“Yo soy mamá, no docente” fue el título del correo que recibió hace un par de semanas una rectora de un colegio en Colombia. No necesitamos reflexionar mucho para saber que quería expresarle la madre de familia en su misiva al colegio.
Se calcula que más de mil millones de
personas asisten a alguna institución educativa alrededor del mundo, y de esa
cifra al menos el 90% se han visto afectados con esta pandemia; y al enviarlos
a sus casas han puesto un nuevo reto a padres de familia y docentes.
¿Para
qué evaluar en tiempos de pandemia? Los nuevos retos
En un mundo cada vez más
globalizado, muchos de los retos se han vuelto comunes, sea en una pequeña
población en China, en una metrópoli como Berlín, o en las llanuras de
Argentina, el título del correo enviado puede representar una sensación común.
¿Qué hacer cuando los padres de familia no tienen las competencias para brindar
el debido apoyo a sus hijos en las actividades escolares? Y desde la
perspectiva de los docentes: ¿Qué hacer cuando los niveles de alfabetización
pedagógica en términos evaluativos son tan bajos?
Esa es una de las preguntas centrales
del mundo escolar en la actualidad, los profesores adicionalmente a sus
múltiples actividades, deben preocuparse ahora por una comunicación más individual
donde de la mejor manera puedan continuar con la formación remota. A sabiendas
que un dispositivo y una conexión a internet es para muchos un lujo en la
actualidad.
Fruto de este contexto se han
manifestado diferentes puntos de vista, entre ellos ha tomado fuerza la
política de la promoción automática sin posibilidad de perder
el año escolar. Francia fue uno de los primeros países en plantear la promoción
automática, y esto sirvió como ejemplo o reflexión natural para que se
instaurara la discusión en casi todos los países del mundo. ¿Es posible aprobar
a todos los estudiantes independiente de si han aprendido, han mejorado sus
actitudes o han cumplido con sus obligaciones? Esa es seguramente la pregunta
más importante que se debe plantear la escuela en este justo momento.
¿Qué
y cómo debemos evaluar? El peligro de una mala evaluación.
Desde una perspectiva más
romántica es fácil suponer que todos deben “ganar el año” o en otras palabras,
se les debe aprobar y pasar al grado siguiente. Los argumentos son
más “humanos” que académicos. Cómo lo expresó hace poco Julián de Zubiria en un
conversatorio virtual del 15 de abril de 2020 “En una crisis mundial de este
nivel no le debemos sumar otro problema a los hogares”…“Debemos privilegiar
lo actitudinal frente a los contenidos”. Y este contexto obliga a realizar
un cambio en la evaluación.
El gran reto es que pocas instituciones
han pensado en este cambio y menos aún lo han venido implementando. En otras
palabras, la mayoría de los sistemas educativos no han tomado decisiones
pensadas de forma sistemática y reflexiva de cara a la mejora en sus sistemas
de evaluación en tiempos de pandemia. A lo anterior, podemos sumar
el desconocimiento y la baja alfabetización sobre evaluación que tienen los
docentes en términos generales como lo plantean y evidencian diversos estudios.
Cada vez el reto es más grande, ahora debemos evaluar con nuevos
mecanismos y criterios, nuevas herramientas y sobre todo una nueva
intención a los estudiantes.
Y tal vez en comparación a la formación
en la primaria y la secundaria, es en la universidad donde se pueden plantear
problemas más complejos y en alguna medida delicados por su impacto negativo en
la sociedad al no ser bien evaluados. Tomemos por ejemplo a un
profesional que está a punto de graduarse en el 2021. Este aprueba todos los
cursos del semestre y cumple con todos los requisitos; posiblemente obtenga su
título con falencias en su formación que pueda trasladar en alguna medida a su
trabajo. Un economista, un abogado o un ingeniero podrían estar cometiendo
errores que desencadenen resultados desastrosos al no haber sido evaluados
con rigurosidad al final de sus carreras. Sin pensarlo, estaríamos
olvidando el impacto que puedan tener las competencias que aún no se han
alcanzado cuando el economista no interprete bien informes de gerencia y tome
decisiones desastrosas para una compañía, el abogado desconozca la parte de la
ley que hubiese salvado a su cliente o el ingeniero con cálculos inexactos
construya una estructura que con el tiempo se derrumbe. Un ingeniero de
sistemas que no obtiene la máxima nota por la falta de exigencia de sus
profesores, podría haber fallado en entender a la perfección un lenguaje de
programación, que al escribirlo pueda salvar una gran cantidad de vidas al
lograr crear un algoritmo que sea capaz de predecir donde se está incubando la
próxima pandemia.
Esto no es ciencia ficción o cuando
menos exageración, si en todas las universidades del mundo hay siempre
estudiantes que no alcanzan la mejor nota significa que les ha faltado
algo para lograrlo. Si bien es cierto que las razones son variadas y
pueden ir desde no haber entregado un trabajo, hasta un proceso complejo de
cualificación donde el docente es muy exigente y subjetivo, también es cierto
que ese logro de adquisición de conocimientos o habilidades para el
desarrollo de competencias, no está siendo evaluado de manera certera si
dejamos todo en un: aprobó o reprobó.
Cuando los estudiantes le preguntan al
docente: “¿Por qué no he obtenido la mejor nota? posiblemente la respuesta esté
argumentada por una sumatoria donde al sacar un promedio, se genere un
resultado. Pero muchas veces, el docente no sabrá que es lo que “le
hace falta al estudiante” en términos de competencias. Y como lo hemos
visto en términos prácticos ese “que le hace falta” puede marcar
una diferencia abismal.
Un ejemplo en contexto es la
ley 1905 aprobada el 28 de julio del 2018 en Colombia que obliga a los
nuevos abogados a presentar un examen de Estado para poder ejercer su
profesión. Uno de los argumentos centrales de los congresistas para proponer
este proyecto de ley fue: “En la medida en que su práctica entraña un riesgo
social, el Estado tiene la responsabilidad de garantizar la idoneidad del
ejercicio, máxime si se tienen en cuenta las estadísticas de la Sala Disciplinaria
del Consejo Superior de la Judicatura sobre los abogados sancionados por faltas
contra la ética profesional, muchas veces ocasionadas por vacíos en su
formación”. Se puede inferir fácilmente que esos vacíos en la formación se
multipliquen en el 2021, no solo en el ámbito jurídico, sino para todas las
carreras.
¿Cuándo
vamos a planear la evaluación?
El 27 de marzo del 2020, el
rector de la universidad de Los Andes comunica en un corto vídeo: “el Consejo
Académico de la Universidad ha decidido que de forma transitoria y por una sola
vez, las notas asignadas para todos los cursos de pregrado y maestría
del semestre 2020-1 serán de carácter cualitativo” … “la coyuntura nos
obliga a experimentar”… “las notas finales no son la prioridad en este momento”.
Sus palabras llenas de sentido para este momento histórico desnudan problemas
de fondo más complejos. Las decisiones sobre cómo evaluar se han tomado
en la marcha, primero fue la decisión de desescolarizar, tanto en Colombia
como en la mayoría de los países del mundo. Y luego de unas semanas, se
reflexiona en el cómo y con que criterios se va a evaluar. La misma
o similar decisión han tomado otras universidades como la Universidad del
Magdalena. Y otras aún no emiten ningún comunicado. Por esto, al hacer una
búsqueda profunda sobre las decisiones del cómo se va evaluar,
es evidente que no existe una política clara en los países. Podemos concluir
que la evaluación sigue siendo el Talón de Aquiles de la
mayoría de los sistemas educativos en el mundo.
Algunas
preguntas fundamentales sobre como evaluar en tiempos de pandemia
Cómo la medición y la
evaluación, al igual que la filosofía, tratan en gran parte de preguntar;
compartimos algunas preguntas claves para los docentes y las instituciones
educativas, que pueden ayudar a la reflexión sobre estos temas y esperamos con
ello también aportar a la toma de decisiones.
¿Qué manejo le van a dar a las
evidencias (actividades, talleres, pruebas, trabajos, etc.) que los estudiantes
van a presentar o ya han presentado? ¿Cómo van a calificar parcialmente los
progresos?
¿Cuál será el proceso cuando un
estudiante no esté de acuerdo con la nota de aprobado o reprobado ? ¿Cómo se
brindará claramente la posibilidad de una segundo calificador?
Para todos los estudiantes becados y /o
que reciben beneficios, ¿cuál será el mecanismo para revisar y obtener
promedios? No será justo mantener los del semestre anterior para
cualquiera de los casos.
¿Cómo asegurar la medición objetiva
desde la obtención de un aprobado o reprobado que sea coherente con el alcance
de conocimientos, habilidades, actitudes o competencias por parte de los
estudiantes?
¿Cómo van a apoyarse con los padres de
familia, buscando implementar mejores mecanismos de toma de decisiones en
conjunto?
Y una de las más importantes: ¿Cómo
construir un sistema de medición y evaluación que logre evaluar ampliamente y
de mejor manera tanto las competencias cognitivas como las blandas o
comportamentales?
¿Cómo
evaluar en tiempos de pandemia? Tres aportes a los procesos de
evaluación:
1. Cualquier proceso evaluativo debe tener 5 grandes líneas de
acción, todas ellas las podemos evaluar tanto en la presencialidad, cómo en la
virtualidad. Esas líneas de acción permiten evaluar tanto competencias
cognitivas como competencias y habilidades blandas. Los docentes deberíamos
estar siempre dispuestos a usar mecanismos y herramientas de evaluación que
recojan las siguientes evidencias:
• Investigaciones y trabajos escritos:
evalúan, entre otras cosas, la escritura y la búsqueda de información.
• Trabajos en equipo: evalúan, entre
otras cosas, la colaboración, la resolución de problemas en conjunto y la
actitud.
• Exposiciones: evalúan, entre otras
cosas, la comunicación verbal y no verbal, el uso de lenguaje y precisión
conceptual y/o disciplinar.
• Pruebas estandarizadas tipo ICFES:
evalúan, entre otras cosas, la lectura, la resolución de problemas y las
competencias.
• Observación práctica y ejecución:
evalúan, entre otras cosas, el actuar en laboratorios, calidad en las prácticas
y la calidad de las intervenciones.
2. Antes de iniciar cualquier proceso
formativo debemos responder a las siguientes preguntas de manera más
clara posible y para ello podemos usar varias metodologías, una muy conocida es
el DCE, Diseño Centrado en Evidencias:
¿Qué esperamos que nuestros estudiantes
hagan?
¿Cómo lo deben hacer?
¿A través de que lo deben hacer?
En el proceso de implementación y
evaluación del DCE se exige definir desde el inicio las estrategias que se van
a poner en juego para lograr el aprendizaje, o dicho en otras palabras,
lo plantea en Colombia el decreto 1330 del 2019, los “Resultados de
Aprendizaje”. Si la evaluación es un proceso optimizador, debe tener un
inicio, una ruta y una meta plenamente definidos, ese meta o finalidad lo
llamamos en las universidades perfil de egreso, que
está a su vez construido por una serie de competencias que los estudiantes
deben alcanzar durante su formación, y si hablamos de la escuela, nos referimos
a unos estándares que se deben alcanzar en diversos momentos del proceso de
aprendizaje. Para ambos contextos, universidades, escuelas y colegios, el
docente debe recoger las evidencias que pongan en manifiesto el alcance de las
competencias, para ello se puede usar un Diseño Centrado en Evidencias (DCE)
Mislevy, Almond y Steniberg (2003), Toulmin (1958) y Messick (1989).
Cuantas más evidencias se recogen,
mejor será la imagen o fotografía que tendremos de un estudiante frente a lo
que sabe, piensa, cree o es capaz de hacer. Si logramos evidenciar esto de
manera objetiva, nos acercaremos muy bien al estudiante y su perfil.
Diversos estudios apoyan una tesis: “La
evaluación condiciona el aprendizaje. Se estudia de acuerdo al contenido y
formato de la evaluación” (OCDE, 2005). Desde esta perspectiva el aprendizaje
es, precisamente, la materia prima de la evaluación. Si la
evaluación se ha diseñado desde unas competencias, evidencias y tareas
alcanzables, sabremos con exactitud en qué parte del proceso está el estudiante
y que requiere de forma particular para lograr el aprendizaje.
3. Un buen sistema de evaluación,
pensado desde el primer momento e
inmerso en todas las actividades formativas tiene una doble vía, sirve para
evaluarse como institución y evaluar a los estudiantes desde una planeación
estratégica, la cual debe:
• Alfabetizar a los docentes en
evaluación desde una perspectiva amplia de evaluación PARA el
aprendizaje.
• Estar intrínsecamente conectada con
el ciclo de enseñanza y aprendizaje, permitiendo monitoreo y ajuste frecuente.
• Compartir con estudiantes criterios
de calidad esperados.
• Entregar una adecuada
retroalimentación teniendo siempre a la vista la mejora del
aprendizaje.
A
modo de conclusión:
Para terminar, sabemos que es
una tarea más fácil el plantear preguntas que respuestas, pero debe haber una
articulación en la toma de decisiones. La evaluación tiene que dejar de
ser la parte final del proceso donde se asigna simplemente una nota, para
llegar a ser un proceso pensado desde un primer momento que no puede sufrir
variaciones tan radicales en el camino. Reiteramos, desde el primer día en el
que se pensó en la formación virtual como opción, la evaluación y su forma de
llevarse a cabo, debió estar en el centro del proceso, de la discusión y de la
acción.
Eduardo Montoya Castañeda
Director General ESE Latinoamérica
Fuente
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