Se necesita que el niño vea a su educadora, a su educador, como un
orientador, como alguien "de su lado", que le está ayudando a conocer
el mundo, a aprender, a explorar, a desarrollar saberes y habilidades. Pero la
función calificadora dificulta esta relación maestro-niño, pues no se puede ser
tan sincero y abierto sobre la propia ignorancia con quien va a poner una nota.
Una nota que, finalmente, decidirá si se aprueba o reprueba un curso, con todas
las consecuencias que ello tiene.
Por eso nos parece importante minimizar la función
evaluadora-calificadora del docente, creando en la escuela un clima totalmente
diferente al actual. Un clima donde el docente se reconozca más y sea reconocido
por sus alumnos como baqueano en un viaje dificil pero interesante, y que los
niños quieren hacer: el viaje del conocimiento, la travesía del saber. Así, el
docente es el que supervisa rutas, aporta instrumentos, sugiere estrategias,
aceptando que los estudiantes están en un proceso de crecimiento y desarrollo,
y que nadie, ni siquiera él mismo, domina por completo todo el amplio campo del
viaje.
Como parte de su ayuda, el docente advierte errores y aciertos a
los viajeros, y les orienta para superar insuficiencias. Pero se aleja de la
obsesión evaluadora, de la evaluación como espada de Damocles pendiendo
eternamente sobre los aprendices, de los cuadros llenos de números, al final
reducidos a un solo guarismo el cual se supone que resume en sus dos cifras
todo lo que cada aprendiz realizó: 12 ó 19 ó 08.
En la escuela que rechazamos, la evaluación/calificación crece
desmesuradamente, utilizando tiempo precioso que deberían dedicar maestro y
alunmos a actividades en verdad formativas.
Verse como baqueano en vez de como juez realza la función
educadora del docente. Y se expresa en el trato diario con los niños y niñas:
en la manera como maneja sus errores, en las oportunidades que les ofrece para
superarlos, en el carácter temporal e inconcluso que da a toda evaluación, en
la minimización que hace de la función evaluadora como tal.
Desde luego, siempre está presente cierto papel de
"juez" irrenunciable. Sobre todo a partir de Tercer Grado, si el niño
o la niña no ha logrado alcanzar un manejo básico de ciertos saberes y
destrezas, deberá quizás repetir el curso. Sin embargo, creemos que con una
propuesta pedagógica abierta, variada y vinculada a la vida de los niños, muy
pocos deberían ser reprobados.
Lo que proponemos no es reducir la exigencia. Al contrario,
creemos en una escuela que espere más de los niños y que, por lo tanto, les
exija más. Pero que también los ayude más y los juzgue menos. Ofreciéndoles el
ambiente, los instrumentos y las propuestas del trabajo que les permitan triunfar
en el aprendizaje.
Extraído
de
LA
EVALUACION EN LA ESCUELA:
una ayuda para seguir aprendiendo
una ayuda para seguir aprendiendo
Autora; Aurora
LACUEVA*
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