo plantea los problemas que entrañan los procesos de evaluación en la escuela y, en general en el ámbito educativo y lanza –y comprueba-, su hipótesis de que la evaluación educativa está enferma, sufre de disfunciones y desenfoques, está atrofiada e hiperatrofiada de algunos de sus elementos, como por la desvirtuación de su práctica y significado. Y aunque podrían parecer exageradas, sus observaciones son muy útiles, especialmente, de cara a la idea de establecer una ética de la evaluación. A continuación se presenta una síntesis de los aspectos éticos que es necesario retomar para salir de esta Patología:

➔ No debe evaluarse solamente al estudiante. Es ético evaluar todos los demás componentes del proceso educativo, incluido naturalmente, el o la docente.

➔ Se evalúan solamente los resultados, pero deben evaluarse también los procesos, las condiciones de partida, los esfuerzos, etc. Es decir, todas las variables que intervienen en el cómo se ha conseguido el resultado. No deben evaluarse solamente los conocimientos. Los procedimientos, las actitudes, los valores, los hábitos,..y los contenidos conceptuales. La gran mayoría de docentes evalúa solamente los resultados pretendidos, sin embargo, se olvida que también hay resultados no pretendidos. Éstos es ético evaluarlos. Y muchas veces son los más impactantes. Como influencia del positivismo, muchas personas docentes quieren o pretenden que se debe evaluar solamente lo observable. Sin embargo, éticamente hablando, es necesario evaluar lo que el alumno o alumna no puede demostrar. Lo no observable no quiere decir que no existe. La evaluación cualitativa es fundamental especialmente para evaluar todo lo que los niños y niñas aprenden y que no pueden demostrar fácilmente.

Para muchas personas docentes evaluar se ha convertido en sinónimo de corregir. Por lo mismo se parte de que todo está malo o bastante malo y que es necesario componerlo. Eso no es evaluación. La evaluación debe buscar resaltar lo que el o la estudiante sabe, puede hacer o actuar, pero no lo que no sabe, lo que no puede hacer o lo inadecuado del actuar. Todo docente debe cambiar sus propias actitudes y destacar lo positivo sobre lo negativo, la paz sobre la guerra, el acierto sobre el error. Eso es éticamente acertado dentro de una actitud educadora. Es parte importante dentro de la ética de la evaluación, asimilar la idea de someter a este proceso no solamente a los alumnos o profesores (as), sino también el material de instrucción y los métodos utilizados, y finalmente, a la administración y sus procesos. Muchos aparentes fracasos de quienes estudian, se explican fácilmente si evaluamos estas otras variables. No se debe evaluar basado en números nada más. Pretender colocarle números a todo no es ético...simplemente no es correcto. Jamás encierra lo que una persona sabe, puede hacer o es capaz de lograr. La ética del campo evaluativo hace reconocer que es necesario evaluar cualidades: aquellas que responden a la forma cómo aprende el o la estudiante, la forma cómo relaciona lo aprendido, el para qué le sirve lo aprendido, el si tiene tiempo o no para estudiar en casa, etc. Esos aspectos cualitativos humanizan la evaluación. Es necesario que se adecuen los instrumentos a la realidad que se desea medir para posteriormente evaluar.

No basta con saber, conocer o ser capaz de elaborar instrumentos técnicamente bien elaborados. Es fundamental distinguir cuándo se aplica una prueba "x" o cuándo se aplica una "y", o cúando se debe aplicar una experiencia evaluativa diferente. No ser arbitrario(a) en el contenido de pruebas y realmente evaluar lo que propusimos al inicio con unos instrumentos combinados de tal forma que reflejen la realidad en que se desarrolla el aprendizaje y arrojen resultados que indiquen cómo superar las dificultades, cómo mejorar el proceso, cómo aprender lo no aprendido, etc. La evaluación no debe ser sinónimo de competencia. Eso puede significar -para los que desean llevar a la práctica esta idea-, tener que luchar contra el sistema porque como nos hemos formado dentro de él, nos sentimos bastante cómodos verificando quién está sobre los demás, quiénes tienen los primeros puestos de acuerdo con puntajes, cuánto sacó fulano, cuánto sacó sutano, como que los números indicaran saberes o como que el proceso enseñanza-aprendizaje fuera un deporte en que se gana o se pierde. ¿Y dónde está lo que se ha aprendido y su importancia? Simplemente pasa a un segundo o tercer plano. Y con un mensaje subliminal que dice más o menos así: en esta competencia lo que importa es ganar no importa cómo, todo se vale. De esa forma, la evaluación se convierte en casi una guerra, contra todos y todas, contra el profesor o profesora, contra la ética,... Lo importante es ganarle a los demás. La forma no importa. Existen escuelas donde incluso se llega a fundamentar lo anterior con un cuadro de honor, donde se legaliza la competencia y se ensalza a las personas que han conseguido las mejores y más altas notas. No se califica el esfuerzo y ni siquiera la inteligencia... Se califica y se premia así, al que obtuvo las notas más altas. Es decir, se evalúa con el estereotipo de que quien mejores punteos obtiene es el mejor y más inteligente, cosa que no es cierta y de esa forma todo el sistema evaluativo se convierte en una serie de comparaciones donde hay un vencedor (a) y muchos (as) derrotados. Hay muchos estereotipos en la evaluación. Uno de ellos, probablemente el más perjudicial es la costumbre evaluadora de la persona docente. El estilo con que evalúa, el tipo de pruebas, la forma de hacer ejercicios, todo esto y mucho más conforman dicha costumbre. Ésta se vuelve un estereotipo cuando se considera lo mejor y por lo mismo, estático –imposible de cambiar-.

En este ambiente nada se cambia durante años, lustros, décadas,... Eso explica que la educación suele marchar con años de atraso respecto de otras áreas. Pareciera que la persona docente no se siente segura y no desea aprender nada más. Prefiere lo viejo conocido que lo nuevo por conocer...Ese tipo de estereotipo es necesario de desterrar.

No es ético.
➔ No es ético evaluar para reprimir. Tampoco es ético evaluar para manipular o para someter a los alumnos o alumnas. Eso desvirtúa totalmente lo que es el proceso evaluativo.

➔ La ética evaluativa también se aplica autoevaluando el proceso y al facilitador o facilitadora. Hay especialistas que afirman que es al autoevaluarse como de verdad, se aprende. Por lo mismo, es necesario que como docente usted aprenda y pierda el miedo de autoevaluarse, así como enseñar a la niñez a autoevaluarse también.

➔ Se debe evaluar la evaluación. Es parte de la ética del proceso. Y debe ser evaluada para propiciar su mejora. El proceso de evaluar la evaluación es llamado metaevaluación por las personas especialistas y se fundamenta en la necesidad de darle valor al mismo proceso para evitar riesgos, deficiencias, trampas, etc., que suelen esconderse detrás de todo proceso evaluador.

Una ética concreta en el nivel primario
Ya se han mencionado conceptos e ideas básicas, procesos ideales y sugerencias puntuales. Se trata ahora de concretar en acciones que puedan partir de la persona docente –que en un futuro cercano será usted-, y proporcionarle puntos de apoyo. ¡Qué mejor que leerlos imaginando que es la niñez quien nos los dice! Carta de una alumna y un alumno, a su maestra (o) Desde algún lugar de Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador o Guatemala. Fecha: el día que se nos dio la oportunidad de hablar (o escribir) Atento saludo, querida, Maestra: Atento saludo, querido, Maestro: Gracias por permitirnos escribirle esta breve carta. Queremos decirle algunas cosas que no podemos normalmente, porque usted nos recuerda que no hay tiempo para otra cosa que no sea estudiar. Por eso pensamos que es bueno decírselo por escrito para cuando usted tenga tiempo de leer nuestra carta. Deseamos decirle algunos asuntos relacionados con lo que se llama evaluación, que generalmente es cuando usted nos examina, nos hace pruebas o como dice usted "nos evalúa técnicamente" para indicarnos cómo estamos aprendiendo. • Queremos pedirle que no nos evalúe solamente para promocionarnos o para decirnos quién sabe más o quién menos. Queremos que la evaluación sea parte del proceso educativo que nos permita aprender más, para que nos enriquezcamos personalmente, como grupo y para que aprendamos a tomar decisiones. Pero ante todo, para no sentir miedo. Estamos contentos y contentas de que usted nos evalúe, pero le pedimos que también se nos permita evaluarle a usted, los materiales, la administración de nuestra escuela. No para aprobarle o reprobarle, sino más bien para indicar cómo vemos las cosas desde acá. Pensamos que si todos nos evaluamos unos a otros, hay más probabilidades de mejorar los procesos. Y todos nos acostumbraremos a ese proceso, sin temores. Cuando se acercan los momentos de evaluación o pruebas a realizar todos y todas tenemos miedo. Nos invaden los nervios y sólo deseamos pasar el momento para volver a la normalidad, es decir, a aprender. Necesitamos que usted nos ayude a quitarnos ese temor, no darle ambiente de solemnidad o seriedad extrema a dichos momentos. Es necesario que se evalúe de diversas formas y en todo momento para que sea algo natural que nos ayude a todas y todos a mejorar. Pensamos que no es natural que haya un ambiente guerrerista previo a evaluaciones o pruebas. Usted anda medio secreto escondiendo papeles y nosotros atentos a que se descuide o preparando trucos para que no nos derrote el día del examen. Queremos un ambiente festivo, natural y abierto, en el cual sepamos qué debemos hacer para tener éxito y si no lo alcanzamos, que usted nos ayude y nos oriente para saber cómo lograrlo. Asimismo, estamos seguros y seguras que habrá mejores resultados si usted nos permite demostrar cosas prácticas que sabemos y podemos hacer, antes que pedirnos que repitamos cosas de memoria. Muchas veces sabemos bastante cosas o elementos, pero que no tenemos oportunidad de decírselo o comentárselo. Si nos permitieran demostrarlo, pensamos que nos iría mejor. No nos gusta que nos examine sorpresivamente. Nos sentimos como jugando a la ruleta rusa, a ver que suerte tiene cada una y cada uno. Si la evaluación es un proceso para aprender y mejorar, no tiene que ser sorpresivo. Nos debe dar la oportunidad de prepararnos para obtener los mejores resultados que podamos. Esperamos que nos pueda ayudar a cambiar la idea que tenemos de la evaluación. Lo vemos y lo sentimos como sinónimo de represión, de fracaso o de castigo. Nos hemos enterado que no es así, que más bien es una oportunidad de verificar qué obstáculos se han dado, qué grados de aprendizaje hemos logrado, cómo podemos mejorar, etc. Creemos que si eso es cierto, la evaluación es el mejor proceso que pudieron haber inventado los maestros y maestras porque es como pedir un tiempo para respirar y analizar qué estamos haciendo y mejorar nuestra labor. ¡Así quisiéramos que fuera la evaluación! Con todo nuestro cariño y respeto, pero especialmente con admiración... Una alumna que le aprecia. Un alumno que le admira.

 

Texto completo en

http://www.scribd.com/doc/34442236/Evaluacion-de-los-aprendizajes-en-la-escuela-primaria-una-nueva-vision

 

 

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