La pandemia causada
por la propagación de la Covid-19 ha puesto a prueba los modelos de funcionamiento
de nuestra sociedad. El sector educativo ha sido precisamente uno de los que
más ha sufrido sus consecuencias, ya que la imposibilidad de impartir clases de
forma presencial ha obligado a gobiernos e instituciones educativas a
replantear la manera de prestar un servicio que se considera esencial para
nuestro desarrollo futuro.
Retos de los exámenes online
La adopción de la tecnología en
la educación hasta la fecha ha sido lenta y, dadas las circunstancias y como
consecuencia inmediata, han surgido numerosas preguntas que ponen en tela de
juicio la adecuación del modelo pedagógico tradicional frente a la nueva
realidad que trae consigo la transformación digital.
No seremos tan
frívolos de entrar aquí a evaluar esos modelos que en sí mismos son objeto de
estudio de numerosos expertos en la materia.
Sin embargo, sí que queremos, al menos desde la perspectiva que nos proporciona
la ciberseguridad, plantear alguna cuestión que puede resultar interesante.
La controversia de los exámenes
La valoración de
los resultados académicos ha sido desde siempre un tema controvertido: cómo
determinar si un alumno ha alcanzado el nivel adecuado para acceder a la
siguiente etapa de su educación o cómo unificar esos criterios de valoración es
objeto de discusiones intensas allá donde se planteen. Habitualmente, el
procedimiento más utilizado ha sido el de los exámenes presenciales, sean estos
en evaluación continua o en pruebas globales al final del curso.
En ese contexto,
los debates cotidianos sobre educación durante estos días de confinamiento se
han visto plagados de cuestiones acerca de cómo realizar las pruebas de
evaluación. ¿Quién no ha referido en algún momento cómo pudo copiar en tal o
cual examen para el que apenas había estudiado? ¿Quién no se ha vanagloriado de
haber conseguido esquivar los controles que los profesores le imponían cuando
estaba haciendo una prueba? ¿Quién no ha sido cogido in fraganti por un
profesor para su propia vergüenza? Ciertamente todas son situaciones, con
reminiscencias nostálgicas, que muchos habremos pasado. Y es que las
estrategias utilizadas por los estudiantes para saltarse el control de los
profesores han sido, y son, históricamente infinitas y a cuál más imaginativa.
Sin embargo, la
pregunta que flota en el ambiente es: ¿existe un mecanismo fiable para vigilar
a los estudiantes durante un examen, utilizando medios digitales, cuando lo
completan de forma remota?
Informe del Ministerio de Educación
En la actualidad,
numerosos centros educativos se encuentran ante la tesitura de evaluar a sus
alumnos utilizando la tecnología o, por el contrario, mantener los
tradicionales exámenes presenciales. Recientemente, el Gobierno de España
marcaba las pautas para las pruebas de EBAU que
tendrían que llevarse a cabo durante el próximo verano. Unas pruebas que
ineludiblemente deberían realizarse de forma presencial. Ahora bien, ¿sería
posible llevar a cabo dichas pruebas de forma remota? ¿Cómo se verificaría la
identidad del estudiante y la integridad del resultado durante la ejecución de
las pruebas?
En un reciente
estudio realizado por el Ministerio de Universidades se
recogían los diferentes mecanismos que podrían utilizarse para evaluar el nivel
educativo de un estudiante. Entre sus principales conclusiones que se
planteaban dos aproximaciones básicas para verificar la identidad y autoría de
los exámenes de los estudiantes en un entorno hipotéticamente digital.
Supervisión online por parte del profesor
La supervisión
online por un profesor arranca de la premisa de que el estudiante y su entorno
permanece visible durante toda la ejecución de la prueba y que, por tanto, el
profesor tiene a su disposición, a través de un sistema de imágenes
(habitualmente una webcam), todo lo que concurre en torno a la persona
evaluada. Podríamos decir que estaríamos ante un mecanismo avanzado del modelo
de supervisión tradicional.
Supervisión automatizada
Alternativamente,
un sistema de vigilancia automática o desatendida sería capaz de monitorizar a
la persona que está llevando a cabo un examen, al tiempo que identificaría
cualquier actividad en su entorno que pudiera resultar sospechosa.
Las técnicas utilizadas
para este segundo tipo de supervisión son múltiples y variadas. Desde tomar
imágenes del entorno del alumno para después verificar los cambios que se han
producido durante la ejecución de la prueba, hasta el reconocimiento facial, el
control del equipo de trabajo del alumno, sus pautas de comportamiento o el
análisis de plagios. Actualmente existen numerosas herramientas que proporcionan
ya estos servicios como Managexam, Proctorexam, Smowl, Examity u Honorlock.
Privacidad versus supervisión
Recientemente
algunos países han decidido utilizar un mecanismo de vigilancia automatizada
para llevar a cabo las pruebas de evaluación finales en sus diferentes niveles
de enseñanza. Tal ha sido el caso de la Autoridad Universitaria
Australiana (ANU) que se ha inclinado por Proctorio, un producto que se suma a los
anteriormente mencionados.
Como es fácil de
deducir, uno de los principales problemas de este tipo de soluciones reside en
los datos que manejan. El reconocimiento facial o la monitorización de las
pautas de comportamiento durante el proceso de evaluación pueden ser elementos
de interés para los ciberdelincuentes, lo que incrementa la necesidad de
medidas adicionales de protección.
La posibilidad de
que un tercero controle la webcam, el micrófono o
la pantalla del ordenador de un alumno abre al mundo la posibilidad de
problemas serios en la privacidad. Problemas que aún resultan más críticos
cuando lo que se trata es de monitorizar a menores de edad.
Normativa europea para la supervisión automática
La normativa
europea para la protección de datos personales (RGPD) establece reglas
de control suficientemente punitivas para aquellas compañías, organismos o
instituciones que hagan un mal tratamiento y explotación de estos datos.
Es más, con el
desarrollo de las técnicas de Inteligencia Artificial, el marco de interés por
los datos se ha visto ampliado. Por ejemplo, la Comisión Europea está
estudiando actualmente desarrollar medidas dirigidas a proteger al ciudadano de
los riesgos que pueden tener sus derechos fundamentales, especialmente los
datos personales, la privacidad y de no discriminación cuando se utilizan técnicas de IA para la
correlación de información.
A este respecto,
precisamente la Comisión ha manifestado que “el uso de aplicaciones de IA para
la identificación biométrica remota y otros sistemas de vigilancia intrusiva
deben considerarse siempre de riesgo elevado” y, por tanto, los requisitos de
registro, control o uso son siempre aplicables, tal y como, por otra parte,
recoge el artículo 9 del RGPD.
Vigilancia automatizada, ¿sí o no?
En este contexto,
otro reto es la supervisión automática de las pruebas de evaluación de los
alumnos queda en el aire. Las técnicas de ‘proctoring’ se han mostrado claramente
en el límite de la privacidad, pero no por ello dejan de ser válidas.
Frente a ellas, los
trucos utilizados por los estudiantes resultan, pese a todo, muy imaginativos.
Se ha comprobado que, en los exámenes online,
algunos estudiantes tienden a utilizar la compartición de pantalla, la
interconexión de dispositivos Bluetooth, los teléfonos móviles, los
smartwatches o la suplantación de la identidad para recibir la ayuda de terceros.
Al final, debemos
de admitir que si queremos garantizar la integridad de una prueba de evaluación
telemática tendremos que recurrir a mecanismos de supervisión también
telemáticos. Y, precisamente ahí, la ciberseguridad tendrá mucho que decir.
Pero que no se asusten los estudiantes, es posible que algunas de las
tradicionales técnicas que aún existen para copiar o recibir ayuda continúen
siendo válidas. Eso sí, la decisión de ponerlas en práctica será una respuesta
esta vez totalmente individual.
Por
EDUCACIÓN 3.0
Fuente
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