Sabemos que los maestros son los que mejor conocen el avance de sus alumnos. También sabemos que, en el proceso de enseñanza y de aprendizaje (E-A), influyen varios aspectos para que éste se logre, por ejemplo: el contexto, la familia, sus recursos económicos, los diferentes niveles cognitivos de los chicos, la planeación que el profesor realiza, la serie de recursos y materiales didácticos que éste emplea; en fin, como decía, todo un cúmulo de situaciones que son parte del referido proceso.
Una
cosa más que, desde luego conocemos, es que la pandemia ocasionada por el
Covid-19, propició que las actividades escolares que se desarrollaban de manera
presencial en las escuelas tuvieran que suspenderse y, con ello, se dio paso a
otra serie de actividades, también “escolares”, a través de algo que se
denominó “educación a distancia”, hecho que implicó que los mentores: a)
elaboraran cuadernillos o guías para que se los entregaran a sus estudiantes en
sus escuelas o en sus casas, con la finalidad de que éstos los trabajaran; b)
enviaran mensajes vía Whatsapp o correo electrónico, con las actividades que
los niños tendrían que realizar con el mismo propósito que el inciso anterior;
d) que siguieran y, posiblemente, consideran en su planeación, los programas
televisivos que la Secretaría de Educación Pública (SEP) echó andar desde el
mes de marzo y cuya continuidad se dio en agosto de este año; e) aprendieran o
perfeccionaran su conocimiento para que impartieran sus clases de manera
virtual, situación que los obligó a contar con un equipo (computadora o
celular) e internet o “datos” suficientes para que se lograra este objetivo;
entre otros.
Ahora
bien, ¿qué sucedió con los alumnos y con su aprendizaje a partir de la
contingencia sanitaria que decretó el gobierno mexicano? En primer lugar, como
parece obvio, ya no se presentaron a las escuelas porque, lógicamente, este
espacio sería el lugar donde el virus se propagaría desmesuradamente. Se
quedaron en casa, lo cual, desde mi perspectiva, abre una amplia gama de
variables en cuanto a lo que significa, o significaría, asegurar que hasta la
fecha ha habido una continuidad en su proceso formativo puesto que, como
sabemos: 1) no todos los estudiantes cuentan con una computadora, internet,
celular o televisión en casa; 2) pero también, el que los padres de familia
hayan estado, o no, al pendiente de las actividades que los profesores les
encomendaron a sus hijos, o bien, de los horarios en los que se trasmitían los
programas televisivos; 3) el que estos padres hayan estado atentos, o no, del
envío de esas tareas y/o actividades por correo electrónico, whatsapp o en las
escuelas en las que entregaron los cuadernillos y guías; etcétera. Esto, sin
contemplar, que muchos de estos chicos pudieron, o no, considerar prioritarias
las actividades escolares dado que, como se sabe, la pandemia no sólo impactó
en el sistema educativo nacional (SEN), sino también en el ámbito económico y,
consecuentemente, en los millones de hogares mexicanos; situación que pudo
haber provocado, que un número considerable de éstos, haya trabajado en algún
sector informal de la economía para ayudar con los gastos de la casa.
Lo
anterior me permite deducir, que el aprendizaje que los estudiantes pudieron, o
no, haber adquirido durante esta etapa de confinamiento y durante este primer
periodo escolar, se ha visto influenciado por varias cuestiones, como las
expuestas. Entonces, en sentido estricto, durante este lapso de tiempo: ¿los
alumnos han aprendido? Si nos remitimos a la definición más simple que nos
brinda la Real Academia Española (RAE) obtendríamos que el aprendizaje, “es la
acción y efecto de aprender algún arte, oficio u otra cosa”. Consecuentemente,
la pregunta que formulé líneas atrás tendría como respuesta un rotundo sí
porque, como lo señalaba, de las actividades que pudieran estar haciendo en
casa o fuera de ella, con seguridad, “algo” aprendieron.
Ahora
bien, si replanteamos la pregunta y cuestionamos si los chicos adquirieron los
conocimientos que, mediante la acción educativa, se brindaron a través de una
educación a distancia, mi respuesta no sería tan contundente. Esto, en razón de
los aspectos que he referido y que influyen en el proceso de E-A porque, de
manera concreta, no se estarían cumpliendo del todo los aprendizajes esperados
que, conforme al modelo educativo o plan de estudios vigente, se tienen
contemplados.
En
este sentido habría que recordar que, el Secretario de Educación, Esteban
Moctezuma, en reiteradas ocasiones ha señalado que los niños están logrando los
aprendizajes esperados durante la pandemia; pero, a todo esto, ¿qué se entiende
por aprendizaje esperado? Según el documento Aprendizajes Clave para la
Educación Integral (2017), éste “es un descriptor de logro que define lo que se
espera de cada estudiante. Le da concreción al trabajo docente al hacer
comprobable lo que los estudiantes pueden [hacer], y constituye un referente
para la planificación y evaluación en el aula. Los aprendizajes esperados
gradúan progresivamente los conocimientos, habilidades, actitudes y valores que
los estudiantes deben alcanzar para acceder a conocimientos cada vez más complejos”
(p. 655).
He
aquí el meollo del asunto porque, como bien sabemos, si durante las clases
presenciales los aspectos que permiten valorar el logro (aprendizaje esperado)
de los alumnos se llegan a complicar (por muchas de las razones ya expresadas),
durante esta pandemia, la situación se ha complicado. De ahí que el criterio
que pueda tomar el profesor para asignar un valor en el primer periodo del
ciclo escolar 2020-2021, tenga como base, los avances que haya tenido el
estudiante que está a su cargo desde el inicio de dicho ciclo.
¿Cuáles
serían los criterios a considerar para valorar el logro alcanzado en esos
avances? Desde mi punto de vista, las evidencias de las actividades o tareas
realizadas de acuerdo al contenido trabajado o encomendado y que fueron
enviadas por los estudiantes y/o padres de familia por medios electrónicos, de
manera virtual o mediante cuadernillos o guías. ¿Y la asistencia a las clases
virtuales, las participaciones en éstas y los exámenes aplicados? De eso
hablaré un poco más adelante porque, en sentido estricto, si recordamos que una
evaluación formativa tiene como rasgo primordial valorar el proceso que siguió
la obtención de una evidencia/producto, el docente como tal, tendría la
posibilidad de valorar estos avances con relación a lo siguiente: a) alumnos
que entregaron los trabajos conforme a los criterios establecidos por el
profesor basados en el aprendizaje esperado; b) alumnos que entregaron los
trabajos, pero su realización y culminación, medianamente cumplieron con el criterio
establecido; c) alumnos que entregaron los trabajos, pero sin que éstos
cubrieran los criterios establecidos por el docente con base en los
aprendizajes esperados; e) alumnos que no entregaron los trabajos pero que sí
recibieron las actividades o tareas pero no los enviaron; f) alumnos que no los
entregaron porque no se sabe nada de ellos aunque fueron inscritos al inicio
del ciclo escolar por sus padres.
Vista
estos parámetros o indicadores, podría pensarse que la asistencia a clases
virtuales, la participación en éstas, los exámenes aplicados, las carpetas de
experiencias o evidencias elaboradas para este periodo, el periodo de
reforzamiento propuesto por la SEP, entre otras cuestiones, podrían ser un
complemento que podría colaborar en esa valoración. Esto lo considero de esta
forma porque, insisto, los maestros son los que mejor conocen a sus alumnos o,
porque su misma experiencia y conocimiento, les permite fijar los criterios
para realizar una evaluación que se apegue a un cierto grado de objetividad,
aunque, como se sabe, toda evaluación es subjetiva por naturaleza.
Menuda
tarea tendrá sobre sus hombros el docente en las próximas semanas, porque si
bien es cierto que se espera que la SEP emita, en los siguientes días, un
Acuerdo que modifique o sustituya al 12/06/2020 (por el que se establecen
diversas disposiciones para evaluar el ciclo escolar 2019-2020), también es
cierto que, independientemente de este documento, éstos tendrán en sus manos la
decisión de reportar una evaluación sobre lo que, bajo su criterio, es la más
pertinente para sus alumnos dado el seguimiento que han tenido de éstos y de
los logros alcanzados que pudieran, o no, verse reflejados en sus avances
escolares.
Al
respecto, no sé si la asignación de un número a un estudiante de educación
primaria (por ejemplo) reflejará el logro alcanzado por éste. Lo que sí tengo
claro es que la SEP, y el propio Secretario, cometieron un grave error, como lo
han venido haciendo desde hace ya un buen tiempo, al considerar que lo que se
vive en el aula sucede de la misma manera en la casa. Consecuentemente, el
problema de fondo radica en evaluar pensando que estamos en la escuela cuando
en realidad nos encontramos en casa o a la distancia o, dicho de otra forma, el
problema está en evaluar conforme a los aprendizajes esperados cuando las
condiciones no son las más idóneas para ello.
Finalmente
deseo señalar, que mención aparte tiene la evaluación del primer periodo para
la educación preescolar porque, quienes hemos tenido la oportunidad de estar
cerca del trabajo que realizan las educadoras, sabemos que un elemento
fundamental para efectuar una valoración del avance del pequeño es la
observación y el registro de lo que éste desarrolla en el aula y en el jardín
de niños. Creo que muchos conocemos que, cuando la educadora encomienda una
actividad en casa, suelen suceder algunas cosas: a) que los padres de familia
supervisen el trabajo y estén atentos u orienten el desarrollo de la actividad
que hace el niño; b) que no estén atentos ni supervisen el trabajo de los
chicos, aunque puede ser que reciba orientación por parte de un adulto o
hermano; c) que dichos padres terminen haciendo el trabajo que les fue dejado a
los pequeños; d) o que simplemente no lo hagan ni lo entregan. ¿De qué manera
se evaluarán los aprendizajes esperados en este nivel?
Espero
aportar algunas ideas en mi próxima entrega, pero vaya dilemas ¿no cree?
Con
negritas:
- Busqué en diversos medios
los Lineamientos del sistema de seguimiento o apoyo con el objetivo de
procurar la permanencia y continuidad académica de los alumnos de
educación preescolar, primaria y secundaria que, de conformidad con el
Acuerdo 05/06/2020, la SEP tendría que emitir y no los encontré. Sería
bueno que se dieran a conocer porque, a partir de ello, los profesores
podrían contar con un protocolo o herramienta que les permita tomar una
decisión en cuanto a los alumnos de los que se sabe que fueron inscritos
pero que no entregaron sus evidencias de aprendizaje en este primer periodo.
- En caso de que se emita
un nuevo Acuerdo o que modifique el 12/06/2020, sería bueno que la SEP
diera la información suficiente y necesaria sobre los criterios para
evaluar la asignatura Vida Saludable y las modificaciones que habrá de
sufrir las boletas de calificaciones; digo, en necesario que, con
antelación, se haga llegar esta información porque, como conocemos, al
cuarto para las doce llega dicha información y el docente trabaja sin
descanso.
Fuente:
https://profelandia.com/los-dilemas-de-la-evaluacion-del-primer-periodo/?fbclid=IwAR14ddzC6T0aeAYpnM7emMPkUpQ2TFA9MIh1XL29zdxrE8CZc1wkQsyefZM
Por: Abelardo
Carro Nava
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