jueves, 11 de junio de 2020

Reflexiones educativas en momentos de crisis


  • Hace unos días me senté para animaros a vosotros, los docentes, a coger fuerzas, a abrir las alas y echarnos a volar fuera de la zona de confort para transformar la escuela de hoy día. Hoy quiero reflexionar con toda la comunidad educativa (familias, maestros, alumnos, gobierno) sobre dos temas: la evaluación y la educación como un todo.


Recordemos que parto de una búsqueda por una escuela vista con ojos de niño. Esos ojos que nos van a ayudar a hacerla por y para ellos. Una escuela en la que aprendan a tener una buena autoestima, en la que sean tratados con cariño y amor, en la que conozcan sus propias emociones y las sepan gestionar, en la que sepan compartir, cooperar, respetar al resto, en la que aprendan empatía, en la que se frustren pero sean resilientes, en la que sean críticos, en la que sepan investigar, en la que desarrollen sus propios recursos para defenderse ante cualquier adversidad, en la que sean creativos, en la que sepan expresarse con soltura tanto oral como de manera escrita, en la que lean y en la que nunca, nunca pierdan la ilusión, la curiosidad ni la motivación para seguir avanzando. Por eso, si los incluimos en nuestro presente, mucho mejor, ya que tienen mucho que decir.

Teniendo todo esto en cuenta, ¿cómo lo evaluamos? Para responder tenemos que hacernos otra pregunta ¿creéis realmente que un número puede explicar si alguien ha aprendido, comprendido y consolidado el proceso de aprendizaje? Eso es calificar, pero no evaluar. Evaluar es mucho más que eso. Evaluar, queridas familias, es ser conscientes del proceso de aprendizaje, ver los puntos débiles y fuertes y buscar cómo mejorar. Para ello, es muy importante que el alumno sea consciente, que sepa autoevaluarse y que sepa poner en práctica lo aprendido. Será entonces cuando dicho aprendizaje se consolide. ¿Creen pues que toda esta información pueden recibirla con un número? ¿Pueden realmente conocer el proceso de su hijo con este? Creo haber respondido ya a las preguntas.

Como podrán observar, la evaluación es muy compleja, por este motivo el día en el que me dijeron que tenía que ‘evaluar’ durante esta situación me enfadé mucho con el sistema en general. Pensé: «¿Pero cómo voy a decidir yo que un alumno tiene más o igual nota en estas circunstancias?». Es completamente incoherente bajo mi punto de vista. No todos los niños tienen los mismos recursos tecnológicos. Hay muchas desigualdades. Estamos frente a un momento tan complejo y lo que nos preocupa es poner un número a los alumnos, que por si no tienen bastante con estar ‘encerrados’, han de sentirse examinados en una situación extraordinaria. ¿Creen seriamente que no han aprendido nada los niños y niñas de todo el mundo durante estos tres meses? ¿Cuál es el problema, que si no le ponemos un número no es válido? Por favor, ojos de niño y un poco de sensatez, que los adultos ya fastidiamos bastantes otras cosas.

Pero no se preocupen que los maestros evaluamos con conocimiento de causa. Una vez más, transformemos la escuela.

No olvidemos que la educación es un todo. Somos los maestros, somos los alumnos, somos las familias, son los gobiernos, pero mientras dejamos que estos últimos terminen de pelearse entre ellos, juntemos nuestras fuerzas. Nosotros: familias, maestros y alumnos tenemos mucha más voz. Sin nosotros no hay educación.

Así que, gracias a todas las familias que tanto nos ayudáis dando lo mejor de vosotras para que, entre todos nuestros pequeños (de tamaño pero no de corazón) dioses sigan adelante con su ilusión. Y gracias a nuestros protagonistas, que con vuestra luz llenáis cada día nuestro corazón. GRACIAS.



Por
Sara Marí
Fuente

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