La evaluación ofrece posibilidades
para fortalecer y consolidar los aprendizajes, así como los logros de los
objetivos o propósitos en cualquier campo de estudio. La evaluación permite
evidenciar cuáles son las necesidades prioritarias que se deben de atender y
—desde la perspectiva educativa— debe mostrar congruencia entre saber y
desempeño, esta fórmula es la que puede encausar a la educación hacia la
llamada calidad.
Desde esta visión, se puede
afirmar que los alumnos en el aula y el maestro en su práctica docente ofrecen
varias alternativas que pueden favorecer la construcción un modelo de
evaluación “congruente”, es decir, entre lo que se debe y lo que se quiere en
la educación; pero la congruencia no sólo debe limitarse dentro del aula, sino
que debe de llegar a las autoridades educativas. Por tal motivo, la evaluación
debe ser considerada como una extensión del proceso enseñanza y aprendizaje y
no como un paso más, es decir, una actividad continua, un proceso integrador
que genera, desde la reflexión de las experiencias, oportunidades formativas.
La evaluación es una actividad
continua del mismo proceso educativo. Desde el momento en que el alumno ingresa
a la escuela, durante su estancia y al final de la jornada escolar, proporciona
información de su propio sistema de enseñanza en la casa, así como el de la escuela,
y en conjunto, ambos contribuyen a mejorar el propio proceso evaluativo ya que
brindan oportunidades formativas para que, con la información recabada por
diferentes métodos, generen conexiones que contribuyan a fortalecer la calidad
de su formación, en este caso, el alumno junto con el maestro, generan de forma
explícita métodos de evaluación más congruentes dentro del aula, fortaleciendo
así, la educación y las mismas prácticas docentes. La evaluación implica que el
docente registre las fortalezas, los talentos, las cualidades, los obstáculos,
los problemas o las debilidades que de manera individual y grupal se vayan
dando para intervenir oportunamente y “decidir el tipo de ayuda pedagógica que
se ofrecerá a los alumnos” (Coll,
2004). Sin embargo,
siempre hay que considerar que la evaluación está en función de los
aprendizajes claves del plan y programas de estudios vigentes, así como de la
orientación pedagógica del maestro frente al grupo, ya que son ellos quienes de
acuerdo al calendario de evaluaciones marcan los momentos y las características
de las mismas.
Ahora bien, destacan dos funciones de
la evaluación —y que son de las más relevantes en el ámbito educativo— la
primera consiste en comprobar en qué medida los resultados previstos se han
alcanzado en relación a los objetivos propuestos; la segunda permite replantear
la organización de las actividades. Ruiz (1998) menciona que el proceso de la evaluación se
debe entender como un: “análisis estructurado y reflexivo, que permite
comprender la naturaleza del objeto de estudio y emitir juicios de valor sobre
el mismo, proporcionando información para ayudar a mejorar y ajustar la
acción”. De hecho, uno de los temas en los que es necesario reflexionar es
sobre la estrategia pedagógica del acompañamiento docente y cómo ésta puede
permitir generar propuestas significativas que contribuyan a conseguir los
objetivos planteados. Es preciso considerarla como un posible insumo para
solventar los problemas que se manifiestan y diseñar estrategias de
intervención. En este sentido, el nuevo enfoque de evaluación debe dejar atrás
las definiciones tradicionales de la misma, ya que ahora los resultados no
deben tener ningún efecto punitivo, mucho menos sancionador, sino que al
contrario, deben considerarse como insumos que permitan rediseñar las
estrategias didácticas. En la medida que la evaluación educativa se
autorregule, mejorará la calidad de los resultados.
Actualmente, la evaluación es un
concentrado de evidencias que permiten obtener información valiosa del
desempeño de los alumnos en relación a los objetivos planteados. Asimismo, la
evaluación como parte del trabajo docente, muestra una secuencia construida a
lo largo de un tiempo determinado, es decir, por bimestre, por semestre, o
anual. Sin embargo, es importante resaltar que una calificación y una
descripción sin propuesta de mejora son insuficientes e inapropiadas para
mejorar el proceso de enseñanza y de aprendizaje (SEP, 2011). El hecho de conocer el progreso
del logro de los objetivos planteados, en su primer momento, es beneficioso, ya
que la información recabada en relación con los resultados obtenidos permiten
reflexionar sobre el proceso que se realizó. En este primer momento se tiende a
darse cuenta de aquello que ha resultado positivo y de aquello que queda por
hacer considerando las áreas de oportunidades que brinda la información
recabada. En un segundo momento, se valora en qué medida se han logrado los
objetivos que se habían propuesto, es decir, la consecución o no de estos, como
principio para la toma de decisiones para redireccionar las actividades aplicadas
durante la jornada escolar, o bien, fortalecer aquellas que han logrado ser
exitosas; es decir, que hayan favorecido la mejora de los aprendizajes de los
alumnos. En un tercer momento, se acuerdan si es posible y necesario modificar
la metodología que se adapte mejor al proceso, es decir, generar oportunidades
formativas en razón a las necesidades e intereses que se identifiquen en la
reflexión y valoración del primer y segundo momentos, considerando que la
evaluación siempre ayudará a tomar las mejores decisiones a favor de los
alumnos.
La evaluación, es sin duda una acción
dentro del proceso educativo que ofrece un balance final dentro de un periodo
establecido para el logro de los objetivos planteados; es decir, su prioridad
radica en conocer el grado, en ese espacio de tiempo concreto, hasta dónde se
avanzó, particularmente si ya se tiene un tiempo establecido para rendir
cuentas, como por ejemplo, bimestralmente. La evaluación también refleja el
nivel de competencia del servicio que se ofrece en una escuela en comparación a
otras del mismo nivel educativo, por esta razón, cada escuela crea su
identidad, con características propias que se construyen de acuerdo al contexto
donde este inmersa. La información que se deriva de la evaluación, es una información
sistematizada que hace referencia al nivel y desempeño del proceso educativo
reflejado en el aprendizaje de los alumnos, información que permite, al final
de cuentas, tomar decisiones que se vean reflejadas en la mejora continua de
los aprendizajes.
Favorecer la evaluación durante la
jornada escolar y promover su reflexión es sinónimo de congruencia ya que se
reconocen las cualidades y bondades para fortalecer la práctica docente, en
este sentido, generar oportunidades formativas convencionales que encaucen la
educación a las vías de la calidad.
La evaluación en la educación debe
generar una transformación en la manera de percibir juzgar la promoción de los
alumnos así como la forma de tomar decisiones en relación a sus aprendizajes.
En este sentido, los maestros de grupo pueden generar, desde su praxis
cotidiana, alternativas inclusivas de evaluación ya que todos aprenden, y no
necesariamente se aprende académicamente en la escuela, también se aprenden
formas para enfrentar el contexto inmediato. Por último, se debe percibir a la
importancia de la evaluación en la educación como un instrumento que permite,
objetivamente, ubicar la realidad del alumno y de la escuela, tomar decisiones
desde ese enfoque, es resignificar al alumno como centro del proceso de
enseñanza y aprendizaje.
Autor
Felipe Antonio Fernández Canul es maestro frente a grupo en la
escuela primaria “Juan Escutia” de la ciudad de Escárcega, Campeche.
Fuente
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