lunes, 21 de septiembre de 2015

Sentido y fundamentación de la Autoevaluación del docente


¿Es la autoevaluación docente, una alternativa para superar la disonancia a la que se enfrenta el profesor con la evaluación externa? Se trata de un recurso óptimo de profesionalización y formación docente en el marco de la investigación-acción. En este marco, ¿qué sentido adquiere esta autoevaluación? ¿Bajo que supuestos se sustenta? ¿Qué pasos son necesarios para concretar una autoevaluación docente eficaz?


La autoevaluación es aquella evaluación donde agente evaluador y sujeto evaluado coinciden. Planteamos que una evaluación eficaz del profesor que conlleve la mejora de la enseñanza y, como consecuencia, una mayor efectividad de la escuela, debe iniciarse desde la capacidad de autocrítica del profesor. Además, cuando un profesional acostumbra a evaluar de manera sistemática su actividad tendrá mayor probabilidad de convertirse en un sujeto abierto al juicio externo. Con esto no queremos decir que la evaluación que se realiza del profesor, en la que se consideran diferentes fuentes distintas de él mismo, no pueda tener cierta eficacia; sino que una vez que el profesor ha sido capaz de realizar autoevaluación ayudado por distintas técnicas considerará más válidas las fuentes y técnicas de evaluación externa y, por lo tanto, tenderá a un mayor compromiso con la mejora de la educación, más flexible y más abierto al cambio.

Por esta razón, se intenta desarrollar un enfoque más completo basado en nuevos métodos de evaluación, en la elaboración de múltiples líneas de comprobación y en la consideración de nuevos marcos conceptuales. Creemos fundamental que el profesor tenga cierto control sobre la evaluación. En palabras de Peterson, la evaluación controlada por el profesor comunica una serie de importantes mensajes: primero, apoya los datos que se han reunido gracias a la utilización de fuentes diversas; segundo, permite considerar y fundamentar la gran diversidad que existe en cuanto al rendimiento de los diferentes profesores; tercero, los profesores son los mejores conocedores de su propia situación por lo que se puede confiar en la aportación que puedan realizar a la evaluación.

La implicación del profesor en su propia evaluación puede incluso contribuir a mejorar la relación entre éste y el equipo directivo y/ u orientador del Centro, porque desaparecería el papel de juez y fuente única de manejo de los datos. Peterson llega a afirmar que: “hasta que no tengan lugar mejoras significativas, la evaluación del profesorado seguirá siendo algo que se hace a los profesores en vez de ser algo hecho por los profesores”, o, como plantea Iwaniki, al considerar como propósito fundamental de la evaluación el desarrollo profesional desde una perspectiva integrada para la mejora de la escuela: “En la fase de desarrollo profesional continuo, el profesor no es evaluado por un administrador o supervisor. Él mismo es el evaluador”.

Compartimos el juicio de Nieto Gil de que es una realidad imprescindible que el profesor evalúe su trabajo profesional para hacer posible el perfeccionamiento en el ejercicio, por una parte; y, por otra, para ser investigador que estudia el aprendizaje de sus alumnos y las relaciones de aquel con su propia enseñanza, con el fin de poder aportar datos y reflexiones que permitan contribuir a la realización de la evaluación del Centro. Asimismo, creemos que la mejora de la práctica de la enseñanza por medio de la autoevaluación aportará una reducción del fracaso escolar.

Básicamente, la autoevaluación docente consiste en la realización de juicios acerca de la propia enseñanza. La autoevaluación puede desarrollarse desde distintas instancias, partiendo de determinados supuestos, en busca de ciertos objetivos, aplicando un tipo de gestión u organización, a través de procedimientos y técnicas diversas y considerando a una audiencia en particular.

Este tipo de evaluación se sustenta en las siguientes creencias:
• Los profesores están en una permanente búsqueda de excelencia.
• Los profesores se evaluarán a sí mismos y modificarán su rendimiento siempre y cuando se les proporcione suficiente información y/ o participación; y
• Los procedimientos de evaluación proveen retroalimentación diseñada para ayudar a los profesores a emitir juicios acerca de cómo mejorar su enseñanza.

Estas creencias se erigen como principios frente a los cuales la evaluación realizada por el mismo profesional con respecto a su desempeño, eficacia y flexibilidad, se torna una tarea fundamental y necesaria a la hora de una reflexión en torno a la calidad de la docencia.

Desde la perspectiva que comentamos, la autoevaluación sería un importante mecanismo para el desarrollo personal, porque el profesor que participe en ella estará motivado en lo que a su crecimiento y mejora se refiere.

Bailey identificó siete pasos para realizar una autoevaluación eficaz:
• Adoptar una visión global filosófica que examine los mitos que rodean la autoevaluación.
• Necesidad absoluta de utilizar cintas de audio y vídeo.
• Identificar capacidades y comportamientos pedagógicos básicos para su posterior análisis.
• Identificar elementos de análisis básicos de carácter verbal.
• Identificar elementos de análisis básicos de carácter no verbal.
• Aprender a planificar y evaluar los comportamientos pedagógicos identificados.
• Utilizar hojas de observación.

Estos pasos conducirían las tres instancias fundamentales que marcan la eficacia de una autoevaluación. Primero, identificar correctamente el comportamiento pedagógico actual; segundo, identificar y mejorar las áreas problemáticas o puntos débiles mediante la práctica de nuevos comportamientos, manteniéndose aquellos que se determinen como puntos o áreas fuertes; tercero, someter los nuevos comportamientos, a su vez, a evaluación con el fin de determinar su eficacia. Como se puede ver, siguiendo el transcurso normal del proceso, éste se desarrollaría de manera cíclica como retroalimentación constante.

Los pasos enunciados nos parecen los apropiados, aunque no estamos de acuerdo con el carácter sine qua non que el autor atribuye al uso del audio y vídeo. La realidad de cada profesor en un Centro educativo determinado y su propia manera de enfrentarse a la docencia pueden ser justificantes de que el uso del vídeo no en todas las ocasiones puede ser absolutamente positiva. Hasta ahora muchas de las propuestas de evaluación del profesor, fundamentalmente del docente universitario, se han estructurado en torno a la utilización del vídeo con más o menos éxito. Trasladar, sin más las experiencias de evaluación de docencia en Educación Superior a la realidad de centros docentes de primaria y secundaria, donde las condiciones u organización de trabajo difiere de la vivida por los docentes universitarios, puede conducir a una representación y estimación errónea de la realidad.





Extraído de:
FUENTES-MEDINA, Myriam E.; HERRERO SÁNCHEZ, Jesús R. (1999).
Evaluación docente: Hacia una fundamentación de la autoevaluación.
Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado.
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