La mañana del martes transcurría sin mayores sobresaltos. Después del desayuno, me dispuse a responder los mails de mis alumnos. Grande fue la sorpresa al encontrar remitentes nuevos: no me escribían los chicos de secundaria sino sus padres. Ellos expresaban su preocupación por las notas del boletín y me contaban cómo afectaban a sus hijos las calificaciones negativas, especialmente en cuarentena.
La escena anterior se repite con frecuencia en las
computadoras de todos los docentes que llevamos adelante la Enseñanza Remota de
Emergencia. Lo curioso es que el boletín que angustiaba a padres e hijos no era
sino una progresión escolar sin calificación numérica y sin valoraciones
(regular, bien, sobresaliente, etcétera). Las categorías a rellenar
consideraban el vínculo con el docente, la entrega de las actividades
propuestas y si se alcanzaron las expectativas en el proceso de aprendizaje que
intentamos llevar adelante en este contexto tan insólito.
Eliminando las
calificaciones y la jerarquización de los alumnos nos centraremos en la
relación pedagógica para fortalecer los vínculos y acercarnos a pesar de la
distancia física. Conlleva cierta injusticia educativa asignar un número del
uno al diez al trabajo que los chicos llevan adelante en sus hogares, heterogéneos
y, muchas veces, poco colaborativos a causa del contexto en el cual se
desarrolla la enseñanza (los docentes desconocemos la situación familiar de
cada alumno). Además, carecemos de contacto directo y asiduo. Enfrentamos una
educación virtual provisoria, pero por tiempo indefinido. No sabremos cuánto
han aprendido los educandos hasta no regresar a la nueva normalidad luego de la
pandemia.
El doctor Roberto
Rosler se ha ocupado de recordarnos en diversos videos y artículos que la
palabra ‘examinar’ proviene del latín examinare, cuyo significado era observar
minuciosamente algo. En cambio, ’evaluar’ está formada por el prefijo latino
ex- (hacia afuera) y valere (ser fuerte) cuyo significado era apreciar,
calcular el valor de algo. ¡Qué diferencia sustancial a la hora de poner en la
balanza los contenidos que nuestros alumnos incorporan! Como docente, ¿deseo
realizar un escrutinio detallado de aquello que memorizaron y repiten? ¿O busco
apreciar y valorar lo aprendido? ¿Cómo ordeno las prioridades enseñando a
distancia y de manera virtual?
Antes que nada, debemos considerar los dos
objetivos centrales de esta Enseñanza Remota de Emergencia. En primer lugar y
como ya hemos mencionado, mantener el vínculo entre el docente, el alumno y la
institución. Eso cobra aún más sentido si consideramos que la educación es un
derecho y el Estado y las instituciones que la brindan tienen obligación de
garantizarla.
El segundo objetivo
es mantener los cerebros de nuestros alumnos trabajando. Recluidos en sus casas
deben leer, resolver ejercicios, mantenerse activos y socializar con sus
compañeros y con el docente. En cambio, si congeláramos la educación formal
durante meses y el único estímulo que los niños y jóvenes recibieran proviniese
de la televisión o los videojuegos, su capacidad de concentración se estancaría
como un lago y costaría muchísimo retomar la enseñanza presencial y lograr que
incorporasen técnicas de estudio y fuesen proactivos. Para mantener sus
cerebros trabajando les pedimos que miren videos que filmamos, que lean cuentos
o resuelvan ejercicios matemáticos desde sus hogares. Así y todo, como hemos
mencionado, hasta el regreso a las aulas no podremos medir la efectividad de
estas estrategias ni sus resultados a medio y largo plazo.
Entonces, vale la pena repreguntarse:
¿Cómo ordeno las prioridades enseñando a distancia y de manera virtual?
Aquellos alumnos sin posibilidad de conexión o acceso a las propuestas
virtuales deben saber que no han sido dejados de lado. Los docentes debemos
considerarlos y no bajar los brazos en el intento de tender un puente
comunicacional. A aquellos alumnos con acceso al material y posibilidad de
intercambio digital de las actividades, debemos motivarlos a trabajar de manera
autónoma. No deben tener miedo a hacer preguntas y plantear dudas. Debemos
retroalimentar su esfuerzo felicitándolos y destacando los aspectos positivos
de su desempeño.
No es momento de
centrarnos en los errores sino de mantener los cerebros trabajando. Es difícil
estimular y motivar a distancia; más aún en un contexto incierto como es el
actual. Está en nuestras manos transmitir calma y recordar a los educandos y a
sus familias que calificar es inútil y las progresiones escolares que hemos
completado intentan reflejar el esfuerzo y dejar constancia de él.
La Enseñanza Remota
de Emergencia no debe llevar en su puerta el cartel que Dante Alighieri vio al
ingresar a los infiernos: “Abandonad toda esperanza los que entréis aquí”. En
cambio, debe servirnos a todos para replantear nuestras estrategias, incorporar
herramientas digitales y pensar la evaluación de otra manera. Medir menos,
pesar y examinar menos al alumno y apreciar más el valor del esfuerzo.
Como camaleones,
nos hemos adaptado en mayor o menor medida a los colores de este arcoíris
digital. Que la evaluación también se transforme de una vez y para siempre.
Recuperemos la etimología original. Valoremos, motivemos y dejemos huella.
Digamos adiós a las notas numéricas que imponen jerarquía, promueven la
competencia y desmotivan a nuestros alumnos. Ojalá que el final de la pandemia
sea también un nuevo comienzo.
Por: PROF.
CATERINA RADZICHEWSKI
Fuente
https://asociacioneducar.com/evaluar-tiempos-pandemia
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