EI mejor instrumento: el docente
En ocasiones, puede ser útil contar con algún instrumento especial
de evaluación, como una lista de cotejo o una escala de estimación. Pero se ha
exagerado la importancia de estos elementos, que a menudo forman parte de esa
evaluación ritualizada, separada de la vida, y artificiosamente tecnificada. La
complejidad de los aspectos que puede ser importante evaluar es tal que
cualquier instrumento corre el riesgo de convertirse en una lista interminable,
y apenas el docente hubiera terminado de llenar el de un niño debería estar
emprendiendo el de otro, en una incesante y absurda actividad evaluadora.
Nos parece que el mejor "instrumento" es el propio
docente. Sólo ella o él tiene la suficiente flexibilidad, adaptabilidad y saber
para poder captar en cada ocasión los rasgos más resaltantes de un proceso o
producto a considerar. Ningún instrumento podrá superarlo. Para ejercer mejor
su función evaluadora es importante que el educador o la educadora reflexione
con cierta frecuencia acerca de los rasgos que estima importante considerar en
las actividades de sus alumnos. También, es necesario que esté atento o atenta
a la vida de su aula. Adicionalmente, se puede ayudar de algunos mecanismos
como los que mencionamos en próximos apartes.
La evaluación informal y naturalística que proponemos se hace
posible en un ambiente de trabajo diversificado, donde diferentes niños,
individualmente o por equipos, laboran autónomamente en variadas actividades,
de forma organizada y responsable. Allí el docente dispone de más tiempo para
aproximarse y dialogar con cada niño o cada equipo, y para seguir más de cerca
su labor.
La clase de pupitres en fila y trabajo uniforme, rutinario,
impulsado de manera directa y constante por el docente, no puede sino ser
evaluada gracias a exámenes, interrogatorios y tareas.
Fichas de registro individuales
y de la clase
Las fichas de registro pueden ser un interesante mecanismo para el
seguimiento del trabajo infantil. En las individuales, el maestro o la maestra
va anotando los aspectos más sobresalientes de cada aprendiz: logros, fallas,
problemas de conducta, eventos notables, relaciones entre el niño y sus
compañeros, contactos con los padres...
En la colectiva, de toda la clase, se hace el mismo registro, pero
del grupo tomado en su conjunto.
Las fichas permiten una documentación seria del recorrido escolar
de los niños, sin consumir una exagerada cantidad de tiempo. Se asientan en
ellas sólo los aspectos más destacados, no todo incidente o acción.
La revisión de cada producto
Se hace posible una evaluación más detenida examinando los
productos del trabajo: escritos, dibujos, carteleras, exposiciones orales (o
conferencias), maquetas, modelos, entre otros.
En la evaluación de productos, no es conveniente en estas edades
la comparación con un patrón externo, sino, preferiblemente, la comparación con
estados anteriores del niño, que permitan apreciar su progreso (Lerner y
Palacios, 1990; citado por Yovane, 1996).
EI portafolio
Una idea interesante es que cada niña y cada niño vayan elaborando
a lo largo del año escolar su portafolio: una carpeta grande donde guarden
diversos trabajos elaborados. Por ejemplo: dibujos, gráficos, textos libres,
informes de investigaciones, poesias, adivinanzas, propuestas de actividades
planteadas a la clase, referencias a trabajos de equipo archivados en el
aula... Este portafolio recoge los resultados (o los más interesantes entre
todos los resultados) del esfuerzo realizado por cada estudiante durante el
año.
Cada tanto tiempo, el estudiante y el docente pueden revisar el
portafolio y reflexionar sobre lo logrado y lo que falta por lograr.
Tonucci (I 990) propone una idea muy sugestiva: al principio del
año escolar cada niña y cada niño revisan su portafolio del año pasado.
Discuten luego con sus compañeros y su maestra o maestro algunas de las cosas
más relevantes que, a su juicio, hicieron en ese lapso. Refiexionan también
sobre sus cambios, sus avances y sus "lagunas pendientes". Ésta es
una alternativa fructífera a la imposible "evaluación diagnóstica" de
principios de curso. En clases numerosas tal discusión podría hacerse por
equipos, o bien distribuirse a lo largo de varios días, para no cansar a los
pequeños.
Gráficos y tablas en vez de
calificaciones
Estos instrumentos pueden indicar el avance en el aprendizaje
infantil. Recogen el número de actividades culminadas (es decir, satisfactoriamente
hechas), clasificadas, por ejemplo, por áreas (Ciencias, Matemáticas, Estudios
Sociales... ) y por tipos (proyectos, actividades cortas, textos literarios...
). Una mirada al gráfico o a la tabla permite facilmente determinar el
desarrollo del esfuerzo escolar de cada niño. Lodi (1980) propone de manera muy
acertada que sea cada estudiante quien vaya elaborando sus propios gráficos y/o
tablas (véase Autoevaluación, más adelante).
Privacidad en la evaluación
Algunos juicios evaluativos, orales y escritos, pueden ser del
conocimiento de todos. De hecho, es natural que ello ocurra en un salón de
clases.
Pero otros juicios es más conveniente que sean privados, conocidos
sólo por el interesado y/o sus padres, según el caso. EI educador deberá
considerar cuáles juicios caen en esta categoría. En general, asumimos que
siempre, pública o privada, cualquier evaluación se hará en términos
cuidadosos, que no abrumen al aprendiz ni lo humillen. Se hará con esperanza en
el niño, en la niña (Freire, 1973). Pero algunas observaciones, por su
naturaleza, resulta más conveniente guardarlas para intercambios privados.
Aunque sólo sea porque no interesan a los otros, no les conciernen. Y, también,
porque no es agradable para nadie dialogar sobre sus insuficiências en
presencia de oyentes no involucrados.
Lo dicho no obsta a la coevaluación. Allí, por estar todos
participando, la situación cambia de naturaleza. En todo caso, la coevaluación
también debe hacerse con cuidado y esperanza.
Extraído
de
LA EVALUACIÓN EN LA ESCUELA:
una ayuda para seguir aprendiendo
una ayuda para seguir aprendiendo
Autora; Aurora
LACUEVA*
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